El
Cirio Pascual es el signo de Cristo Resucitado. Su luz es la más importante de
toda la liturgia, y se enciende del fuego nuevo de la Vigilia Pascual, la
celebración cumbre de todo el año litúrgico. Debe ser un Cirio grande, hermoso.
La
primera parte de la Vigilia pascual es el lucernario; su alto valor
significativo ha hecho que se conservase la bendición del cirio (o de la
lámpara) para comenzar la vigilia nocturna.
“La
primera parte consiste en una serie de acciones y gestos simbólicos que conviene
realizar con tal dignidad y expresividad que su significado propio sugerido por
las moniciones y las oraciones, pueda ser realmente percibido por los fieles.
En el lugar adecuado y fuera de la iglesia, en cuanto sea posible, se preparará
la hoguera destinada a la bendición del fuego nuevo, cuyo resplandor debe ser
tal que disipe las tinieblas e ilumine la noche.
Prepárese
el cirio pascual que, para la veracidad del signo, ha de ser de cera, nuevo
cada año, único, relativamente grande, nunca ficticio, para que pueda evocar
realmente que Cristo es la luz del mundo” (Carta sobre la preparación de las
fiestas pascuales... n. 82).
El
cirio pascual es uno de los grandes signos de la Pascua.
La
Tradición litúrgica poco a poco le fue dando cada vez mayor realce
encendiéndolo de un fuego nuevo en la Vigilia pascual y anunciando la Pascua
con la lauscerei o praeconiumpaschale, el canto del Pregón pascual. El cirio,
hermoso, relativamente grande, era depositado en un hermoso candelabro, bien
labrado, embellecido con buenos materiales, construido al lado del ambón. El
lugar propio del cirio es junto al ambón. Lo vemos incluso en la historia del
arte, que del mismo material y corte del ambón fabricaba artísticamente el
candelabro del cirio pascual.
En
el cirio destacan la cruz, el Alfa y la Omega y el año en curso, junto a los
cinco granos de incienso (éstos, opcionales): revela así cómo Cristo es el
Señor de la historia, el Señor del tiempo (Cronócrator), que ha hecho de la
historia un tiempo nuevo abierto a la escatología, llegando con Él la plenitud
de los tiempos. Ningún elemento, ni pinturas, ni láminas, ni dibujos, deben
ocultar o disminuir la importancia de la Cruz con el año que debe resaltar
sobre todo.
El
Cirio pascual alcanza un valor simbólico, profundamente evocativo. Pensemos qué
reza la oración de bendición del fuego:
“Oh Dios, que por medio de tu Hijo has dado a
tus fieles el fuego de tu luz, santifica este fuego, y concédenos que la
celebración de estas fiestas pascuales encienda en nosotros deseos tan santos
que podamos llegar con corazón limpio a las fiestas de la eterna luz”.
El
pregón pascual es una alabanza al cirio encendido y su luz que despeja toda
tiniebla; por lo que el diácono dirá:
“Por eso, queridos hermanos,
que asistís a la admirable claridad de esta
luz santa,
invocad conmigo la misericordia de Dios
omnipotente,
para que aquel que, sin mérito mío,
me agregó al número de los diáconos,
infundiendo el resplandor de su luz,
me ayude a cantar las alabanzas de este cirio”.
Y
recordemos que el mismo pregón pascual ensalza la belleza y la pureza de la
cera del cirio que brilla encendido como ofrenda:
“En esta noche de gracia,
acepta, Padre santo,
este sacrificio vespertino de alabanza,
que la santa Iglesia te ofrece
por medio de sus ministros
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de
fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porquese alimenta de esta cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa...
Te rogamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
arda sin apagarse
para destruir la oscuridad de esta noche,
y, como ofrenda agradable,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre
ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
y es Cristo, tu Hijo resucitado...”
En
la liturgia bautismal de la Vigilia pascual, el cirio puede ser introducido una
o tres veces en la fuente bautismal a las palabras: “Te pedimos, Señor, que el
poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente…”
(CE 360). Se significa así a Cristo resucitado que santifica las aguas, las
vuelve fecundas, y hace de esa fuente el seno materno de la Iglesia.
El
cirio, hermoso, nuevo cada año (¡qué cicatería reutilizar año tras año el mismo
cirio raspando sólo el año o utilizar un cirio de plástico con un cartucho
dentro de cera líquida!) brilla encendido en la Misa y en el Oficio de Laudes y
Vísperas... simplemente porque es Pascua y queda encendido y gastándose en honor
del Señor.
El
candelabro puede muy bien adornarse con un ramo de flores al pie, o tal vez una
cadeneta de flores enroscada en el candelabro: se trata de expresar la
importancia de este signo pascual.
