jueves, 10 de julio de 2014

La crisis cultural o factores de la cultura hoy

Como si estuviéramos en un salón de catequesis de adultos, pasamos un texto de reflexión y a partir de ahí estudiamos y analizamos. En este caso, una descripción de la cultura secularizada en la que estamos inversos y el laicismo de la mano de Mons. Fernando Sebastián.

A veces, con un gran simplismo, pensamos que la apostasía silenciosa de masas que se han ido alejando de la Iglesia se debe a pequeñísimas cosas, incluso de índole litúrgica (tal o cual forma celebrativa) y que cambiando esto, esas masas retornarían deseosas. Sueñan que las cosas se arreglarían radicalmente con condenas y excomuniones a tal teólogo y la prohibición de aquel otro libro pernicioso.

Pero el fenómeno que vivimos es más amplio y muchísimo más complejo: es la cultura en la que estamos viviendo y de la que somos hijos, el momento histórico de ruptura interna de una civilización y la necesidad de reconstruir algo nuevo y verdadero sobre estas ruinas. Y los hijos de la Iglesia son hijos de su tiempo... y quienes se han alejado o no han llegado ni siquiera a entrar (entrar de verdad, porque sí se han bautizado y hasta casado en la Iglesia) son hijos de este tiempo y piensan y miden todo según las categorías culturales en boga.

Vamos pues a estudiar esta realidad que vivimos.

"El clima general de nuestra sociedad, la cultura dominante, la cultura que cuenta con el beneplácito de las instituciones públicas, con el apoyo del gobierno y de la mayoría de los medios de comunicación, la cultura que más influye en la formación de la mentalidad de las nuevas generaciones y de la gran mayoría del pueblo, es una cultura de raíces ateas, centrada en el bienestar terrestre e inmediato del individuo, sin horizonte de espiritualidad ni de inmortalidad, una cultura materialista, prepotente y cruel, que se reviste de apariencias de solidaridad, pero que en realidad destruye y niega cuanto puede oponerse al logro fácil e inmediato del mayor bienestar material posible. 

En resumen, una cultura del egoísmo, que termina siendo una cultura del desencanto y del nihilismo. Una cultura profundamente ideologizada, que no es ya libre para buscar la verdad, sino que vive cautiva de la lógica destructiva de sus propios intereses. En este ambiente, por muy difícil que resulte, es muy urgente anunciar la verdad de la existencia humana, la verdad de una vida humana creada y protegida por Dios, vivida por el mismo Dios para rescatarla del pecado y de la muerte, abriendo ante nosotros los caminos y la esperanza de la gloria eterna y de la verdadera fraternidad.

Hoy somos un pueblo que vive contento en la cárcel de sus riquezas, sin esperanza ni siquiera deseos de salvación. La crisis económica, el aumento de la violencia y de la corrupción, la creciente disgregación social, la pérdida del sentido moral y virtuoso de la vida, están manifestando las consecuencias destructivas de esta manera de pensar y de vivir. El dolor del mal puede ser también instrumento de gracia y de renovación. "Me levantaré y volverá a la casa de mi Padre". Está por ver si somos capaces de revisar y corregir socialmente nuestros errores.

Ciertamente, el cuadro resultante es bastante sombrío. Pero la cuestión no está en si es muy sombrío o no, sino en saber si es verdadero, si responde o no en sus rasgos fundamentales a la verdad de las cosas. Mi convicción es que sí responde a la realidad. No podemos engañarnos con actos multitudinarios ocasionales o con templos abarrotados dos o tres veces al año. El diagnóstico global de la sociedad se acerca bastante, creo yo, a lo que acabo de describir. Las tendencias dominantes van en esa dirección. Así estamos desde la década de los ochenta y todavía no hemos tocado fondo. Ésa es al menos mi percepción y mi convicción.

