La
inclinación y la genuflexión son signos que entraron en la liturgia porque
expresaban con mayor plasticidad la entrega y adoración a Dios.
El
hombre es cuerpo, y el cuerpo también forma parte de la liturgia, y tiene que
expresar la fe, también corporalmente. Las posturas
corporales, por una parte, expresan la actitud de fe de cada persona, y por
otra alimentan y favorecen esa misma actitud. Y lo mismo sucede a nivel
comunitario:
“Los gestos y posturas corporales, tanto del sacerdote,
del diácono y de los ministros, como del pueblo, deben tender a que toda la
celebración resplandezca por el noble decoro y por la sencillez, a que se
comprenda el significado verdadero y pleno de cada una de sus diversas partes y
a que se favorezca la participación de todos. Así, pues, se tendrá que prestar
atención a aquellas cosas que se establecen por esta Instrucción general y por
la praxis tradicional del Rito romano, y a aquellas que contribuyan al bien
común espiritual del pueblo de Dios, más que al deseo o a las inclinaciones
privadas.
La uniformidad de las posturas, que debe ser observada por
todos participantes, es signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana
congregados para la sagrada Liturgia: expresa y promueve, en efecto, la
intención y los sentimientos de los participantes” (IGMR 42).
Las
inclinaciones
Inclinar
la cabeza o medio cuerpo es un gesto muy común para indicar respeto y
reconocimiento de la superioridad de otro. Se usa no sólo en la liturgia, sino
también en la vida social. Al pasar delante de una bandera nacional, o ante una
autoridad, inclinar la cabeza tiene un sentido universalmente usado y
entendido. En nuestras celebraciones lo hacemos en diversos momentos:
-inclinamos
la cabeza: al nombre de Jesucristo, en el gloria, al pasar delante del
obispo...
-inclinamos
el cuerpo:
-ante
el Santísimo,
-ante el altar, al
pasar delante de él, al llegar y al terminar la acción litúrgica (p.e. “venera
el altar con un beso, y hecha la inclinación profunda...”, IGMR 186),
-después de mostrar el
pan y el Vino consagrados (si por enfermedad o causa justa hemos tenido
quedarnos en pie: “Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de
salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras
causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se
arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras
el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración”, IGMR 43),
-a las palabras:
"Y por obra del Espíritu Santo...": “A las palabras: y por la obra
del Espíritu Santo, etc., o que fue concebido por obra y gracia del Espíritu
Santo, todos se inclinan profundamente; y en las solemnidades de la Anunciación
y de Navidad del Señor, se arrodillan” (IGMR 137),
-antes de comulgar: “Cuando
comulgan estando de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento,
hagan la debida reverencia, la cual debe ser determinada por las mismas normas”
(IGMR 160), y también “Cuando los fieles comulgan de rodillas no se exige de
ellos otra signo de reverencia para con el Santísimo Sacramento, porque la
misma genuflexión expresa adoración. Pero cuando se comulga de pie se
recomienda -encarecidamente que los que se acercan procesionalmente hagan una
reverencia debida antes de la recepción del Sacramento en lugar y tiempo
oportuno para que no se entorpezca el acceso y retiro de los fieles”
(EucharisticumMysterium, 34b).
-cuando se imparte la
bendición...
Una
inclinación así, sencilla o profunda, es un gesto claramente expresivo del
humilde respeto que sentimos ante una persona o en el momento en que
pronunciamos una oración de humildad ante Dios.
La
normativa actual prescribe:
“Con la inclinación se
significa la reverencia y el honor que se tributan a las personas mismas o a
aquello que las significan.
Hay dos especies de
inclinaciones: de cabeza y de cuerpo.
a) La inclinación de la
cabeza se hace al nombre de Jesús, de la Bienaventurada Virgen María y del
Santo en cuyo honor se celebra la Misa o la Liturgia de las Horas.
b) La inclinación del
cuerpo, o inclinación profunda, se hace: al altar, cuando en él no está
presente el Santísimo Sacramento; al Obispo; antes y después de la incensación...;
cada vez que los distintos libros litúrgicos lo ordenan expresamente”
(Caeremonialeepiscoporum, n. 68).
“Saludan al altar con
inclinación profunda todos los que se acercan al presbiterio, o se retiran de
él, o pasan delante de él” (Caeremonialeepiscoporum, n. 72).
La
genuflexión
En
la misma actitud de respeto, subrayando humildad y adoración, está la
genuflexión. Es un gesto heredado de la cultura romana, como signo de respeto
ante personas constituidas en autoridad. Y desde el siglo XII-XIII se ha
convertido en el más popular signo de nuestra adoración al Señor presente en la
Eucaristía[1].
Es
importante hacerla bien. Lo primero al entrar en una iglesia, es siempre
acercarse a la capilla del sagrario, hacer genuflexión y adorar al Señor.
“Ante el
Santísimo Sacramento, guardado en el sagrario o expuesto públicamente,
manténgase la práctica venerable de la genuflexión en señal de adoración. Este
acto requiere que se le dé un profundo contenido. Para que el corazón se
incline ante Dios con profunda reverencia, la genuflexión no sea ni apresurada
ni distraída (Sgda. Cong. para los Sacramentos y el Culto Divino, Inestimabiledonum,
1980, n. 26).
Y
siempre, en la consagración en rito romano, estamos de rodillas en adoración:
“Un signo convincente de la eficacia que la catequesis
eucarística tiene en los fieles es sin duda el crecimiento en ellos del sentido
del misterio de Dios presente entre nosotros. Eso se puede comprobar a través
de manifestaciones específicas de veneración de la Eucaristía, hacia la cual el
itinerario mistagógico debe introducir a los fieles. Pienso, en general, en la
importancia de los gestos y de la postura, como arrodillarse durante los
momentos principales de la Plegaria eucarística” (Benedicto XVI,
Sacramentumcaritatis, 65).
Así
pues, “en la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de
Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos
o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor” (CAT 1378).
“La genuflexión –que se hace sólo con la rodilla derecha,
doblándola hasta el piso- significa adoración, y por esta razón se reserva al
Santísimo Sacramento, sea que esté expuesto, sea que esté reservado en el
sagrario; también a la Santa Cruz desde la solemne adoración dentro de la
Acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor, hasta el principio
de la Vigilia pascual.
No hacen genuflexión ni inclinación profunda aquellos que
porten objetos, que se usan en la celebración, como por ejemplo, la cruz, los
cirios, el Evangeliario” (Caeremoniale, nn. 69-70).
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