El
cirio "nunca estorba" por lo cual no debe arrinconarse o retirarse en
función de que los niños de primera comunión suban y bajen por el presbiterio
(además que no es ese su lugar, porque son fieles, no presbíteros), o para no
romper la estética de las flores en las bodas, u otros caprichos o veleidades.
El
cirio tiene su lugar propio junto al ambón. Cristo Luz ilumina la Revelación
entera, y todo el Antiguo Testamento cobra su luz en Cristo, y la Luz se hace
Palabra que se comunica a su Iglesia. Entendemos todas las Escrituras porque la
Santa Resurrección de Cristo ha desentrañado lo que estaba velado en el Antiguo
Testamento; lo entendemos, porque Él es la clave de sentido. Las Sagradas
Escrituras se entienden cuando son iluminadas por Cristo: la liturgia lo
expresa haciendo que el cirio pascual encendido ilumine el ambón.
El
cirio se enciende en todas las celebraciones de la cincuentena pascual. El rito
romano, sobrio como pocos, no prevé ningún acto de clausura respecto al cirio.
Simplemente, al acabar el canto de las II Vísperas de Pentecostés se apaga y se
retira el cirio al baptisterio (o se guarda si es iglesia no parroquial); no
debe quedar el cirio en el ámbito del presbiterio, sino retirado, al lado de la
fuente bautismal o baptisterio. Si queda en el presbiterio todo el año pierde
su realce y fuerza en la cincuentena de Pascua. Las Vísperas de Pentecostés son
la clausura tanto del cirio como de la Pascua misma.
Uso litúrgico del
Cirio en la Iniciación cristiana
Fuera
del tiempo pascual, el Cirio se encontrará en el baptisterio y se usará en el
bautismo y en las exequias. Únicamente en estos ritos litúrgicos (no en las
Confirmaciones o una primera Misa…) fuera de la Pascua.
En
el bautismo para encender la vela de los neófitos
comunicando la luz de Cristo. Ya dice el Ritual del Bautismo de niños: “Una vez
concluido el tiempo de Pascua, conviene que el cirio pascual se conserve
dignamente en el bautisterio; durante la celebración del Bautismo debe estar
encendido, para que con facilidad se puedan encender en él los cirios de los
bautizados” (RBN 40).
Es
uno de los ritos complementarios al bautismo, tras la crismación y la
imposición de la vestidura blanca.
“El
celebrante muestra el cirio pascual y dice: “Recibid la luz de Cristo”. Uno de
cada familia (v.gr.: el padre o el padrino) enciende la vela del niño en el
cirio pascual.
Seguidamente
el celebrante dice:
A
vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz.
Que
vuestros hijos, iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz.
Y
perseverando en la fe, puedan salir con todos los santos al encuentro del
Señor” (RBN 131).
El cirio pascual
en los ritos exequiales
El
cirio pascual en las exequias expresa la Pascua personal del cristiano que ha muerto
y participa de la victoria del Señor, completando su bautismo. “Cerca del
féretro es muy recomendable colocar el cirio pascual” (Ritual de exequias, n.
45).
Al
inicio de las exequias, un rito optativo pero muy significativo, es la
iluminación del cirio pascual: “Este rito –que es optativo- tiene como
finalidad significar y subrayar la relación que se da entre la muerte del
cristiano y la resurrección de Cristo, realidad que ilumina la muerte de los
que en él creyeron. Colocado el cadáver ante el altar, y puesto junto a él el
cirio pascual, el celebrante lo enciende pronunciando la fórmula que figura en
el Ritual. El pueblo puede entonar en este momento “¡Oh luz gozosa!” u otro
breve canto apropiado, alusivo a Cristo, luz de los creyentes” (RE, n. 46).
La
fórmula es bellísima para encender el cirio pascual en las exequias:
“Junto
al cuerpo, ahora sin vida, de nuestro hermano N., encendemos, oh Cristo Jesús,
esta llama, símbolo de tu cuerpo glorioso y resucitado; que el resplandor de
esta luz ilumine nuestras tinieblas y alumbre nuestro camino de esperanza,
hasta que lleguemos a ti, oh Claridad eterna, que vives y reinas, inmortal y
glorioso, por los siglos de los siglos. R/ Amén” (RE, n. 4 bis, p. 122).
El
Cirio debería ser significativo para una comunidad. Verlo es recordar que
Cristo es Señor de la vida y de la muerte, de toda existencia de muerte y
abismo de la vida de cada hombre. En la liturgia no es un cirio más que se
ponga al lado del ambón ¡o se deje apagado! Es reprobable la costumbre “ahorrativa”
de emplear el mismo cirio un año y otro raspando sólo el número del año.
El
cirio pascual es uno de los grandes signos que presiden la liturgia, el triunfo
del Señor Resucitado que da una visualidad específica a la cincuentena pascual.
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