Entregas
en la bendición del abad o abadesa
El
abad o abadesa son cabeza del monasterio y signo de Cristo para la comunidad
monástica, padres espirituales que conducen hasta Dios. En la bendición del
oficio abacial se quiere significar su misión con las entregas.
Más
numerosas y expresivas son las entregas en la bendición de abad.
Se
le entrega el libro de la Regla:
Recibe la Regla, transmitida
por los santos Padres,
para que, apoyado en la
gracia de Dios,
dentro de los límites
de la fragilidad humana,
rijas y custodies a los
hermanos
que Dios te ha
confiado.
El
anillo también:
Recibe este anillo,
signo de fidelidad,
para que, con fortaleza
de espíritu
y con amor fraterno,
guardes a esta
comunidad (a esta familia monástica).
Se
le impone la mitra en silencio y luego se le entrega el báculo.
Recibe el báculo
pastoral,
y vela con solicitud
por los hermanos
que se te han confiado,
y de quienes habrás de
dar cuenta a Dios.
En
la bendición de la abadesa se
entrega el libro de la Regla y el anillo (salvo costumbres de las distintas
Órdenes):
Para
la entrega de la Regla monástica:
Recibe la Regla,
transmitida por los santos Padres,
para que, apoyada en la
gracia de Dios,
dentro de los límites
de la fragilidad humana,
rijas y custodies a los
hermanas
que Dios te ha
confiado.
Y
en la entrega del anillo abacial:
Recibe este anillo,
signo de fidelidad,
para que, con fortaleza
de espíritu
y con amor fraterno,
guardes a esta
comunidad.
La
profesión religiosa
La
vida consagrada lleva a plenitud el bautismo, sacando todas sus consecuencias,
para morir con Cristo y vivir en Él. Se configuran con Cristo viviendo en
pobreza, castidad y obediencia en el seno de una Orden o Congregación
religiosa, estando consagrados completamente a Dios.
Salvadas
las costumbres peculiares, el rito de profesión tiene sus entregas que
explicitan la nueva vida del profeso: “Las entregas de las insignias, si es
costumbre de la familia religiosa, por las que se significa externamente la
dedicación perpetua a Dios” (RPR 6g).
Generalmente
se les entregará la Regla o el libro de las Constituciones:
Recibe la Regla de
nuestra (esta) Congregación,
para que, observándola
fielmente,
vivas siempre en
caridad (RPR, n. 32).
En
el caso de las religiosas, se les hace entrega de un anillo:
Recibe el anillo como
esposa del Rey eterno,
mantén íntegra la
fidelidad a tu Esposo,
para que merezcas ser
admitida
en las nupcias del gozo
eterno (RPR, n. 73).
En la
consagración de vírgenes
Desposadas
con Cristo y al servicio de la Iglesia, reciben también una entrega de
insignias, “por las que se manifiesta externamente la consagración interna”
(RCV, n. 7g).
El
velo y el anillo son signos esponsales:
Recibid, hijas amadas,
el velo y el anillo,
signos de vuestra consagración;
guardad siempre
fidelidad plena a vuestro esposo,
y no olvidéis nunca que
habéis sido consagradas a Cristo
y dedicadas al servicio
de su Cuerpo,
que es la Iglesia (RCV,
n. 25).
O
si se les entrega sólo el anillo de vírgenes:
Recibid el anillo,
signo de vuestro
desposorio con Cristo;
guardad siempre
fidelidad plena a vuestro Esposo,
para que os pueda
admitir un día
en las bodas de su
reino (RCV, n. 26).
Luego
se les puede entregar el libro de la Liturgia de las Horas que forma parte de
su consagración para siempre, orando con Cristo por la Iglesia con su liturgia:
Recibid el libro de la
oración de la Iglesia:
con él cantaréis
siempre las alabanzas del Padre
y oraréis a Dios por el
bien del mundo entero (RCV, n. 28).
La
virgen consagrada dedica mucho de su vida a la oración, y así se estimaba por
parte de la Tradición cristiana: “Apartándote del trato de las cosas de este
siglo, ejercítate siempre en entonar salmos, himnos y cánticos espirituales,
cantando no a un hombre, sino a Dios. Y como hacía Santa María, medita en tu
corazón…” (S. Ambrosio, La educ. de la virg., 16,103).
Los
ministerios laicales
Cuando
la Iglesia bendice a alguien, confiándole un ministerio, le hace una entrega
por la cual se simboliza delante de todos el encargo que recibe.
En
la actualidad sólo tenemos dos ministerios instituidos, el lectorado y el
acolitado.
Al
lector se le entregará el leccionario (no meramente una Biblia) para su
servicio litúrgico:
Recibe el libro de la
Sagrada Escritura
y transmite fielmente
la Palabra de Dios,
para que sea cada día
más viva y eficaz
en el corazón de los
hombres (Ritual, n. 7).
El
acólito está al servicio directo del altar y de modo excepcional podrá
distribuir la sagrada comunión y exponer y reservar el Santísimo (obviamente,
sin dar la bendición). Recibe la patena con el pan o el cáliz con vino:
Recibe esta patena con
el pan
(o: este cáliz lleno de
vino)
para la celebración de
la Eucaristía,
y vive de tal forma
la mesa del Señor y de
la Iglesia (Ritual, n. 7).
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