Son
ritos litúrgicos en los cuales a determinados miembros de la Iglesia se les da
algunos elementos que simbolizan o un avance en su proceso (como en el caso de
los catecúmenos) o una misión específica (en el sacramento del Orden) o un
signo peculiar de una vida nueva (profesión religiosa y consagración de
vírgenes) o un servicio (ministerios laicales).
Salvo
las entregas a los catecúmenos, que son un rito propio de catecumenado, una
celebración en sí misma, las demás entregas se hacen en la liturgia tras la
plegaria solemne de ordenación o de bendición, visualizando ritualmente lo que
la plegaria ha obrado en el interior de los candidatos.
Las
entregas en el proceso de Iniciación cristiana
Las entregas en el catecumenado están en el
contexto del tiempo de purificación e iluminación, la Cuaresma previa a la
Iniciación cristiana. Así se busca una preparación intensiva de ánimo, la
formación espiritual y la instrucción doctrinal, dirigiéndose a los corazones y
a las mentes para purificarlas por el examen de conciencia y la penitencia e
iluminarlas con un conocimiento más profundo de Cristo, el Salvador. Y esto se
verifica tanto por los escrutinios como por las entregas:
“Las
entregas, por las cuales la Iglesia entrega o confía a los elegidos
antiquísimos documentos de la fe y de la oración, a saber: el Símbolo y la
Oración dominical, tienden a la iluminación de los elegidos. En el Símbolo, en
que se recuerdan las grandezas y maravillas de Dios para la salvación de los
hombres, se inundan de fe y de gozo los ojos de los elegidos; en la Oración
dominical, en cambio, descubren más profundamente el nuevo espíritu de los
hijos, gracias al cual llaman Padre a Dios, sobre todo durante la reunión
eucarística” (RICA 25).
En
la entrega del Símbolo (en la III
semana de Cuaresma) el celebrante se dirige primero a los elegidos:
“Queridos hermanos, escuchad las palabras de la fe, por la
cual recibiréis la justificación. Las palabras son pocas, pero contienen
grandes misterios. Recibidlas y guardadlas con sencillez de corazón”.
A
continuación el celebrante comienza el Símbolo y prosigue él solo o bien
juntamente con la comunidad de los fieles: Creo en Dios… (RICA 186).
La Oración dominical en la V semana de
Cuaresma, tras el tercer escrutinio. Se hace con la proclamación misma del
Evangelio:
“Ahora escuchad cómo el Señor enseñó a orar a sus
discípulos: + Lectura del santo evangelio…” (RICA 191).
En
la propia Iniciación cristiana,
habitualmente en la Vigilia pascual, hay dos entregas simbólicas que expresan
lo que en su interior ha ocurrido sacramentalmente en el Bautismo,
constituyéndose en nuevas criaturas: la vestidura blanca y el cirio encendido.
“La
vestidura blanca es símbolo de su nueva dignidad. El cirio encendido ilumina su
vocación de caminar como conviene a los hijos de la luz” (RICA 33).
La vestidura blanca se entrega con esta
fórmula ritual:
N. y N., sois ya nueva
criatura
y habéis sido
revestidos de Cristo;
recibid, pues, la
blanca vestidura,
que habéis de llevar
limpia de mancha
ante el tribunal de
nuestro Señor Jesucristo,
para alcanzar la vida
eterna (RICA 225).
Y
la entrega del cirio encendido: “Después
el celebrante toma, o al menos toca, con las manos el cirio pascual, diciendo:
Acercados, padrinos y
madrinas, para que entreguéis la luz a los neófitos.
Se
acercan los padrinos y madrinas y encienden un cirio en el cirio pascual, y se
lo entregan al neófito. Entonces el celebrante dice.
Habéis sido
transformados en luz de Cristo.
Caminad siempre como
hijos de la luz,
a fin de que,
perseverando en la fe,
podáis salir con todos
los santos
al encuentro del Señor
(RICA 226).
De
forma similar y con palabras muy semejantes se realizan estas entregas en el
Bautismo de párvulos.
Las
entregas del sacramento del Orden
Varias
entregas se hacen en la ordenación del
Obispo indicando así cuál es la naturaleza del episcopado y la misión
episcopal en la Iglesia:
“Por
la entrega del mismo [Evangeliario] en manos del ordenado, se declara como
función principal del Obispo la predicación fiel de la palabra de Dios; … por
la entrega del anillo se expresa la fidelidad del Obispo a la Iglesia, esposa
de Dios; por la imposición de la mitra, el deseo de alcanzar la santidad, y por
la entrega del báculo pastoral, su función de regir la Iglesia que se le ha
confiado…” (PR, n. 26).
Las
palabras de las distintas entregas son siempre significativas y revelan el
sentido del gesto.
Para
la entrega del Evangeliario:
Recibe el Evangelio,
y proclama la palabra
de Dios
con deseo de instruir y
con toda paciencia (PR, n. 50).
La
entrega del anillo:
Recibe este anillo,
signo de fidelidad,
y permanece fiel a la
Iglesia, Esposa santa de Dios (PR, n. 51).
La
entrega de la mitra:
Recibe la mitra,
brille en ti el
resplandor de la santidad,
para que, cuando
aparezca el Príncipe de los pastores,
merezcas recibir la
corona de gloria
que no se marchita (PR,
n. 53).
Y,
por último, el báculo pastoral:
Recibe el báculo,
signo del ministerio
pastoral,
y cuida de todo el
rebaño
que el Espíritu Santo
te ha encargado guardar,
como pastor de la
Iglesia de Dios (PR, n. 54).
La ordenación presbiteral tiene también su
peculiar rito de entrega.
Recibe la ofrenda del
pueblo santo
para presentarla a
Dios.
Considera lo que
realizas
e imita lo que
conmemoras,
y conforma tu vida
con el misterio de la
cruz del Señor (PR, n. 135).
Finalmente
la entrega en la ordenación de nuevos
diáconos.
Constituido
como servidor, recibe el encargo de la proclamación del Evangelio,
entregándosele el Evangeliario. “Por la entrega del libro de los Evangelios se
indica la función diaconal de proclamar el Evangelio en las celebraciones
litúrgicas y también de predicar la fe de palabra y de obra” (PR, n. 188).
Esto
se significa con la fórmula de entrega:
Recibe el Evangelio de
Cristo
del cual has sido
constituido mensajero;
convierte en fe viva lo
que lees,
y lo que has hecho fe
viva enséñalo,
y cumple aquello que
has enseñado (PR, n. 210).
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