lunes, 13 de febrero de 2012

Ritmos, tiempo y desarrollo de la Liturgia eucarística

Curiosamente hemos entrado en una dinámica más o menos consciente por la cual parece que una Misa "vale más o menos" -si se puede hablar así- según sea la homilía en su duración, en su expresión y en su contenido, pareciendo aparentemente que esa sencilla parte es la determinante, y lo demás, lo que viene a continuación, es un rito que se ejecuta en el sentido de ejecutar: ajusticiar rápidamente, sin vida alguna.

Ambón clásico
La homilía no cualifica el desarrollo litúrgico de la Misa, ni es lo más importante, sino una parte más, que debe ser humilde y proporcionada dentro todo el conjunto de la liturgia. Es importante, pero no es "lo más importante"; actualiza la Palabra de Dios conduciéndonos al Sacramento, proclama las maravillas de Dios, ilumina la reflexión sobre la fe, catequiza, evangeliza, al menos todos esos ingredientes-componentes debería lograr, pero la homilía no es un largo paréntesis dentro de la acción litúrgica.

Cuando toda la carga e importancia se centra en la homilía, se entra luego en un ritmo precipitado y veloz para la parte central y destacada: el rito eucarístico. Incluso en la distribución del tiempo: más de la mitad de una Misa se lo lleva la liturgia de la Palabra y un tercio escaso el rito eucarístico. ¿Cómo puede ser eso? ¿Cómo puede consentirse? ¿No se ve el desequilibrio, la desproporción, un cierto antropocentrismo, un usar la liturgia como mera catequesis olvidando sus leyes internas y sacramentales?

Un artículo en Lex orandi, realmente certero, provocó esta reflexión y queremos prolongarla. Decía el autor, Adolfo Ivorra, sobre si es "La misa... ¿lo que "rodea" la homilía?":

"Esta crítica no es nueva: al formar parte de la Liturgia de la palabra, el conjunto de ritos iniciales, lecturas y homilía llega a tener en muchos casos una duración mayor que la Liturgia eucarística. Si tenemos en cuenta el tiempo en distribuir la comunión que, en comunidades numerosas en fieles, puede ser largo, podríamos decir que no pueden durar lo mismo las dos partes de la misa. El criterio "idealista" de las dos famosas mesas, la de la palabra y la de la eucaristía, no debe oscurecer el dinamismo y duración específica de cada una de ellas.  Antes de la Liturgia de la palabra en sentido estricto, hay una única procesión: la de entrada. En la Liturgia eucarística hay dos: la del ofertorio -o si se prefiere, de "presentación de los dones"- y la de comunión. Todos estos datos -que podríamos dar más- nos indican que la duración de la Liturgia de palabra, y concretamente de la homilía, no puede ser mucha".


 No pueden durar exactamente igual las dos partes de la Misa: ese es un criterio para discernir muy concreto y práctico. ¿Qué pasa cuando la duración de la Liturgia de la Palabra con su homilía es excesiva? Que el rito eucarístico se desarrolla velozmente, omitiendo incluso elementos, recitando demasiado rápido, de carrerilla, sin sentido, eligiendo invariablemente la plegaria eucarística II y distribuyendo la Sagrada Comunión a velocidad de vértigo, con pérdida clara de reverencia.

Concluía el artículo de Lex orandi:

"La revalorización que en los últimos años está teniendo la lectura de la Escritura en la liturgia, especialmente en la eucaristía, se está dirigiendo peligrosamente no a considerar la proclamación de la misma o los ritos que la envuelven -incensación, candelabros, signación y beso del evangeliario, bendición con éste en la liturgia episcopal- sino a centrar la atención en la homilía. Y son tantos los elementos que se supone que debería tener, que se alarga en el tiempo. Más tiempo al rito y a la eucología en vez de más tiempo a la homilía. Es preferible tener la posibilidad de proclamar el canon romano sin prisas que tener que "abreviar" siempre con la II por culpa de una homilía extensa".

A partir de aquí, deberíamos ver, aunque sea someramente para no cansar mucho, los elementos del rito eucarístico para ver cómo se desarrollan y cómo, bien desarrollados, requieren su tiempo (por tanto, mejor reducir el tiempo de la homilía). Dichos elementos, las oraciones ya sean secretas, ya en voz alta, requieren una dicción clara, recitarlas con sentido, conscientes de lo que se dice y no como autómatas que recitan de memoria sin saber bien ni lo que dicen (y desgraciadamente, así ocurre).

