martes, 15 de julio de 2014

Misionar aquí

Nuestra tierra, España, y en general todo el mundo occidental, es un terreno hoy de misión, puro y duro, casi de misión ad gentes en buena medida. Hay que comenzar una nueva evangelización aquí y ahora, entre nosotros, a poco que seamos capaces de ver la realidad con la suficiente capacidad de análisis y frialdad.


Una nueva cultura pagana se ha instalado a lo largo de la modernidad y la postmodernidad. Esta cultura, lo sabemos, ha relegado a Dios como "inútil", imperando una cultura del egoísmo, aunque se revista de lenguaje ampuloso sobre la solidaridad. En realidad, sigue imponiéndose el poder del fuerte sobre el débil. La Verdad ha sido reemplazada por la nada, con la igualdad de opiniones y el relativismo, y el Bien se sustituye por la creación de cada uno "en su conciencia". El bien es determinado por lo que cada cual cree mejor o conveniente, siendo una subjetividad muy cambiante la creadora de la norma moral.

El desafecto de muchos bautizados hacia la Iglesia, el débil sentido de pertenencia al pueblo cristiano, y el hecho de relegar a Dios al campo sólo del sentimiento, son indicios con los que convivimos. Es una nueva realidad que merece una acción nueva.

Mons. Fernando Sebastián, en su obra "Evangelizar", nos hace aterrizar en esta realidad. Un apartado de su obra se titula "Comencemos a ser misioneros en nuestra tierra" y nos hace reflexionar así:

"Pasar de ser una Iglesia establecida a una Iglesia misionera no es cosa fácil. De hecho llevamos años diciendo que tenemos que hacer este cambio y no lo hacemos, no nos atrevemos, nos sentimos inseguros, no sabemos cómo hacerlo, no podemos liberarnos de las adherencias de las situaciones pasadas, tenemos miedo. Y sin embargo es indispensable hacerlo. poco a poco, reflexionando, rezando, dando pequeños pasos en la misma dirección, iremos viendo las cosas con más claridad e iremos encontrando el camino. Estos cambios sociales, comunitarios, generalizados, no se pueden hacer por decreto, se van haciendo poco a poco, casi insensiblemente, como consecuencia del deseo sincero de ser fieles al Evangelio de Jesucristo, en una clara comunión con la Santa Sede y las demás Iglesias hermanas de Europa, dejándonos llevar del Espíritu Santo con una disponibilidad humilde y diligente...

De momento podemos quedarnos con esta convicción, en España estamos viviendo el final de una época de cristianismo establecido, la cultura y el orden cristiano que construyeron nuestros antepasados se derrumba, ha dejado de tener vigencia en los espíritus de la mayoría, cambia la visión del mundo y las expresiones religiosas que antes nos acompañaban están perdiendo su fuerza y su influencia, se está produciendo un cambio cultural profundo en el cual se han conmovido los cimientos de las convicciones religiosas de muchos.

Que no nos engañen las apariencias, pueden aumentar las Cofradías, podemos convocar grandes encuentros, pero en su conjunto, la indiferencia religiosa se extiende, la fe cristiana es cada vez menos influyente en la vida de la mayoría del pueblo, las nuevas generaciones se alejan de la Iglesia, de Jesucristo y del mismo Dios, la esperanza de la vida eterna deja de ser el norte y el sentido de la vida real de mucha gente. El cambio cultural vivido en España, con flujos y reflujos, desde principios del siglo XX, ha tenido una consecuencia ineludible: La fe de los españoles ha pasado de estar protegida por una cultura proporcionada y favorable, a vivir en la incomodidad de una cultura adversa, inhóspita y agresiva. De vivir en una sociedad acogedora y protectora, hemos pasado a vivir en la sociedad vindicativa, despectiva y corrosiva del agnosticismo y del relativismo nihilista. Se acabaron los tiempos de las facilidades.

