Los comulgantes o los enfermos a
los que se les lleva la comunión a su hogar, deben prepararse con silencio para
la comunión y en el rito mismo poder orar en silencio cuando han recibido al
Señor:
“Antes de recibir la sagrada
Eucaristía es aconsejable recogerse por algún tiempo en silencio y meditación,
reconociendo así la dignidad del Sacramento y fomentando el gozo por la Venida del Señor. Y, por lo
que se refiere a los enfermos, será señal suficiente de su devoción y respeto
dedicar unos minutos a preparar su alma a tan profundo misterio” (Inst.
Inmensae caritatis, 3).
El
mismo rito señala algunos momentos de silencio que es importante preservar.
Se
comienza con el saludo y el acto penitencial, por ello, tras la invitación para
reconocer los pecados “se hace una breve pausa en silencio” (RCCE 28). Tras la
proclamación de la lectura bíblica, o de unos versículos evangélicos, “también
puede observarse en su lugar una pausa en silencio” (RCCE 29) para que la Palabra se medite
brevemente en el corazón. Finalmente, tras distribuir la comunión, se observa
un silencio de acción de gracias: “Si se juzga conveniente, se puede observar
algún momento de silencio, o se puede entonar algún salmo o cántico de
alabanza” (RCCE 37) o, según el Ritual de la Unción y pastoral de enfermos: “Pueden seguir
unos momentos de silencio” (RU 107).
Específicamente
referido a la comunión a los enfermos, el ritual da un aviso lleno de sensatez,
en función del silencio y la oración: “También convendrá escoger el momento más
oportuno para el enfermo, evitando la coincidencia con los cuidados médicos,
horas de comidas, etc., con el fin de que disponga de un momento de calma
suficiente para atender al don que recibe y a la plegaria personal” (RU 64c).
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