viernes, 10 de noviembre de 2023

Caminantes dóciles (Palabras sobre la santidad - CXIV)



            Hay un rasgo que es muy común en los santos, que se suele repetir con variaciones distintas: fueron caminantes. Lo cual significa que siguieron a Cristo y que Cristo les iba marcando el camino por el que transitar. Ellos fueron dóciles, obedientes, e iban caminando sin rechistar.



            Tal vez, en un momento dado, al principio, soñaron con un modo de vida, un proyecto, una tarea, y dieron los primeros pasos. Pero Dios irrumpió de mil formas distintas y hubieron de abandonar el proyecto inicial, el camino que ellos habían decidido, por otro, tal vez muy distinto, pero que era el plan concretísimo de Dios.

            Santa Ángela de la Cruz pensó que su vocación era ser carmelita descalza y vivió como tal en su vida seglar, pero no fue admitida. Tampoco cuajó su experiencia de postulantado en las Hijas de la Caridad. Dios quería otro camino para ella: el servicio de la caridad de los pobres fundando la Compañía de la Cruz.


            En otros santos, Dios iba actuando providencialmente, mediante personas o circunstancias que iban dando luz para mostrar su voluntad y que suponían una inflexión en sus vidas, un cambio determinante.

            Santo Domingo de Guzmán, feliz como canónigo regular en Osma, verá cómo el viaje que tuvo que realizar con su obispo Diego le cambiará la vida: verá la herejía extendida en el sur de Francia y su camino será la predicación, a pie, dando lugar a la Orden de Predicadores.

            O santa Teresa de Jesús: en el monasterio de la Encarnación de Ávila, con sus enfermedades, con su mediocre entrega al Señor, con el inicio de una vida de oración, y la compañía y el diálogo con otras almas, va viendo que el Señor le pide fundar una realidad nueva, un convento que se ajuste más a la Regla primitiva del Carmelo. Un cúmulo de circunstancias y personas fueron el instrumento del Señor para señalarle su camino propio, dejando su querido Monasterio de la Encarnación y su linda y espaciosa celda para lanzarse luego por los caminos de Castilla fundando conventos.

            Los casos podrían multiplicarse y los hallamos a medida que conocemos más vidas de santos. No se aferran a su plan original. No planean ni planifican. Se dejan llevar por Dios, cambian de planes y de orientación según Dios los vaya llevando. Al santo le toca caminar. Llegará adonde no soñó, ni imaginó y tal vez voluntariamente nunca habría ido. Lo vivieron con docilidad. Querían los planes de Dios, el mayor servicio a Dios, y se dejaron conducir, discerniendo y consultando. Si no hubieran tenido docilidad, no habrían podido percibir los signos de Dios, ni los hubieran discernido, ni hubieran creído a sus confesores o directores espirituales por un orgullo intelectual (¡cuántos hay que rechazan cualquier indicación, que piensa ser guías de sí mismos, siempre tozudos!). Harían vana la gracia de Dios, la hubieran dejado caer en saco roto, la hubieran frustrado por la prepotencia de creerse más inteligentes que los demás y seguir su propio proyecto vital… que sería suyo, pero no era el que Dios quería y les indicaba.

            Tuvieron los santos la humildad de cambiar su camino, de modificarlo, de ir por otros vericuetos, aunque sintiesen la incomprensión de los suyos, el escándalo de los conocidos, y la inquietud natural de asumir otra dirección en sus vidas. Pero caminaron con docilidad por donde Dios los iba llevando.

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