1) Hay una procesión de ofrendas con un canto (nada de moniciones) donde se lleva la materia eucarística (el pan necesario y el vino) y dones para la iglesia o los pobres. O se llevan desde la credencia (mesa auxiliar) al altar en ese momento.

2) El sacerdote primero toma la patena y reza en silencio (IGMR 141) una fórmula (o incluso en voz alta: "Bendito seas, Señor Dios del universo") y luego toma el cáliz y reza en silencio la otra fórmula. 


Medida de la inclinación profunda
3) Entonces el sacerdote se inclina profundamente (IGMR 143), y eso es algo más que inclinar la cabeza; se inclina profundamente (la medida clásica: las manos deben llegar a las rodillas, ¡¡inclinados ante Dios!!) y cuando ya se ha inclinado, recita con unción (lentamente al menos) esta fórmula en secreto, sabiendo bien lo que dice y ante Quién está orando:

Acepta, Señor, nuestro espíritu humilde y nuestro corazón contrito.
Que éste sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia,
Señor Dios nuestro.

Si se hace bien, es una pausa orante muy intensa; también requiere su tiempo.

4) Si hay incienso, se inciensa entonces la oblata, la cruz, el altar rodeándolo, al sacerdote y a los fieles.

5) Después viene el lavabo de las manos en la esquina del altar (y si no hubiere ministro, se desplaza a la credencia), obligatorio y no facultativo por más que se haya suprimido en la práctica. No hallaréis ninguna rúbrica en ningún sitio que diga que se deja al arbitrio del sacerdote. Lavarse las manos es un signo de purificación interior para ofrecer el Sacrificio; sin minimizarlo (mojarse la punta de los dedos de manera ridícula) ni exagerarlo (arremangándose incluso las mangas del alba): simplemente lavarse las manos mientras recita:

Lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

El lavabo de las manos, bien hecho, requiere también su tiempo.

6) Invitación a la oración y oración sobre las ofrendas.

7) Comienza la plegaria eucarística, "en este momento comienza el centro y la cumbre de toda la celebración" (IGRM 78). Lo normal cualquier domingo es cantar al menos el diálogo del prefacio, y si se puede, todo el cuerpo del prefacio. ¡Lo normal! Claro que si la homilía ha sido larga, la tentación es acelerar ahora, reduciendo el tiempo, pisando incluso a los fieles cuando responden. Pero si comienza el centro y cumbre de la toda la celebración, deberá hacerse con la suficiente solemnidad y con "tono de prefacio" (in tono praefationis), solemne tanto con el canto como con la recitación-proclamación.

-El canto del Santo: sin omitirlo para abreviar.
-La epíclesis, con la imposición de manos sobre la oblata pausada.
-Las palabras de la consagración, recitadas con la suficiente claridad y devoción, cantadas los domingos y solemnidades.
-La aclamación a la que responde el pueblo cantando (por cierto: los fieles, no el sacerdote ni los concelebrantes)
-Y prosigue hasta llegar a la doxología, cantada los domingos, "Por Cristo, con él y en él", a la que todos solemnemente responden el "Amén" cantado, como es propio.

Estos elementos cantados (Diálogo del prefacio, Sanctus, consagración, aclamación, doxología-Amén) hay que subrayarlos, porque normalmente se omiten en aras de la rapidez (ya que la homilía fue inacabable y siempre se piensa que los fieles se cansan en el rito eucarístico, no que se cansan con esas homilías que nunca terminan de aterrizar).

8) El rito de la paz es breve, austero y moderado: "Conviene, sin embargo, que cada uno exprese la paz sobriamente sólo a los más cercanos a él" (IGMR 82). Lo sabemos. Normalmente, después del acelerón precipitado de la plegaria eucarística para abreviar, aquí se suele detener el sacerdote-homilista porque el rito de la paz le parece muy pedagógico, catequético, simpático, etc. Así pasamos de una homilía larga y desproporcionada a otro momento largo y desproporcionado, la paz, mientras que toda la plegaria eucarística ha sido ejecutada (ajusticiada).


9) La fracción del pan pide que se parta una o varias hostias en diversas partes"Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ácimo y elaborado en la forma tradicional, se haga de tal forma, que el sacerdote en la Misa celebrada con pueblo, pueda realmente partir la Hostia en varias partes y distribuirlas, por lo menos a algunos fieles" (IGMR 321). Mientras se parte el pan consagrado, reverentemente, en diversos trozos, se canta el Cordero de Dios que se repite hasta que termine la fracción del pan. También es otro momento que requiere su tiempo, sin la precipitación de partir la Hostia en tres partes de manera apresurada y omitir el canto del Agnus Dei por la mera recitación.

