miércoles, 2 de abril de 2014

Creo en el Espíritu Santo... (V)

El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Trinidad, junto al Padre y al Hijo, y dándose a nosotros nos introduce en la vida de Dios, en la Comunión de Amor.







Por el Espíritu Santo se nos comunica la vida y la redención; por el Espíritu Santo, somos santificados, divinizados; por el Espíritu Santo avanzamos en la comprensión del Misterio y de la Revelación; por el Espíritu Santo somos agraciados con distintos dones y carismas para el bien común; por el Espíritu Santo somos robustecidos para nuestro testimonio cristiano en el mundo; por el Espíritu Santo vamos configurándonos a Cristo y Cristo toma forma en nosotros.

El Espíritu Santo lleva nuestra vida cristiana a su plenitud, si somos dóciles a su acción y a sus mociones.

Creemos en el Espíritu Santo, profesamos nuestra fe en Él, lo pedimos insistentemente para que el Padre por su Hijo lo derrame desde el cielo.



Creo en el Espíritu Santo.


"n. 10. Creemos también en el Espíritu Santo, que procede del Padre, pero no es hijo; que permanece en el hijo, sin ser su padre; que recibe del hijo, pero no es hijo del hijo, sino Espíritu del Padre y del Hijo, Espíritu Santo y Dios también él.

En efecto, no tendría tal templo si no fuera Dios. Por eso dice el Apóstol: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo en vosotros, espíritu que tenéis de Dios?

No son templo de una criatura, sino del creador. ¡Lejos de nosotros pensar que somos templo de una criatura, diciendo el Apóstol: El templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros!

En esta Trinidad, ninguna cosa es mayor o menor que otra, no existe ninguna separación en el obrar ni desemejanza en la sustancia. Un único Dios Padre, un único Dios Hijo y un único Dios Espíritu Santo. Pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres dioses, sino un solo Dios, de manera que el Padre no es el Hijo, ni el Hijo el Padre, ni el Espíritu Santo el Padre o el Hijo, sino que el Padre es Padre del Hijo, y el Hijo, hijo del Padre, y el Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo.

Cada uno es Dios, y la misma Trinidad es un solo Dios.

Que esta fe empape vuestros corazones y dirija vuestra confesión. Cuando escuchéis el símbolo, creedlo para entenderlo, para que, a medida que progresáis, podáis comprender lo que creéis".

(S. Agustín, Serm. 214, n. 10).

9 comentarios:

  1. Levanto los ojos unos momentos de los Reglamentos comunitarios para un “breve”, dada la densidad del tema, comentario. Se dice que es el gran desconocido y lo es no únicamente en el sentido de no ser tenido en cuenta, sino también en el error de concepción que sobre Él muestran muchos católicos. Los no creyentes nos reprochan justamente que los católicos repetimos determinadas palabras como especies de “mantras” mágicos como si hablásemos de muñecos sujetos a mecanismos automáticos. Así se habla, por desgracia, del Espíritu Santo, de gracia, don, carisma y esta situación, aunque pensemos lo contrario, “echa para atrás” a muchos no creyentes ¿Por qué se conoce tan mal al Espíritu Santo? Muchas y variadas son las razones objetivas y subjetivas pero mejor que señalar estas razones, es señalar la solución: una correcta catequesis.

    La palabra espíritu designa el aliento, la vida. Los Padres entendieron que Jesús es el Hijo divino eterno, suprema revelación del Padre y revelación del Espíritu Santo. El Concilio XI de Toledo explicó al Espíritu Santo señalando su procedencia del Padre y del Hijo, la caridad y santidad de “entrambos”. En la catequesis tradicional sobre el Espíritu Santo se dice que sólo sabemos de Él lo que la revelación nos enseña, que El Padre y el Hijo se atraen el uno al otro con amor mutuo, se dan el uno al otro, y ese amor mutuo es una persona, el Espíritu Santo. En consecuencia, la Iglesia identifica a la Persona tercera de la Trinidad como el Amor de Dios y, por ello, le atribuye la santificación de los hombres.

    Al Espíritu sólo se le puede denominar con verdad, si no queremos perseguir sueños fantásticos ni recurrir a argumentos “sospechosos”, diciendo que es el Espíritu de Jesús de Nazaret. El paso obligado por Jesús es el principio de realidad (y no de evasión) que exige que el Espíritu sea valorado sobre las palabras y la vida del Señor (El Espíritu Santo os recordará todo lo que yo os he dicho). Jesús es la roca que sirve de cimiento según la realidad y no según un orden imaginario. Se entra en la vía del Espíritu entendiendo el vínculo entre Jesús y el Padre, entre Jesús y el Espíritu. Un teólogo protestante lo dice clara y magistralmente: el Espíritu Santo es cristológico; sólo tiene intención de hablar de Jesucristo. Cuando se le separa de Cristo en su realidad histórica, sus palabras y su vida, se esconde y como mucho se tiene de Él un residuo, si no un falso Espíritu. El error frecuente es olvidar su gravitación cristológica.

