Sugerente discurso del papa Benedicto XVI; también un interrogante ante lo que se vive hoy, donde la Belleza es proscrita, se sustituye por un arte de consumo y en la Iglesia misma, más que la Belleza, se ve una disgregación: esteticismo en las formas, desconfianza del arte... o mal gusto, simplemente.
"Nuestro encuentro de hoy, en el que tengo la alegría y la curiosidad de admirar vuestras obras, quiere ser una nueva etapa de ese recorrido de amistad y de diálogo que emprendimos el 21 de noviembre de 2009, en la Capilla Sixtina, un acontecimiento que llevo aún impreso en el alma.La Iglesia y los artistas vuelven a encontrarse, a hablarse, a apoyar la necesidad de un coloquio que quiere y debe llegar a ser cada vez más intenso y articulado, también para ofrecer a la cultura, es más, a las culturas de nuestro tiempo, un ejemplo elocuente de diálogo fecundo y eficaz, orientado a hacer este mundo nuestro más humano y más bello. Vosotros hoy me presentáis el fruto de vuestra creatividad, de vuestra reflexión, de vuestro talento, expresiones de los diversos ámbitos artísticos que representáis aquí: pintura, escultura, arquitectura, orfebrería, fotografía, cine, música, literatura y poesía. Antes de admirarlas junto a vosotros, permitidme que me detenga solo un momento en el sugerente título de esta Exposición: "El esplendor de la verdad, la belleza de la caridad”.Precisamente en la homilía de la Misa pro eligendo pontifice, comentando la bella expresión de san Pablo de la Carta a los Efesios, veritatem facientes in caritate (4,15), definí el “hacer la verdad en la caridad” como una fórmula fundamental de la existencia cristiana. Y añadí: "En Cristo, coinciden verdad y caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida, verdad y caridad se funden. La caridad sin verdad estaría ciega: la verdad sin caridad sería como un 'címbalo que retiñe' (1Cor 13,1)”. Es precisamente desde la unión, quisiera decir desde la sinfonía, desde la perfecta armonía de verdad y caridad, de donde emana la auténtica belleza, capaz de suscitar admiración, maravilla y alegría verdadera en el corazón de los hombres.El mundo en que vivimos necesita que la verdad resplandezca y no sea ofuscada por la mentira o por la banalidad; necesita que la caridad inflame y no sea superada por el orgullo y por el egoísmo. Necesitamos que la belleza de la verdad y de la caridad alcance lo íntimo de nuestro corazón y lo haga más humano.Queridos amigos, quisiera renovaros a vosotros y a todos los artistas un llamamiento amistoso y apasionado: no separéis nunca la creatividad artística de la verdad y de la caridad, no busquéis nunca la belleza lejos de la verdad y de la caridad, sino que con la riqueza de vuestra genialidad, de vuestro impulso creativo, sed siempre, con valor, buscadores de la verdad y testigos de la caridad; haced resplandecer la verdad en vuestras obras y haced de modo que su belleza suscite en la mirada y en el corazón de quien las admira el deseo de hacer bella y verdadera la existencia, toda existencia, enriqueciéndola con ese tesoro que no disminuye nunca, que hace de la vida una obra de arte y de cada hombre un artista extraordinario: la caridad, el amor.Que el Espíritu Santo, artífice de toda la belleza que hay en el mundo, os ilumine siempre y os guíe hacia la Belleza última y definitiva, la que inflama nuestra mente y nuestro corazón y que esperamos poder contemplar un día en todo su esplendor" (Benedicto XVI, Disc. en la inauguración de la exposición "El esplendor de la verdad, la belleza de la caridad", 4-julio-2011).
Vivimos días en los que lo feo impera y además se presume de ello. Los feo moralmente y estéticamente. Está de moda lo feo. Y me da por pensar que no se podría esperar que fuera de otra forma, dentro de una sociedad que da la espalda a la VERDAD, y a la CARIDAD. Intuyo que la única Belleza que queda al hombre occidental es la de la CREACION de DIOS, dicifilmente perceptible para un hombre que se cree creador, y que no acepta ser criatura.
ResponderEliminarSigo rezando. DIOS les bendiga.
¡Ay! Eso es lo malo: que lo feo está de moda (en lo moral, en lo estético, en lo ético....)
EliminarNuestra época carece de interés por la belleza, o considera cualquier cosa como bella, porque la dimensión subjetiva ha adquirido el carácter de estatuto de un yo tiránico que no tolera la más leve exigencia de objetividad.
ResponderEliminarDe la tiranía de la subjetividad no estamos libres los católicos: lo que me gusta, lo que siento, lo que creo…, la opinión (fundada o no) y el “confortable” pero caprichoso sentimiento. Y ahí nos podemos quedar, satisfecho el propio deseo, pero ausentes de la belleza.
¿Cómo percibir en la verdad, entonces, la belleza como interrelación armoniosa de las partes de un conjunto y de éstas con la totalidad? ¿Cómo percibirla en la dimensión objetiva de la realidad como exigencia de conocimiento más allá del yo y del nosotros? La respuesta parece fácil, rebelándonos contra el imperio despótico de la subjetividad pero, si detener y corregir la subjetividad precisa de laborioso trabajo en uno mismo, poner coto a la intersubjetividad es… ¡Un campo de minas!
Sugerente en verdad el título de la exposición a la que se refiere el excelente discurso del Papa emérito. Y bellísimo el crucificado; no es posible afirmarlo desde la pantalla del ordenador, pero parece una talla de madera.
Goza y alégrate, Virgen María. Aleluya. Porque verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya (Regina Coeli).
Julia María:
EliminarEl crucificado es una talla románica que archivé de Google. Si no me equivoco, pinchando en la imagen la puede ver en grande.
En lo demás, de acuerdo. La subjetividad tan marcada desdice de la Verdad y de la Belleza. ¡Así nos va!
Leer a Benedicto XVI es siempre una experiencia maravillosa. Dice siempre las cosas claras y de una manera amena y hermosa. Es maravilloso leerlo con calma disfrutando no sólo de lo que dice sino de como lo dice. Gracias don Javier por acercárnoslo. Saludos a todos.
ResponderEliminarAlvaro:
EliminarLa grandeza de Benedicto XVI, realmente grande, es lo que dice y cómo lo dice... y aunque parezcan temas etéreos y no cositas concretas ("Sonreid", "sed amables"... etc...) su mirada era de largo alcance, tocando problemas fundamentales y aportando luz.