miércoles, 3 de mayo de 2017

La paciencia (Tertuliano - III)

En el tercer capítulo de "La paciencia", de Tertuliano, se nos enseña la infinita paciencia de Cristo. Ésta marca y configura al cristiano que ha de vivir reproduciendo en él la paciencia de su Señor.


Recordemos, como durante toda la Cuaresma cantamos, que Cristo padeció por nosotros "dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas" (1P 5), y al fin y al cabo, su ejemplo de paciencia es también la gracia de la paciencia para nosotros, la reproducción de su paciencia en nosotros, que hemos de irnos configurando con Cristo.

¿De qué modo fue paciente Cristo?

¿Cómo brilló en Cristo la paciencia?

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"Capítulo 3: Paciencia de Cristo
Estas manifestaciones de la sabiduría divina podrían parecer como cosa tal vez demasiado alta y muy de arriba. Pero, ¿qué decir de aquella paciencia que tan claramente se manifestó entre los hombres, en la tierra, como para ser tocada con la mano? Pues siendo Dios sufrió el encarnarse en el seno de una mujer y allí esperó; nacido, no se apuró en crecer; y adulto, no buscó ser conocido; más bien vivió en condición despreciable. Por su siervo fue bautizado, y rechaza los ataques del tentador con sólo palabras. 


De rey se hace maestro para enseñar a los hombres cómo se alcanza la salvación, buen conocedor de la paciencia, enseña por ella el perdón de las culpas. "No discute ni reclama; nadie lo oyó gritar en las plazas, no rompió la caña cascada ni apagó la mecha que humeaba." (Is. XLII, 2-3.) No había mentido el profeta, antes bien testimoniaba que Dios coloca su Espíritu en el Hijo con la plenitud de la paciencia. Porque recibió a todos cuantos lo buscaron; de ninguno rechazó ni la mesa ni la casa. Él mismo sirvió el agua para lavar los pies de sus discípulos. No despreció a los pecadores ni a los publicanos. Ni siquiera se disgustó contra aquel pueblo que no quiso recibirlo, aun cuando los discípulos quisieron hacer sentir a tan afrentosa gente el fuego del cielo (Luc IX, 52-56). Sanó a los ingratos y toleró a los insidiosos. Y si todo esto pudiera parecer poco, todavía aguantó consigo el traidor sin jamás delatarlo Y cuando fue entregado, lo condujeron como oveja al sacrificio sin quejarse, como cordero abandonado a la voluntad del esquilador. 

Y El que si hubiese querido, con una sola palabra hubiera podido hacer venir legiones de ángeles, ni siquiera toleró la espada vengadora de uno solo de sus discípulos. (Mat., XXVI, 51-53.) Allí precisamente no fue herido Malco, sino la paciencia del Señor. Por cuyo motivo maldijo para siempre el uso de la espada, y diole satisfacción a quien Él no había injuriado, restituyéndole la salud por medio de la paciencia, madre de la misericordia. No insistiré en que fue crucificado porque para eso había venido; pero acaso, ¿era necesario que su muerte fuese afrentada con tantos ultrajes? No; pero se le escupió, se le frageló, se le escarneció, le cubrieron de sucias vestiduras y fue coronado de las más horrorosas espinas.

¡Oh maravillosa y fiel equidistancia! Él, que había propuesto ocultar su divinidad bajo la condición humana, absolutamente nada quiso de la impaciencia humana. ¡Esto es sin duda lo más grande! Por esto sólo, ¡oh fariseos! deberíais haber reconocido al Señor, porque nadie jamás practicó una paciencia semejante. La magnitud de tal y tanta paciencia es una excusa para que la gente rehuse la fe; pero para nosotros es precisamente su fundamento, y su razón; y tan suficientemente clara que no sólo creemos movidos por las enseñanzas del Señor sino también por los padecimientos que soportó. Para los que gozamos del don de la fe, estos padecimientos prueban que la paciencia es algo natural de Dios, efecto y excelencia de alguna cualidad divinas".

1 comentario:

  1. Nos dice santo Tomás de Aquino: "La paciencia es una virtud que se relaciona con la virtud de la fortaleza e impide al hombre distanciarse de la recta razón iluminada por la fe y sucumbir a las dificultades y tristezas". San Agustín lo dice de otro modo: "La paciencia es la acompañante de la sabiduría”.

    La paciencia es el extremo opuesto a la impulsividad. No se trata de un estado de pasividad, sino de una respuesta basada en la sabiduría y no en lo que nos gritan las vísceras. Crecer, entonces, está íntimamente relacionado con aprender el significado de la paciencia.

    Muchas personas que confían en la Biblia han comprobado que ponerla en práctica ayuda a actuar con más serenidad.

    ...tened paciencia hasta la venida del Señor.” (Santiago 5:7-8.

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