10) El sacerdote se dispone a la comunión rezando en silencio y luego hace genuflexión. Es otra pausa de interiorización, de silencio orante. ¿O acaso el sacerdote no debe ser el primero que ore, tranquila y recogidamente ante el Señor? Sin embargo este momento suele pasar desapercibido con tal de aligerar. Dice el Misal: "El sacerdote se prepara para recibir fructuosamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo con una oración en secreto. Los fieles hacen lo mismo orando en silencio" (IGMR 84).

156. Entonces, el sacerdote dice en secreto y con las manos juntas la oración para la Comunión Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, o Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre.

157. Concluida la oración, el sacerdote hace genuflexión, toma la Hostia consagrada en la misma Misa y, teniéndola un poco elevada sobre la patena o sobre el cáliz, vuelto hacia el pueblo, dice: Éste es el Cordero de Dios, y juntamente con el pueblo, agrega: Señor, no soy digno.
¿Qué reza el sacerdote? Debe ser muy consciente de estar ante el Santo de los santos, el Misterio tremendo que decían los Padres, y orar así:

Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, 
que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, 
diste con tu muerte la vida al mundo, 
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, 
de todas mis culpas y de todo mal. 
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos 
y jamás permitas que me separe de ti.

11) Comulga el sacerdote y entonces los fieles en procesión se acercan a recibir la Eucaristía. Su desarrollo tampoco ha de ser precipitado ni se puede distribuir la Comunión de cualquier forma; a veces ni se muestra al comulgante, ni se espera a que haya respondido "Amén". ¡Es necesario un gran espíritu de fe distribuyendo la sagrada Comunión! Debe pronunciar la fórmula "El Cuerpo de Cristo" mostrando al fiel la Forma; el comulgante responde "Amén" y entonces se le administra la Comunión, con tranquilidad.

161. Si la Comunión se recibe sólo bajo la especie de pan, el sacerdote, teniendo la Hostia un poco elevada, la muestra a cada uno, diciendo: El Cuerpo de Cristo. El que comulga responde: Amén, y recibe el Sacramento, en la boca, o donde haya sido concedido, en la mano, según su deseo. Quien comulga, inmediatamente recibe la sagrada Hostia, la consume íntegramente.
12) Tras la comunión, el silencio o un canto, salmo o himno sagrado en acción de gracias.

Si releemos lo anterior, tal vez prolijo, veremos que el conjunto de ritos de la Liturgia eucarística necesitan un tiempo para su realización, sin omitirlos o hacerlos precipitadamente, inexpresivamente.

Releamos esta catequesis unas cuantas veces; después, con los comentarios, seguro que vamos clarificando los puntos.


17 comentarios:

  1. Gracias padre Javier! Me gustaría una brevísima reflexión de su parte sobre la participación de los ministros extraordinarios de la eucaristía, en otra oportunidad, claro.
    Un fuerte abrazo

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    1. No es mal tema, desde luego. Además me gusta porque en muchas parroquias se convierte en una necesidad (en otras es un capricho por el prurito de """promocionar""" el laicado, ¡clericalizándolo).

      Empecé ad experimentum un plan de formación para los ministros extraordinarios que me encargaron elaborar. Es un tema que conozco -no que domino- pero necesario en la vida pastoral-parroquial.

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  2. Una catequesis excelente, don Javier. Lex orandi es uno de los blog que leo frecuentemente y ya había leído este post y, aunque es lamentable, refleja a mi juicio muy bien la situación: ejecutar el rito, ritmo precipitado y veloz, el desarrollo del rito de la paz que es penoso pero indica una determinada mentalidad, distribución de la Sagrada Comunión a velocidad de vértigo con pérdida clara de la reverencia. Esto último sí se me clava en el alma, don Javier, es realmente triste.

    Lo de la fracción de la Sagrada Forma en varias partes conlleva también problemas: carreras para ser de los primeros porque hay católicos que se creen que así recibirán una de esas partes, lamentable pero cierto. El problema de la extensión de la homilía es complejo porque muchos católicos adultos, por su dejadez, únicamente reciben esta catequesis. A veces los sacerdotes tienen ante sí una verdadera papeleta pues no se inventan que los fieles se cansen en la Santa Misa, existen bastantes fieles a los que parece costarles trabajo dedicar tiempo a la celebración de la liturgia, toda celebración litúrgica les parece larga, se quejan y se ha convertido en costumbre la intervención de ministros extraordinarios en la comunión en situaciones que no lo requieren. Recuerdo que Escrivá de Balaguer dice en uno de sus pensamientos que la Misa no es larga, lo que sucede es que tu amor es corto. En resumen damos la impresión que no debemos ni necesitamos dedicarle tiempo a Dios.

