Espacio gozososísimo, lleno de alegría, un gran domingo en siete semanas: así será el tiempo Pascual, los cincuenta días de Pascua que comienzan con la Vigilia Pascual y terminan con el día de Pentecostés.
Fiesta de las fiestas, los cincuenta días de Pascua fueron vividos, según la Tradición, con solemnidad y con júbilo interior, una santa e irrefrenable alegría porque la Pascua es el "día que hizo el Señor", en que desplegó su poder resucitando a Jesús de entre los muertos.
Estos principios son constantes en los escritos de la Tradición de la Iglesia, en la enseñanza de los Padres y en la vida de los fieles. Sólo cuando la perspectiva espiritual se desplaza del Misterio a los sentimientos afectivos quedándose en los aspectos visibles, a veces doloristas, de la Humanidad de Jesús, la Semana Santa acaparará todo, y la cincuentena pascual se quedará un tanto extraña, vacía de sentido y contenido, rellenándose con otros elementos de corte devocional que no es el caso analizar ahora y aquí.
La cincuentena pascual, llamada en griego tiempo "de pentecostés", era un tiempo amadísimo por los fieles y celebrado particularmente, sobre todo después del tiempo de ayuno y penitencia previos como preparación. Tertuliano explica en el Tratado De oratione, cap. 23, que es costumbre arrodillarse en días de ayuno y de estación y también para
la oración de la mañana, pero esta costumbre no debe observarse en
Pascua y Pentecostés. Arrodillarse siempre ha sido signo penitencial, y tan claro lo tenía la Iglesia, que prohibe dicha postura durante los cincuenta días de Pascua. De hecho, aún hoy, cuando en alguna liturgia solemne (Ordenaciones, profesión religiosa...) durante la cincuentena se cantan las letanías de los santos, se cantan estando todos de pie, mientras que durante el resto del año litúrgico se cantan estando todos de rodillas.
“Con respecto a arrodillarse también, la oración es sujeto de diversidad de observancia, por el hecho de que algunos se abstienen de arrodillarse en Sabbat; y ya que esta disensión esta en juicio ante las iglesias, El Señor dará su gracia para que los disensores se calmen, o ofrezcan su opinión sin ofender a otros...
Nosotros, sin embargo, según la tradición que hemos recibido, únicamente el día de la resurrección del Señor debemos abstenernos, no sólo de esto [orar de rodillas], sino de todas las preocupaciones que dominan nuestros sentimientos y nuestra actividad, dejando incluso los negios a fin de no dar lugar al diablo. Lo mismo ocurre durante el período de pentecostés, que goza de la misma solemnidad y alegría" (De oratione, 23).
Y lo mismo repetirá en otro tratado:
Durante los cincuenta días de Pascua ninguna penitencia se puede hacer, ni ningún ayuno ni privación, ni siquiera, en la Iglesia primitiva, la postura de orar de rodillas.
"Nosotros consideramos que el doming no está permitido ayunar ni orar de rodillas. Del mismo privilegio gozamos el día de Pascua y durante el período de pentecostés" (De corona, 3).
Durante los cincuenta días de Pascua ninguna penitencia se puede hacer, ni ningún ayuno ni privación, ni siquiera, en la Iglesia primitiva, la postura de orar de rodillas.
Los cincuenta días gozan de la misma solemnidad y alegría que cualquier domingo. Es más, se vive con el gozo espiritual de un domingo y la liturgia misma inculca ese sentido festivo en los hijos de la Iglesia.
Repitámoslo: cincuenta días cada uno de ellos vivido como si fuese un domingo.
Este es gozo de la Pascua para todos.
Los tiempos litúrgicos son muy pedagógicos. Me da por pensar que la Alegría habría de ser permanente, una constante en todo tiempo, en toda época y en todo gozo y tribulación. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
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