lunes, 12 de junio de 2023

Los santos, manifestación de Cristo (Palabras sobre la santidad - CIX)



            Cada santo es una señal que apunta en una misma dirección: Jesucristo. No se erigen a sí mismos como una totalidad, como si lo fueran todo y todo lo tuvieran, sino que humildemente apuntan y señalan a Cristo con su ser, sus palabras y sus obras. Realizan lo mismo que Juan el Bautista: ser precursores de Cristo, abrirle camino a Cristo, señalarle para que todos lo sigan, y menguar, ocultarse, para no estorbar a Cristo.


            El santo no sustituye a Cristo, aunque algunas formas de religiosidad popular desviadas sí lo puedan hacer Un santo, porque vivió sólo para Cristo, se convierte en señal indicativa para nosotros a fin de que sigamos hacia Cristo, miremos a Cristo, deseemos a Cristo.

            Los santos, con sus vidas, muestran la cercanía de Cristo y su poder salvador.

            Es importante observar que Cristo no es un individuo del pasado lejano a mí, sino que ha creado un camino de luz que invade la historia empezando por los primeros mártires, con estos testigos que transforman el pensamiento humano, ven la dignidad humana del esclavo, se ocupan de los pobres, de los que sufren y llevan así una novedad en el mundo también con el propio sufrimiento Con esos grandes doctores que transforman la sabiduría de los griegos, de los latinos, en una nueva visión del mundo inspirada justamente por Cristo, que encuentra en Cristo la luz para interpretar el mundo, con figuras como san Francisco de Asís. O figuras también de nuestro tiempo: pensemos en Madre Teresa de Calcuta, Edith Stein, Maximiliano Kolbe o Juan Pablo II…


            Es un ininterrumpido camino de luz que hace camino en la historia y una ininterrumpida presencia de Cristo, y este hecho –que Cristo no se ha quedado en el pasado, sino que ha sido siempre contemporáneo con todas las generaciones y ha creado una nueva historia, una nueva luz en la historia, en la cual está presente y siempre contemporáneo- hace entender que no se trata de cualquiera en la historia, por muy grande que sea, sino de una realidad completamente distinta, que lleva siempre luz. Así, asociándose a esta historia, uno entra en un contexto de luz, no se pone en relación con una persona lejana, sino que por medio de los santos, toca una realidad presente: la de Cristo aquí y ahora, contemporáneo, que viene mediante sus santos.

            En cada santo, cada cual a su modo, se destacan siempre los datos más maravillosos en los que se manifiesta en él el Reino traído por Jesucristo, la victoria de Cristo sobre el mundo y la presencia y cercanía del Señor, siempre contemporáneo.

            Los santos son presencia y manifestación de Cristo porque han sido atraídos y transformados por la potencia de la Pascua.

            El misterio pascual de Cristo se desarrolló en ellos por completo y vivieron unidos al Señor resucitado. Es la Pascua que todo lo renueva y da mucho fruto. El Señor Resucitado es la fuente de la santidad.

            La resurrección de Cristo inauguró un tiempo nuevo, pero no rompió la historia. Los hombres continúan sufriendo las miserias del pecado y sus consecuencias, continúan luchando.

            La diferencia que se da en nuestro tiempo es que podemos pasar por la lucha de la vida conociendo, contemplando y gozando el misterio sagrado de la historia y conociendo anticipadamente su final: la victoria absoluta del Cordero. En el fondo del dolor de la humanidad está Jesucristo que se ofrece al Padre. Dios continúa queriendo el bien del hombre, el bien máximo, absoluto, y por eso espera que nuestro amor madure, que nuestra santidad se desarrolle y sea eficaz para este mundo concreto, para los hombres que necesitan la bondad y la caricia de Dios.

            Con la Pascua de Cristo se desencadena este movimiento nuevo en la historia. Los santos son atraídos por el Resucitado y transformados por Él. Así entran en la historia, la transforman desde dentro y son presencias gozosas de Cristo para los hombres. Los santos son el anuncio de la victoria definitiva de Cristo y de su poder salvador en el cielo y en la tierra.


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