    Creo que bastantes de las deficiencias en la celebración de la Liturgia se deben a la pérdida del sentido de sacrificio de la Santa Misa para primar otros sentidos y a la pérdida del significado de la adoración a Dios. A veces sólo se alude a comida fraterna, resaltando que lo importante es que nosotros nos reunimos como hacían los primeros cristianos, y yo me pregunto si quienes lo argumentan consideran que la Última Cena fue "divertida". Ni lo cuentan así los Evangelios ni tiene sentido si nos situamos en su contexto. Cuando se ha tenido el enorme privilegio de vivir una noche de jueves santo en Getsemani y cruzar el torrente del Cedrón camino del templo de San Pedro in Gallicantu rezando en árabe bajo la lluvia, es imposible tener esa percepción.

    Rezar de prisa y corriendo siempre ha sido una mala costumbre española. Se comprueba cuando rezas el Santo Rosario en un templo: antes de que termine el que dirige su parte de la oración ya están rezando los que participan y viceversa.

    ¡¡Inclinados ante Dios!! Que nos ame como sólo Él puede amar no significa que estemos al mismo nivel.

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    1. Amiga, escribe hoy muchas cosas, algunas de ellas no coinciden con mi pensamiento, y la inmensa mayoría sin duda alguna.

      Soy un defensor convencido de la homilía por los argumentos que vd. apunta: es el único medio de formación de muchísimos católicos, y por tanto, debe ser sólida, bien estructurada, con doctrina clara en lo teológico, moral y espiritual. De hecho, yo predico cada día en la Misa parroquial. Ni siquiera pienso que la homilía deba ser brevísima y no superar los 8 minutos: depende de los fieles presentes, de su capacidad, del día o de la liturgia, etc.

      Lo que sí digo es que debe haber PROPORCIÓN entre el tiempo de la Liturgia de la Palabra, incluida la homilía, y el desarrollo del rito eucarístico. Repito: la clave es LA PROPORCIÓN.

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    2. Totalmente de acuerdo: el desarrollo hipertrófico del rito de la paz corresponde a una determinada mentalidad, que desde aquí todos hemos de reprobar, jamás compartir.

      La distribución de la Comunión suele corresponder al modo en que se ha realizado la Plegaria eucarística; si ésta se ha hecho con el tiempo requerido, con solemnidad (adecuada a cada Misa, claro) y con unción, la distribución de la Comunión se hará con el mismo estilo litúrgico y espiritual. Pero suele coincidir que quien pisa el acelerador desaforadamente en la plegaria eucarística, distribuye la comunión como si repartiera, no sé, cualquier "cosa".

      Más.

      El Banquete o Cena pascual del Señor, dentro del clima dramático ante lo que se avecinaba, no hemos de pensar que era casi un ágape funerario. El Señor con sus apóstoles estuvo cantando los salmos rituales previstos para el Seder pascual, y el tono mismo de este Seder era de alegría.

      Es verdad que la Misa es el Sacrificio actualizado de la Cruz y A LA VEZ Banquete pascual, Presencia de Cristo y Comunión, dimensiones todas integradas. Por tanto, ni tristeza ni hieratismo, pero tampoco banalidad y "fiesta" en el sentido humano-antropológico y secularizado del término.

      ¡Ah! y escriba cuando quiera y cuanto quiera. Pero eso, ¡ya lo sabe!

      (Como siempre, ya sabe que soy pesado: besos a sus (mis) insectos adolescentes y jóvenes)

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  3. Esta vez sí que me he pasado, perdone, se me agolpan las ideas y las palabras.

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  4. La vida actual nos impulsa a vivir corriendo. Saltar de una cosa a otra en una cadena de sinrazones y sin entendimientos, que nos hacen sentirnos abatidos. Esta carrera vital se comunica a los sacramentos con demasiada facilidad. ¿Qué prisa tenemos cuando estamos en la Eucaristía? Lo lógico sería unir nuestro tiempo vital al tiempo de Dios y así "cargar" de razón el tiempo de nuestra vida.

    Un abrazo en el Señor. Que Dios le bendiga D. Javier :)

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    1. Es verdad, con prisas no hay devoción.

