sábado, 10 de junio de 2023

Jesucristo, reflejo del Padre y de su Gloria



Este lenguaje de la gloria da lugar a toda una reflexión teológica del NT sobre la persona de Jesús. Él es la gloria del Padre encarnada, crucificada y glorificada, mostrándonos definitivamente cómo es el corazón de Dios; se hace carne para llevarnos al conocimiento pleno de Dios y otorgarnos el don de la salvación ("Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" 1Tm 2,5).



Ver y conocer a Jesucristo, es ver y conocer a Dios, y no hay otro camino de acceso a Dios que Cristo Jesús, por encima de cualquier otro medio[1]. Y es reflejo de Dios porque comparte el ser de Dios (su gloria[2]) y comparte también nuestro ser hombre igual a nosotros, excepto en el pecado. 

Sólo así puede, una vez glorificado, ser Mediador, único Sacerdote, ante Dios en favor de sus hermanos:

Oh Dios, que para gloria tuya y salvación del género humano, constituiste a tu Hijo único Sumo Sacerdote[3]                                                           

Ha ascendido hoy ante el asombro de los ángeles a los más alto del cielo, como mediador entre Dios y los hombres, como Juez de vivos y muertos[4].

 
 A la vez, por ser reflejo de la gloria del Padre, hallamos en su Misterio Pascual la glorificación máxima del Hijo, donde adquiere el Nombre-sobre-todo-Nombre. El poder salvador de Dios aparece manifiesto en la cruz gloriosa, donde Cristo nos ha salvado, en la resurrección, donde nos ha dado la vida, y en Pentecostés, donde nos ha dado su Espíritu y hecho sacerdotes para nuestro Dios.

 La figura del crucificado surge con fuerza para darnos la enseñanza última y definitiva: llevarnos al conocimiento pleno del amor de Dios. "Nosotros predicamos a Cristo crucificado"

No se puede hablar del amor de Dios sin referirnos a la cruz; no se puede hablar de Jesucristo sin hablar de su cruz gloriosa, porque ahí descubrimos el misterio del Hijo de Dios, contemplamos la misericordia infinita del Padre: es la máxima revelación de la gloria.

Esto nos enseña a vivir el Evangelio desde la cruz gloriosa de Jesús, como camino estrecho para la vida, "la pasión es el camino de la resurrección"[5] y que sólo por la cruz se llega a la gloria. Así podemos decir nosotros:

Este árbol es para mí la salvación eterna; con él me alimento, con él me nutro. Por sus raíces yo me enraízo, por sus ramas yo me extiendo, con su rocío yo me embriago, de su espíritu como de un delicioso soplo he sido fecundado. A su sombra he levantado mi tienda y he encontrado refugio contra el calor estival. Florezco con sus flores y me deleito hasta la saciedad con sus frutos recogiendo libremente aquéllos que desde el principio me estaban reservados. Este árbol es alimento para cuando tengo hambre, fuente para cuando tengo sed, vestido para cuando estoy desnudo, sus hojas son espíritu de vida, y no hojas de higuera. Este árbol es mi guardián cuando temo a Dios, apoyo cuando vacilo, premio cuando combato y trofeo cuando he vencido. Este árbol es para mí el sendero estrecho, éste el camino angosto[6].



    [1] Piénsese aquí apariciones, revelaciones, etc... ¡porque parece que algunos desayunan con Dios todos los días!
    [2] Porque la doxa constituye un modo de la esencia divina, cfr. FIERRO, A., op. cit. pág. 75.
    [3] OC Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
    [4] P I de la Ascensión del Señor.
    [5] P de la Transfiguración del Señor, II domingo de Cuaresma.
    [6] PSEUDO-HIPÓLITO, Homilía sobre la Pascua, 51. 7.-20

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