En el mejor de los casos sólo podremos contar con la protección legal de la libertad religiosa y con el respeto que nosotros mismos nos ganemos ante una sociedad siempre crítica y desconfiada. La respuesta ante esta situación no puede ser el sometimiento ni el derrotismo, no podemos responder de forma malhumorada o agresiva. La respuesta verdadera nos obliga a prescindir de una visión de la Iglesia que creía abarcar a la sociedad entera, tendremos que respetar la libre determinación de nuestros conciudadanos en materias religiosas, y tendremos que prepararnos para vivir como una minoría diferente y significativa, capaz de presentar de manera convincente y atrayente el mensaje de Jesús y la realidad verdadera de la Iglesia con humildad y perseverancia. Para ello es preciso que nos dediquemos a fortalecer nuestra fe, a clarificar nuestra identidad personal y comunitaria, a vigorizar el anuncio misionero de la fe e iluminar con una evangelización fervorosa e inteligente la mente y el corazón de los nuevos conciudadanos, invitándoles a creer en el Evangelio de la salvación de Dios, sin enquistarnos en situaciones pasadas, sino entrando en las nuevas  situaciones críticamente y creando nuevos contextos culturales que sean a la vez conformes con el Evangelio y adecuados a los nuevos tiempos, abriendo así nuevos caminos para la expansión de la fe y la concordia de los espíritus en la verdad de Dios y en la esperanza de la única salvación universal. No podemos vivir tranquilos sin intentarlo. Una Iglesia que no trabaja para crecer está en camino de desaparecer.

Esta historia, vivida con amor y dolor, nos ha hecho ver las profundas y complejas implicaciones que hay entre cultura y fe, entre formas de vida y de religión...

¿Por qué vivimos ahora en España un tiempo de evangelización? Porque en pocos años se ha precipitado un cambio cultural profundo que venía gestándose desde hace dos siglos. Porque está terminando el ciclo cultural en el cual la fe cristiana estaba arraigada. Porque nuestra sociedad ha comenzado a vivir en una nueva cultura envolvente que es fruto de muchos cambios objetivos y de la influencia de una visión atea de la vida, productora de ateos. Tendremos que comenzar de nuevo. Sembrar los fundamentos de la fe en las nuevas generaciones. Ir creando nuevas expresiones de la fe católica que incidan en la nueva cultura, la purifiquen, la transformen hasta hacerla compatible con la fe cristiana de siempre. No nos debe extrañar que sucedan estas cosas. Hasta cierto punto esta situación es bastante normal. No es la primera vez que sucede algo parecido. La evangelización nunca está acabada, ni la fe está asegurada de una vez para siempre"

(SEBASTIÁN, F., Evangelizar, Encuentro, Madrid 2010, pp. 106-109).

6 comentarios:

  1. Es evidente que Dios es inútil para el ser humano postmoderno. Dios no permite que le utilicemos como herramienta a voluntad nuestra. ¿Por qué? Porque la Verdad nos indica que nosotros tenemos que ser herramientas fieles, eficaces y dóciles, en manos de Dios.

    El pueblo de Dios que existía a mediados del siglo XX, carecía de formación y profundidad en su fe. Su fe, la de mis padres, tíos, abuelos, etc, era sincera y sólida para ese momento. Un tiempo en que no se cuestionaba nada y la sociedad valoraba estar dentro de la Iglesia como un plus.

    Pero mi generación (yo nací en 1965 justo tras el CVII) nos encontramos con que la fe de nuestros padres y abuelos no nos daba respuestas. Los sacerdotes y catequistas nos ofrecían un sucedáneo edulcorado de Cristo que sólo respondía a una visión emotivista de la fe. Cristo el "compi" de aventuras y la Iglesia, como un grupo e amigotes bien avenidos. Todavía recuerdo a mi pobre catequista de confirmación cuando le pregunté qué era un sacramento... se le puso la cara pálida y entre balbuceos me dijo que ¿Para qué quería saber eso? Que era lo que era y ya está!!!.

    Nuestros hijos no han visto en nosotros coherencia, constancia, compromiso ni afecto por la fe y la Iglesia. Encima, las catequesis y formación en la fe no es que haya mejorado demasiado. Yo le he tenido que explicar a mis hijos qué es un sacramento porque su catequista (emotivo-social) de confirmación les preguntaba las razones por las que se querían confirmar y nadie sabía qué decir. ¿Cómo se va a querer algo que se desconoce, no se ha vivido ni se ama?

    La realidad es que existe una gran masa de personas que no solo carecen de conocimientos, vivencias y afecto a la fe cristiana,... sino que albergan tremendos prejuicios, introducidos sabiamente por los medios de comunicación.

    La tierra de misión no es tierra fértil, ni tampoco está entre zarzas, ni tampoco está llena de piedras. La tierra de misión es un desierto que necesita el Agua del Espíritu para poder empezar a tener alguna esperanza de ver crecer las semillas.