Pero la reacción ante este diagnóstico no puede ser la resignación ni el abatimiento. Los cristianos no podemos ser pesimistas. Pero tampoco podemos ser cobardes ni conformistas. Y una manera de cobardía y de falta de confianza en Dios es no tener el valor de mirar de frente la realidad y no llamar las cosas por su nombre. Si lamentamos esta situación no es porque hayamos perdido los católicos el dominio del clima espiritual de la sociedad, ni porque pretendamos imponer a nadie nuestras convicciones. Ahora mismo somos lo que somos, pero sentimos pena por las carencias y los sufrimientos que lleva consigo inevitablemente la pérdida de la mentalidad y de la moral cristiana, la deshumanización de la vida personal, familiar y social, al margen de la sabiduría y de la voluntad de Dios. Si nos detenemos en estos análisis no es para recuperar poder, ni para condenar a nadie, sino para ver sinceramente en qué mundo estamos viviendo y buscar el modo de ayudar a nuestros conciudadanos a encontrar en Jesucristo la verdad de su vida y el gozo de la auténtica humanidad.

El proceso cultural que se está viviendo en España actualmente destruye la fe de muchos hermanos y nos lleva irremisiblemente a ver reducida la realidad de la Iglesia católica en España a una minoría. La inmensa mayoría de los españoles están bautizados. Pero la cuestión es si podemos considerar miembros de la Iglesia a quienes no conservan la fe de su bautismo ni tienen ninguna relación vital con la Iglesia. Tenemos la obligación de ser realistas, de aceptar la realidad tal como es y de procurar por todos los medios que nuestra Iglesia, si es minoría, sea una minoría activa, elocuente, significativa e interpelante. Para lograrlo tenemos que reaccionar seriamente y esta reacción tiene que ser religiosa, cristiana, eclesial, misionera. No se trata de resistir a los cambios para mantener la identidad histórica y política de nuestro país, ni mucho menos, como dicen algunos laicistas, para recuperar los privilegios y el poder social de otros tiempos. Renunciamos sinceramente a todo poder mundano y nunca nos hemos arrepentido de aquellas renuncias. 

Gracias a Dios nuestra Iglesia está cada vez más claramente separada de las instituciones políticas, más centrada en su ser religioso y misionero, más purificada de cualquier adherencia ideológica y mundana. Nuestra responsabilidad es la de conservar la fe de los españoles, anunciar el Evangelio y difundir la fe cristiana y católica, en pleno vigor y con plena eficacia personal y social, precisamente en estos momentos y en los años futuros, en este contexto espiritual y cultural, sin limitarnos a ningún grupo, ofreciendo a todos el mensaje y la persona de Jesús, actuando como luz que ilumina y fermento que purifica la nueva cultura y la nueva sociedad.

Seríamos gravemente culpables si no respondiésemos a estas llamadas del Señor o adoptásemos alguna salida falsa. Falsas salidas serían, por ejemplo, el miedo, el conformismo, la condescendencia, el integrismo, la politización de izquierdas o de derechas, el restauracionismo puramente exterior y formal, todo aquello que nos desvíe de una verdadera renovación de la vida cristiana y de la vida eclesial, todo lo que nos aparte de una profunda y vigorosa reacción espiritual, misionera y evangelizadora. El lema cristiano no es "dominar", sino "ayudar a vivir en la verdad". No en nuestra verdad, sino en la verdad de Jesús, en la verdad de Dios. La única reacción legítima ante esta situación tiene que ser una reacción auténticamente cristiana, inspirada en la fe, movida por la caridad y apoyada en la verdadera esperanza. no podemos ignorar, ni disimular esta situación. No podemos dejar de hacerle frente en el nombre del Señor. Los signos de los tiempos son una fuerte interpelación. La única respuesta verdadera se llama evangelización".

(SEBASTIÁN, F., Evangelizar, Encuentro, Madrid 2010, pp. 104-106).

4 comentarios:

  1. Estoy leyendo un libro que se llama "Cultura y Simulacro" de Jean Baudrillard. En general es un libro que trata sobre la conducta humana, sociedad, las masas. Hace alguna reflexión interesante sobre la religión y "las masas".

