El Mensaje para la Cuaresma de 2012 de Benedicto XVI comenzó por situarnos ante la mirada de fraternidad, por encima de la egoísta "esfera privada" para descubrir la necesidad del otro, el que nos necesita.
¿Qué necesita? Ante la pobreza material somos sensibles y humanitarios, al menos en teoría; un poco menos ante la necesidad moral, de dolor, sufrimiento, mostrando una cercanía efectiva y afectiva, capacidad de acogida, de escucha y de comprensión. Pero sobre todo, y más hoy día, la necesidad espiritual del otro, que es patente, de conocer a Dios, es ignorada. Callamos mucho por miedo, o por una falsa tolerancia. También eso es necesidad a la cual responder. La Cuaresma debe incrementar esa mirada de fraternidad a la realidad del otro, considerado en su misterio personal, en su totalidad.
El siguiente paso es el "don de la reciprocidad", el reconocimiento del otro y mi necesidad de él, la comunión de todos que desemboca en la Comunión de los santos.
Por último... ¡la santidad!, siempre desafiante, a la cual estamos llamados.
2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).
3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.
Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de noviembre de 2011
"Callamos mucho por miedo, o por una falsa tolerancia". Una frase que me hace pensar y digna de un examen de conciencia.
ResponderEliminarGracias, Javier, por estos pensamientos para iniciar bien la Cuaresma. Intentaremos ponerlos en práctica.
Los pensamientos, más que míos, son del santo Padre.
EliminarComenzamos el sacramento cuaresmal: ¡ánimo y adelante!
“El otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación… tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social”. Son tan impactantes estas palabras que me "ponen carne de gallina". Y qué ciertas son, todo absolutamente todo lo que pensamos y hacemos tienen efecto en nosotros y también en los demás, incluso más allá del tiempo limitado de cada vida individual. Si leyéramos más el Magisterio Pontificio ... Mañana comienza el tiempo de Cuaresma, rezo para que vivamos santamente este tiempo litúrgico.
ResponderEliminar¡Qué Dios les bendiga!
Son palabras impresionantes, sin duda alguna. Es una prolongación, o un eco, de la encíclica "Deus caritas est", tan maravillosa y sólida.
EliminarReferente a la Comunión de los santos, hallamos también algo en la Spe salvi.
Un abrazo amiga mía, y oremos unos por otros, ¡¡que falta nos hace!!