martes, 30 de enero de 2024

La delicadeza como virtud (III)



2. Con los demás

            a) Talante espiritual

-La corrección fraterna pide una delicadeza sobrenatural, y se realiza una vez que se ha rezado por la otra persona y se ha pedido al Espíritu que ponga sus palabras en nuestra boca. Realizar la corrección en privado, estando calmados y con un tono de voz amable intentando más convencer que imponer o recriminar, sin humillar, firmes en aquello que decimos, pero muy suaves en el modo para no provocar rechazo en la corrección y que el otro, por rebeldía se haga fuerte en su error, sino suscitando aceptación y ganas de mejorar.




-La finura con los demás invita a esperar y confiar en el ritmo de crecimiento del otro, y tiene paciencia. Instruye, excita el deseo al mostrar el camino de la virtud y no acelera el crecimiento, pues puede ser perjudicial y aparente, sin que el fondo se haya tocado, las instancias psíquicas no hayan sido afectadas. Tener paciencia sin desanimarse, esperar sin imponer el propio ritmo de crecimiento a los demás.

-La delicadeza lleva a expresar y demostrar ternura y afecto, sin sentimentalismo falso, pero, según S. Pablo, “siendo cariñosos unos con otros”: una sonrisa, un gesto de cariño o ternura, una pequeña atención o detalle con alguien, un animar con una broma a quien está decaído, una palabra agradable y dulce que destruya un clima enrarecido, triste; ser instrumento de reconciliación en los pequeños y normales roces diarios. En esta delicadeza se procura que la caída del sol no nos sorprenda en nuestro enojo, sino que se sea capaz de pedir perdón antes de que acabe el día para que las heridas no sean profundas, sino que pronto, por el perdón, la reconciliación, se cicatricen lo antes posible. El modo de pedir perdón debe responder y adaptarse a la gravedad de la ofensa; muchas veces con una pequeña sonrisa está todo dicho, o un pequeño detalle.
 

            b) Las relaciones comunitarias y personales

            -La puntualidad es exigencia de amor fraterno y delicado para poder encontrarse con el otro. La puntualidad es llegar según el tiempo fijado, a una reunión o a una cita; también es delicadeza y finura acudir con prontitud cuando suene el teléfono, o cuando alguien nos llame o reclame.

            -La delicadeza procura entregarse a los demás mediante pequeños detalles: preocuparse por quien se ve triste o preocupado (pero sin insistir en exceso para no ser una carga para nadie), visitar brevemente a los enfermos (quedarse más tiempo si el enfermo lo requiere, pero no cansarlo nunca), saber sonreír siempre con dulzura cuando se encuentre a alguien, escuchar con atención y sin interrumpir a quien viene a desahogarse, sin impacientarse ni responder bruscamente.

            -Una finura exquisita de alma es permitir que los otros se encuentren con Dios mediante mi silencio. En este campo: respetar escrupulosamente los tiempos y lugares en los que hay que guardar silencio (la iglesia, sala de espera de un médico); bajo ningún concepto pegar nunca un portazo (o dejar una puerta abierta con peligro de que se cierra armando ruido), estar atentos y cerrar con cuidado y suavidad puertas y ventanas.

-La delicadeza vigila la lengua. Así, todo lo que no viene del Señor se rechaza y lo primero la crítica y el juicio: los chismes destruyen la caridad fraterna, la delicadeza nos impide participar en cualquier conversación que sea destructiva. La delicadeza y vigilancia de la lengua cuidará de, al gastar una broma o hacer un comentario sin mala intención, no decirlo de manera que a alguien le pueda sentar mal, o interpretarlo de forma errónea.

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