    Una de las reflexiones se ajusta al proceso secularizador que estamos viviendo. La psicología de las masas no es la de las personas. Aunque las masas estén compuestas por personas, se comportan de forma muy diferente. La masa influye en las personas, pero rara vez las personas influyen en las masas. Las masas no tienen religión, fe o creencia, simplemente se mueven allá donde les ofrezcan algo que le interese o les obliguen a ir. En otros tiempos, las masas eran religiosas porque el estado era religioso y obtenía beneficios de aparentar ser religioso. Hoy en día ser religioso, tener fe o comprometerse con la Iglesia es algo que de lo que no se obtiene nada, por lo que mas masas ignoran y hasta rechazan la religión.

    Pero Cristo ya sabía esto y por eso nos dejó la parábola de la levadura. La levadura es la que transforma la masa en pan. La masa de trigo no es agente activo de nada, se contentan con lo que tiene o le dan.

    Que Dios le bendiga D. Javier :D

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    1. Muchas gracias, Néstor.

      Interesante aportación sobre la psicología de masas. Muy revelador.

      Y me alegra que escriba aquí también, que es su casa.

      Un abrazo

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  2. A mi juicio, el problema fundamental no es nuevo en el fondo, sí en los accidentes; "es el problema del rico” aumentado por los medios de comunicación de masas y la consolidación del neoliberalismo a nivel mundial. La riqueza material era posible para muy pocos en los tiempos del Señor; hoy todos aspiran más o menos a ella

    Tiene razón la entrada: todavía no hemos tocado fondo; los católicos nos encontramos en uno de los momentos cruciales de nuestra historia. El asociacionismo en la Iglesia presenta hoy enormes dificultades pues no existe un asociacionismo seglar vertebrado sino muchos movimientos y asociaciones que responden más a opciones personales que a las necesidades reales de las diócesis; lo que se definiría como pluralismo, diversidad y yo defino como dispersión ineficaz.

    Es urgente y prioritaria la formación de un laicado en un asociacionismo no disperso ya que el Evangelio es de suyo creador de cultura. Evangelizar la cultura es evangelizar los rasgos característicos de un grupo humano, modos de pensar, y comportarse, y se necesita un esfuerzo consciente, metódico y común: "Para la Iglesia… llegar y convertir por la fuerza del evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes de inspiración y los modelos de vida de la humanidad que son contrarios a la palabra de Dios y al proyecto de la salvación" (Evangelii nuntiandi, Pablo IV).

    Uno de nuestros retos es “la cultura de masas”, lo he dicho más de una vez, porque los medios de comunicación de masas crean ese tipo de “cultura" y actúan sobre las mentes condicionando los espíritus y las conciencias. Se trata de un reto decisivo pues ha sido precisamente la irrupción de los medios de comunicación social en la vida moderna la que ha puesto el colofón al desconcierto de las mentes de nuestros contemporáneos. En ese nivel es donde se sitúa el nuevo terreno de la evangelización (además de la trasmisión familiar y la educación en colegios católicos). Este hecho de la civilización como tal es el que interpela a los cristianos.

    Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fín de la tierra (de las antífonas de Vísperas)

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    1. Julia María:

      Entre los puntos que trata, destaco, en primer lugar, mi acuerdo -tantas veces expresado y predicado en este blog- de las áreas fundamentales de evangelización: cultura-medios de comunicación, transmisión familiar y educación en colegios católicos. ¡¡Ahi!!, ahí se juega todo.

      Referente al concepto de nuevo cuño, es decir, acuñado por vd. de "dispersión eficaz", aplaudo hasta con las orejas. El asociacionismo católico, tan bueno, tan urgen, se desvertebra en opciones particularísimas, buscando cada uno lo suyo, con su propia jerga y su propia "propaganda" de logros y éxitos mirando a todos por encima del hombre. ¡Qué horror!

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