3.
Y así, para una formación litúrgica, de manera cíclica, volviendo una y otra
vez, un año tras otro, se recuerda que “puede ser útil tratar del año litúrgico
y explicar sus diversos tiempos a medida que son celebrados. Así también el
estudio de la liturgia de los sacramentos se podrá unir convenientemente con el
estudio de su teología”[1].
Por
eso:
a)
Cada ciclo litúrgico requiere ser
presentado cada año: sentido que tiene, su historia y formación, ejes de
espiritualidad, ritos particulares que pueda tener, estructura, la selección de
textos bíblicos en el leccionario, los textos litúrgicos, etc. Esta
presentación ayudará a asimilar el desarrollo del año litúrgico, renovarlo
anualmente, también en retiros y predicaciones, en homilías y grupos de
formación, así como en la asignatura de liturgia.
b)
A la hora de explicar cada sacramento, hay que
recurrir también a su liturgia con el respectivo ritual. En cada sacramento
se explica su teología, la gracia santificante y particular, la materia y la
forma, el ministro, su desarrollo dogmático a lo largo de la historia, su
fundamentación bíblica y patrística, etc., pero esto sería incompleto si no se
enseñase a vivirlo en su celebración concreta hoy: sus ritos, sus oraciones, los
textos litúrgicos. Las asignaturas de teología sacramental deben incluir la
liturgia del sacramento con el estudio sosegado del respectivo ritual.
Pero
también la catequesis debe obrar así: un Cursillo prematrimonial debe incluir
la catequesis de la liturgia matrimonial sin limitarse a un breve ensayo del
consentimiento y entrega de los anillos. O dígase lo mismo de un Cursillo
prebautismal para padres y padrino… O la formación permanente de adultos y
grupos cristianos en nuestras parroquias cuando abordan los sacramentos.
4.
Valga un inciso necesario: Los rituales
hay que trabajarlos en la asignatura de liturgia y de sacramentos, así como en
formación y catequesis. Para ello hay que reconocer la utilidad y sentido de
cada parte del ritual:
1.
Prenotandos:
Al principio de cada ritual, los prenotandos ofrecen una teología de cada
sacramento, explican la celebración y sus partes, realizan oportunas
advertencias pastorales.
2.
Las rúbricas:
Son las normas o indicaciones escritas en tinta roja (: rubrum), obligatorias,
que señalan cómo se realiza el transcurso de la celebración. La obediencia a
las rúbricas posibilita la unidad al celebrar en cualquier sitio evitando el
caos de la improvisación y la inventiva particular.
3.
Los textos
litúrgicos: Antífonas, oraciones, plegarias, preces, etc., que deben
meditarse y exponerse porque reflejan –repitámoslo una vez más- la fe de la Iglesia.
Todas
estas líneas, unidas, van marcando un programa de formación y estudio necesario
para todos y tanto más urgente cuanta mayor es la necesidad de que la liturgia
sea cuidada, se viva bien y santamente, esté llena de unción espiritual y de
sentido de Dios, se participe plena, interior, activa y fructuosamente,
desterrando cuando entorpece o desfigura la liturgia de la santa Iglesia.
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