      Aquí, como en todo, la necesaria prudencia, mesura y equilibrio: ni las Misas corriendo para acabar prontito, ni tampoco una lentitud tan extrema que las haga insufribles. Eso se nota rápidamente: en cuanto comienza la Misa y se saluda a los fieles, empieza el acto penitencial, uno ve pronto lo que da de sí la asamblea: si responden, si están ya atentos y recogidos, etc.

      Cada Misa, según los fieles, el tipo de fieles, la hora de celebrar, etc., marca la prudencia del ritmo y de la duración.

      (Me da la impresión de que está muy liado últimamente, ¿me equivoco? Un gran abrazo)

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    2. Pues si D. Javier. El doctorado se ha unido al final de semestre (exámenes) y a un problema de personal considerable en la oficina que dirijo. Esto hace que esté en colapso continuo :-)))) Ya veo que se me nota. Pero bueno. El Señor nos da fuerzas de donde parece que no hay.

      Un abrazo de vuelta :)

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    3. Como todos rezamos por todos en este blog (al menos, así debe ser), espero que esta corriente de Comunión le ayude y sostenga. Un abrazo

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  5. Buenas tardes don Javier. Interesantísima entrada para volver a leer un par de veces.Un abrazo.

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    1. Pues ya sabe, querido amigo: lea, imprime, fotocopie, distribuya, haga apostolado con estas materias santísimas y tan desconocidas al final. Porque, curiosamente, de liturgia todo el mundo se cree un experto.

      Un abrazo

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  6. Hola Javier,
    a puntito estoy de hacer el último examen, esta vez de Teología Litúrgica Fundamental... y en un descanso he decidido pasearme por aquí. Muchas gracias por esta entrada me ayuda mucho, créeme. Son este tipo de cosas que uno parece que tiene grabadas a fuego en su cabeza y en su corazón por la grandeza que tiene entre manos... pero a veces... es bueno recordarlas. Un fuerte abrazo a migo.

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    1. ¿Qué tal salió el examen?

      Sinceramente, me alegro de que a ti te haya ayudado esta entrada y espero que a otros sacerdotes también. El rito eucarístico debe ser "eucarístico", superando la dimensión catequética-secularizada de muchas moniciones, homilía interminable para pasar de puntillas por el centro del Sacramento de la Eucaristía.

      Estas cosas hay que decirlas también. Son de sentido común y de sentido litúrgico elemental. ¿Ves como coincidimos? ¿Ves, haciendo un ecumenismo al uso, que es mucho más lo que nos une a ti y a mí que lo que nos separa? ¡Si es que la Liturgia es muy razonable porque está traspasada de Teología, de Logos, de Verdad!

      Un fortísimo, fortísimo abrazo

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  7. Pues gracias por la cita extensa e inmerecida... Estos días no he podido leer tu blog y ahora me sorprendo al leer los post atrasados.
    De todo lo que dices, me quedo con una frase: "Hay una procesión de ofrendas con un canto (nada de moniciones)". Especialmente lo último: se está introduciendo la práctica de hacer una monición durante la procesión, para luego cantar. ¿No es absurdo? El canto acompaña la procesión.
    Un placer seguirte leyendo, y como ya ha pasado algo de tiempo desde la última vez que te pregunté, ¿cuándo nos regalas un extracto de la tesina? Publicado, me refiero. Un abrazo.

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    1. la cita sí es merecida porque puede iluminar, catequéticamente, mistagógicamente, la celebración eucarística.

      Ya que te has puesto al día con el blog, espero que haya sido de tu agrado. Como habrás visto hay varios post seguidos sobre temas litúrgicos, y creo que coincidirás conmigo en los puntos tratados.

      Sí me sorprende que de esta catequesis te quedes sólo con la frase de monición-procesión de ofrendas-canto: había muchos más puntos, a mi gusto, importantes.

      No he preparado el extracto de la tesina; según tu consejo debería hacerlo, pero el desánimo cunde velozmente y aún está por ver para qué ha servido realizar la licenciatura. (El magisterio litúrgico, fundamentalmente, sólo lo puedo ejercer con este blog!).

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    2. No es que sea la frase más importante, pero sí que refleja una práctica que se ha vuelto "normal" en mi diócesis. Pero, sin duda, hay partes de este post que son más importantes, por ejemplo lo del lavabo: soy el único que lo hace en un arciprestazgo... desde hace más de 30 años!! Al final, el que hace lo que mandan las rúbricas es, en el mejor de los casos, "el especial"; en el pero, "el raro".

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