    Entender el problema de cómo se unen Espíritu Santo y libertad humana, gracia y libertad, es complejo pero ha sido bastante estudiado. Como Dios no nos creó como marionetas, la asistencia del Paráclito no es causalidad mecánica ni implica correspondencia automática, el hombre bajo la influencia de la gracia sigue siendo libre no sólo por no oposición sino también porque la gracia eficaz tampoco le empuja como si fuese un cuerpo inerte. El hombre es una causa segunda pero causa inteligente y libre y el Espíritu Santo respeta la naturaleza de las causas segundas.

    ¡Concédenos vivir con toda plenitud el misterio de la Iglesia! (de laudes)

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    1. Julia María:

      Señora mía, callo pasmado y admirado ante su elocuencia. Mejor callar que hablar y estropear lo que vd. ha expresado mucho mejor que lo haría yo.

      Un saludo, deferente, correctísimo.

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    2. A su benevolencia corresponde mi gratitud por el afecto que tan generosamente me brinda. Lo que sé y aún no ha tomado carne, lo que conozco y, digerido, se ha convertido en carne propia, todo ello se lo debo a la Iglesia, en sus santos y en sus sacerdotes, con ellos y por ellos mi oración de acción de gracias.

      Un abrazo.

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  2. El concepto de infinito y el de no-materia se dan la mano. Los referentes carnales y finitos, que son los humanos, son completamente inservibles para siquiera intuir la TRINIDAD.
    Intuyo que cualquier palabra humana es un intento esteril para acercarse a prodigio semejante. Yo no lo intento, es mucho mejor dejar hacer al Espíritu Santo, que sopla donde quiere. Alabado sea DIOS.
    Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. Antonio, no quiero molestarle, pero debo aclarar de cara a los lectores del blog un extremo.

      Cada hombre, como ser libre creado por Dios, puede elegir un camino, es una decisión personal, que conlleva la responsabilidad inherente a la libertad. De esta decisión, nada decimos los demás excepto en el caso de tratarse de un familiar, amigo o en el caso del director espiritual y el confesor y ellos, incluso, respetando la decisión última del sujeto. Por tanto, en cuanto a su decisión respecto al Espíritu Santo no tengo nada que decir.

      Sin embargo, cuando vd dice que “los referentes carnales y finitos que son los humanos son completamente inservibles para siquiera intuir la Trinidad” y que “cualquier palabra humana es un intento estéril”, realiza una afirmación que 'tira por tierra', ataca frontalmente la entrega de la vida de santos que están en los altares, de santos que no están en el altar, de buenos sacerdotes y, desde hace ya tiempo, de laicos, que han puesto su inteligencia y voluntad, su tiempo y sus familias al servicio del conocimiento de Cristo, al servicio del Señor y al servicio de la evangelización.

      Lo que vd afirma no es objetivamente cierto y puede inducir a confusión a quienes lo lean. El hombre no puede comprehender a Dios, es decir abarcarle en su totalidad, pero si puede comprender a Dios en Cristo y al Espíritu Santo en cuanto Espíritu y testigo de Cristo porque para ello Dios se hizo hombre en Jesús de Nazaret en un momento histórico concreto. Muchas de las increpaciones y “enfados” de Nuestro Señor lo abonan; uno que me gusta especialmente: “Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho”.

      Saludos

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  3. Julia María, no me molesta en absoluto, sino todo lo contrario. No, lo que yo afirmo no es objetivamente cierto, porque como escribo, es tan solo una intuición. Una intución no es una afirmación. Somos Babel, aunque empleemos el mismo idioma. Y aún así, intuyo que estamos diciendo exactamente lo mismo. Porque la santidad, y la bondad, son cosas del Espíritu Santo, y por tanto, es la acción del Espíritu Santo la que lo hace. Si, decididamente estoy convencido de que estamos diciendo exactamente lo mismo. Muchas gracias por sus precisiones, puntualizaciones, matizaciones, y comentarios.
    Abrazos en CRISTO. DIOS la bendiga.

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    1. Antonio, no estamos diciendo lo mismo pues yo hablo de la razón y de la palabra que es trasmisible en la fe mientras vd habla de “intuir” que, por pertenecer a la esfera del sentimiento (y al nivel profético entendido como videncia), no se puede elevar a categoría ni trasmitir. En ese plano de intuición entiendo que utiliza el término Babel pues en él no es factible el diálogo ni la puesta en común; en afirmaciones basadas en “lo que siento” no se produce la palabra compartida excepto en los escasos supuestos de amistad muy íntima.

      Lo que yo siento no es extrapolable, es subjetivo y en el plano de la subjetividad me mantengo en la isla de mi individualidad. No quisiera ser mal interpretada, todos podemos hablar como decidamos hacerlo pues Dios nos hizo libres y en consecuencia responsables, pero no decimos lo mismo.

