domingo, 26 de noviembre de 2023

Inclinaciones y genuflexiones (Ritos y gestos - I)



            La inclinación y la genuflexión son signos que entraron en la liturgia porque expresaban con mayor plasticidad la entrega y adoración a Dios.


            El hombre es cuerpo, y el cuerpo también forma parte de la liturgia, y tiene que expresar la fe, también corporalmente. Las posturas corporales, por una parte, expresan la actitud de fe de cada persona, y por otra alimentan y favorecen esa misma actitud. Y lo mismo sucede a nivel comunitario:

           “Los gestos y posturas corporales, tanto del sacerdote, del diácono y de los ministros, como del pueblo, deben tender a que toda la celebración resplandezca por el noble decoro y por la sencillez, a que se comprenda el significado verdadero y pleno de cada una de sus diversas partes y a que se favorezca la participación de todos. Así, pues, se tendrá que prestar atención a aquellas cosas que se establecen por esta Instrucción general y por la praxis tradicional del Rito romano, y a aquellas que contribuyan al bien común espiritual del pueblo de Dios, más que al deseo o a las inclinaciones privadas.
           La uniformidad de las posturas, que debe ser observada por todos participantes, es signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana congregados para la sagrada Liturgia: expresa y promueve, en efecto, la intención y los sentimientos de los participantes” (IGMR 42).


                                                             Las inclinaciones

            Inclinar la cabeza o medio cuerpo es un gesto muy común para indicar respeto y reconocimiento de la superioridad de otro. Se usa no sólo en la liturgia, sino también en la vida social. Al pasar delante de una bandera nacional, o ante una autoridad, inclinar la cabeza tiene un sentido universalmente usado y entendido. En nuestras celebraciones lo hacemos en diversos momentos:

            -inclinamos la cabeza: al nombre de Jesucristo, en el gloria, al pasar delante del obispo...

            -inclinamos el cuerpo:

                        -ante el Santísimo,

-ante el altar, al pasar delante de él, al llegar y al terminar la acción litúrgica (p.e. “venera el altar con un beso, y hecha la inclinación profunda...”, IGMR 186),

-después de mostrar el pan y el Vino consagrados (si por enfermedad o causa justa hemos tenido quedarnos en pie: “Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración”, IGMR 43),

-a las palabras: "Y por obra del Espíritu Santo...": “A las palabras: y por la obra del Espíritu Santo, etc., o que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, todos se inclinan profundamente; y en las solemnidades de la Anunciación y de Navidad del Señor, se arrodillan” (IGMR 137),

-antes de comulgar: “Cuando comulgan estando de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia, la cual debe ser determinada por las mismas normas” (IGMR 160), y también “Cuando los fieles comulgan de rodillas no se exige de ellos otra signo de reverencia para con el Santísimo Sacramento, porque la misma genuflexión expresa adoración. Pero cuando se comulga de pie se recomienda -encarecidamente que los que se acercan procesionalmente hagan una reverencia debida antes de la recepción del Sacramento en lugar y tiempo oportuno para que no se entorpezca el acceso y retiro de los fieles” (EucharisticumMysterium, 34b).

-cuando se imparte la bendición...

            Una inclinación así, sencilla o profunda, es un gesto claramente expresivo del humilde respeto que sentimos ante una persona o en el momento en que pronunciamos una oración de humildad ante Dios.


            La normativa actual prescribe:

“Con la inclinación se significa la reverencia y el honor que se tributan a las personas mismas o a aquello que las significan.

Hay dos especies de inclinaciones: de cabeza y de cuerpo.

a) La inclinación de la cabeza se hace al nombre de Jesús, de la Bienaventurada Virgen María y del Santo en cuyo honor se celebra la Misa o la Liturgia de las Horas.
b) La inclinación del cuerpo, o inclinación profunda, se hace: al altar, cuando en él no está presente el Santísimo Sacramento; al Obispo; antes y después de la incensación...; cada vez que los distintos libros litúrgicos lo ordenan expresamente” (Caeremonialeepiscoporum, n. 68).

“Saludan al altar con inclinación profunda todos los que se acercan al presbiterio, o se retiran de él, o pasan delante de él” (Caeremonialeepiscoporum, n. 72).

                                                               La genuflexión

            En la misma actitud de respeto, subrayando humildad y adoración, está la genuflexión. Es un gesto heredado de la cultura romana, como signo de respeto ante personas constituidas en autoridad. Y desde el siglo XII-XIII se ha convertido en el más popular signo de nuestra adoración al Señor presente en la Eucaristía[1].

            Es importante hacerla bien. Lo primero al entrar en una iglesia, es siempre acercarse a la capilla del sagrario, hacer genuflexión y adorar al Señor.

                                   “Ante el Santísimo Sacramento, guardado en el sagrario o expuesto públicamente, manténgase la práctica venerable de la genuflexión en señal de adoración. Este acto requiere que se le dé un profundo contenido. Para que el corazón se incline ante Dios con profunda reverencia, la genuflexión no sea ni apresurada ni distraída (Sgda. Cong. para los Sacramentos y el Culto Divino, Inestimabiledonum, 1980, n. 26).

            Y siempre, en la consagración en rito romano, estamos de rodillas en adoración:

           “Un signo convincente de la eficacia que la catequesis eucarística tiene en los fieles es sin duda el crecimiento en ellos del sentido del misterio de Dios presente entre nosotros. Eso se puede comprobar a través de manifestaciones específicas de veneración de la Eucaristía, hacia la cual el itinerario mistagógico debe introducir a los fieles. Pienso, en general, en la importancia de los gestos y de la postura, como arrodillarse durante los momentos principales de la Plegaria eucarística” (Benedicto XVI, Sacramentumcaritatis, 65).

            Así pues, “en la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor” (CAT 1378).

           “La genuflexión –que se hace sólo con la rodilla derecha, doblándola hasta el piso- significa adoración, y por esta razón se reserva al Santísimo Sacramento, sea que esté expuesto, sea que esté reservado en el sagrario; también a la Santa Cruz desde la solemne adoración dentro de la Acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor, hasta el principio de la Vigilia pascual.

           No hacen genuflexión ni inclinación profunda aquellos que porten objetos, que se usan en la celebración, como por ejemplo, la cruz, los cirios, el Evangeliario” (Caeremoniale, nn. 69-70).




    [1]Ya sólo existe la genuflexión sencilla, se ha suprimido la doble delante del Santísimo. (R. del Culto a la Eucaristía, 1973, nº 84).

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