Recorriendo las Escrituras, podemos ir descubriendo un rico
y amplio lenguaje bíblico para irnos describiendo la gloria del Señor. En un
breve análisis, veamos los distintos términos.
La nube:
Tanto en el libro del Éxodo como en Ezequiel, la gloria del
Señor (kabod Yahvé) se manifiesta en forma de nube que lo invade todo y lo
llena todo, una presencia que es bien visible a los ojos de todo el pueblo de
Israel.
La nube tiene unas características que son propias[1], en las que cabe destacar
su volumen; no es una cortina de humo, es algo más que tiene consistencia en sí
mismo y que no permite que haya nadie en el espacio sagrado; Moisés no podrá
entrar en el Santuario "pues la nube moraba sobre ella y la gloria de
Yahvé llenaba la Morada"
(Ex 40, 35) y, por eso, los sacerdotes no podrán oficiar cuando llegue la nube
al templo (1Re 8,11), nube que se describirá siempre como "densa"
(Ex 20,21).
La nube se unirá siempre al momento teofánico, cuando Dios
se revele o aparezca a su pueblo. Nube que camina con el pueblo en la Pascua (cfr. Ex 13,21-22.
14,19-21), que los guía cuarenta años por el desierto ("En todas las
marchas, cuando la nube se elevaba por encima de la Morada, los hijos de Israel
levantaban el campamento. Pero si la nube no se elevaba sobre ellos no levantaban
el campamento, en espera del día que se elevara" Ex 40,36-37); nube
que revela la presencia del Señor sobre la Tienda de la Reunión, sobre el Templo recién consagrado... o
en el momento de sellar la
Alianza, cuando Dios hable desde el Sinaí a su siervo Moisés
y el pueblo contemple, aterrado, la presencia del Señor (Ex 20,18-21; 24,16ss).
La nube será un término muy usado para describir la gloria,
el poder y la presencia de Dios con su pueblo, también en el NT, como, v.gr.,
en la Transfiguración
y en la Anunciación[2].
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