      La ciudad de Babel remite, fuera de sentidos figurados, a la soberbia, “hagamos una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo” (babel: puerta del cielo) y ni en mi ni en mis “maestros humanos” existe tal pretensión. Aunque a veces se una Babel al ejercicio de la razón, esto no es correcto, ya lo dejaron claro los Papas anteriores al Papa Francisco; Babel debe remitirse a la pretensión del hombre de condicionar a Dios en cualquier modo, pero esta pretensión no tiene ninguna relación con considerar que Dios como causa primera no excluye la razón, la palabra y el esfuerzo de la causa segunda, el hombre sino que más bien los determinan pues así Él lo quiso, ya que a imagen suya fuimos creados, y porque su Palabra que es Jesús lo pide de forma reiterada.

      Un saludo


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    2. ¿Hay algo que incomunique más que la soberbia? Si lo hay, serán pocas cosas.
      No, lo que yo siento no es extrapolable. Pero los sentimientos también son comunicados y pueden ser compartidos, por muy subjetivos que sea. Si, ciertamente construyen la isla de la individualidad. Y aislarían, si para mi, mis percepciones, intuiciones, sentimientos, sensaciones, emociones, fueran decisorios, pero todo ese corpus individual, es para mi perfectamente prescindible y secundario a la hora de "discernir"(Nótese que va entre comillas). No son para mi criterios para centrar mi vida, y dirigirla. Pero si puedo escribirlos y compartirlos. Son hechos, por muy subjetivos que se consideren, o que sean. Puedo compartirlos e incluso disfrutarlos.
      Abrazos en CRISTO. DIOS la bendiga.

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    3. Tengo el defecto de enfadarle. Dado el tenor de su comentario, me he debido de explicar muy mal o bien no me ha entendido, aunque al escribir preventivamente que no quería malas interpretaciones, he repetido varias veces que todos somos libres y responsables para decir lo que estimemos oportuno. Es decir no he negado en ningún momento que vd, como todos y cada uno, podamos escribir lo que nos parezca que debemos escribir.

      Mi comentario, largo como siempre porque me excedo en fundamentar (explicar) las consideraciones que hago - un inciso: bromeo achacándolo a mi profesión pero lo hago intencionadamente, aunque me han atacado a veces por hacerlo, y lo hago porque creo que es absolutamente necesario fundamentar en profundidad y correctamente para el bien de la Iglesia y del mundo en una época como la nuestra en la que se afirma sin más, sin fundamento alguno, cualquier opinión- mi comentario, estaba diciendo, se limitaba a expresar que no decíamos lo mismo vd y yo en nuestros comentarios. Y me sentía obligada a hacerlo de cara a los lectores porque vd había escrito: " intuyo que estamos diciendo exactamente lo mismo" "Si, decididamente estoy convencido de que estamos diciendo exactamente lo mismo".

      Todo mi comentario se dirigía a clarificar que no decíamos vd y yo lo mismo; el resto del comentario era la fundamentación de esta aseveración. Y en esa fundamentación se incluían las consideraciones hechas respecto a la intuición y el sentimiento que eran genéricas, fundadas en la psicología, filosofía y en la fe, y no constituían calificación alguna sobre vd. Y en ella se incluía, también la referencia a la soberbia pues vd citaba a la ciudad de Babel, símbolo de la soberbia.

      Repito que en todos mis comentarios he dejado a salvo el derecho a expresarnos todos como estimemos oportuno. Cosa diferente es que de cara a los lectores, pues estamos en un "medio público" podamos y debamos, en orden a la progresión en la fe de todos nosotros, precisar lo que creemos necesario, mucho más cuando don Javier desde el principio ha expresado su deseo de constituir una comunidad en el blog.

      Por supuesto que la soberbia incomunica, pero durante mucho tiempo y aún hoy a pesar del esfuerzo de los últimos Papas se confunde soberbia con ejercicio de la razón y de la palabra. Lo que yo intentaba expresar es la falsedad de esa identificación pues se puede ser muy soberbio "razonando" mucho y también "razonando" muy poco, y muy humilde "razonando" mucho y poco humilde "razonando" poco, al igual que se puede ser "rico" no teniendo medios materiales y "pobre" teniéndolos. No son los medios, sino el corazón, el motivo, el espíritu que te guía.

      Antonio dice en su último comentario: "las percepciones sentimientos... Son hechos, por muy subjetivos que se consideren, o sean" . Objetivamente hablando, no se pueden considerar como hechos, los hechos son objetivos. Hemos pasado en la Iglesia por muchas fases desde el repudio del sentimiento y de la razón, con exageración de la formalidad hasta la exaltación del sentimiento y "la experiencia", pasando por muchas fases intermedias pero excepto en los últimos Papas se ha explicado poco lo importante que es la razón para la fe y es increíble que esto se haya producido tan tarde en la Iglesia porque Jesús grita desde todas las páginas del Evangelio: Pensad. La fe exige una entrega de todo el hombre, ni es puro sentimiento ni racionalismo, somos un microcosmos maravilloso creado por Dios en el que cada facultad debe ocupar su lugar y realizar su función del mismo modo que lo hacen nuestros órganos físicos.

      En todo caso, le pido perdón como otra veces he hecho y, por mi parte, doy por cerrado el tema.

      Un saludo.

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