    Menudo desafío tenemos por delante, pero.... Cristo está con nosotros!!! Que Dios le bendiga D. Javier :D

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  2. Néstor:

    Así es. Aunque matizaría únicamente una afirmación: la formación católica de nuestros abuelos y padres era mucho más sólida, a lo mejor no erudit, pero clara y firme.

    También padecía ese tipo de catequistas emotivos-sociales hasta que lograron que me fuera del grupo de Confirmación. ¡Siempre volvían con las mismas estupideces!

    En lo demás hemos de vivir con conciencia de una tierra de misión áspera, pedregosa, desértica incluso, y no funcionar con cuatro cosas hechas siempre que pensamos que nos resuelven la evangelización sin más.

    Es un nuevo planteamiento y una nueva visión.

    Un abrazo!!!

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    1. Mis padres y mis abuelos se acordaban perfectamente de lo que el catecismo de primera comunión les decía. También vivían una vida de fe entre costumbrista y temerosa, que no terminaba de encajar con la sociedad del postconcilio. Por ejemplo, el sentido del compromiso con la Iglesia sólo se asimilaba a hacerse sacerdote, o religioso. Los fieles simplemente cumplían lo que les decían.

      Cierto que nuestros padre y abuelos tenían cierta formación, pero no era capaz de responder a las preguntas de una sociedad en cambio constante, que empezaba a adorar a la técnica como su gran salvadora. Al menos esa es la razón por la que creo que no fueron capaces de transmitirla a mi generación. Cuando preguntabas algo, la respuesta se sustentaba en la misma premisa: porque la Iglesia lo dice y no querrás verte en el infierno cuando mueras. Como el infierno desapareció de la realidad cotidiana en 1965, las respuestas no eran capaces de dar razones válidas para esos años del postconcilio.

      Confieso que no me convence el planteamiento (neo)evangelizador que vivimos en estos momentos. Seguimos dando el protagonismo a la planificación, las actividades y los métodos. Nos hemos contagiado de la funcionalidad y estructuralismo de la sociedad en que vivimos y el Evangelio no se transmite a base de técnicas y acciones más o menos efectistas o multitudinarias. Ponemos demasiada confianza en la marketing y muy poca en el Señor... Me temo. Feliz día :D


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    2. Néstor:

      De acuerdo, así pues.

      Tampoco me convence a mí los planteamientos (neo)evangelizadores. El curso pasado impartí la asignatura en Ciencias Religiosas "La dimensión evangelizadora de la Iglesia", y con mucho tacto, partiendo de la Evangelii nuntiandi, quise poner en crisis a mis alumnos sobre esos planteamientos actuales.

      Saludos y un abrazo

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  3. “no sabemos cómo hacerlo”, “creando nuevos contextos culturales”. No sabemos cómo hacerlo, monseñor, y este es uno de nuestros grandes problemas.

    Rezamos pidiendo al Señor la gracia de saber qué hacer pero nos encontramos que, con carácter general, nuestros contemporáneos rehúsan incluso amablemente hablar de Cristo porque creen que ya lo conocen y sus intereses son otros. Estamos en una sociedad que se ha paganizado descristianizándose; que, sin tener formación religiosa, cree conocer el cristianismo y no se siente atraída por él o sólo se encuentra interesada por determinadas “parcelitas” nada eficaces para la evangelización en una sociedad materialmente globalizada.

    No es una mirada pesimista, miro a mi alrededor y me martillean las palabras con las que Jesús en san Lucas termina la parábola del juez inicuo y la enlaza con la parábola del fariseo y el publicano: “Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Pero cuando venga el Hijo del hombre ¿quedará fe sobre la tierra?”

    Señor, has sido bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu pueblo (de las antífonas de Laudes).

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    1. Julia María:

      Hace tiempo que ni discutimos ni disentimos. Hoy tampoco -¡¡vaya por Dios!!-.

      Recién ordenado sacerdote escuché ese mismo al que entonces era obispo de Córdoba: gente que cree conocer el cristianismo y a Cristo y está de vuelta..., y sin embargo nunca entraron en el Misterio.

      ¡He ahí el problema! Y seguimos dándole vueltas a cómo hacerlo. Porque no se trata de enseñar "valores" y ser buenas personas, con conciencia social y ecológica: ¡¡se trata de rendirse al Señor y quererlo de verdad!!

      Y no sabemos, no sabemos, no sabemos ni intuimos cómo misionar.

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