"El
hombre está creado para alabar, servir, reverenciar y dar
gloria a Dios"[1], y la
glorificación de Dios es un elemento fundamental de la vida del cristiano.
Contemplando las mirabilia Dei, lo que Dios ha hecho por su pueblo por amor,
sólo puede responder mediante la adoración, la alabanza, la glorificación.
El Catecismo de la Iglesia Católica
presenta así este elemento de adoración:
La
adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su
Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho y la omnipotencia del
Salvador que nos libra del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el
"Rey de la gloria" y el silencio respetuoso en presencia de Dios
"siempre mayor"[2].
Adorar es tener los ojos abiertos ante la vida, ante el
mundo, ante la acción de Dios hoy en la vida del cristiano y vivir agradecido
contemplando y gustando qué bueno es el Señor.
Adorar es bendecir a Dios, darle
gracias de corazón.
Adorar es vivir la existencia como don, estando abierto a
todo y a todos, sabiendo disfrutar, reír, gozar... en un proceso de maduración
(homo viator) a lo largo de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario