Partamos de un texto bíblico, de la primera carta de san Pedro, que cantamos como cántico en las Vísperas dominicales de la Cuaresma. A partir de él, vamos a extraer unas consecuencias concretas, conociendo la forma Christi que el cristiano está llamado a asimilar.
Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.
El no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando lo insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.
Cargado con nuestros pecados, subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado (1P 2,21b-24)
Un ejemplo para que sigamos sus huellas. Al cristiano le toca caminar allí por donde ya ha pisado el Señor, cargado con la cruz, sufriendo la pasión. El modelo es Cristo y el cristiano se va acomodando, conformando, con esa imagen de Cristo. Lo que ve en Cristo, eso mismo se ha de ir reproduciendo en el cristiano, incluida la cruz.
Así el sufrimiento en la vida personal es un método más para alcanzar la "forma Christi", unido a Cristo, viviendo como Cristo, reproduciendo los misterios salvadores de la vida de Cristo en nuestra pequeña vida.
La "forma Christi" es vivir según Cristo, parecerse por dentro a Cristo, tomar la cruz como Cristo.
Éste es, pues, un capítulo amplio, inacabado, de nuestra existencia, ya que se abre con el bautismo y va creciendo paso a paso hasta llegar finalmente a adquirir la forma Christi.
"Hacerse cristiano significa subir a la cruz. Cuando esta ley (como "forma Christi": Gal 4,19) comienza a producir efecto en el cristiano, de ahí se sigue necesariamente, en primer lugar, que 'no sufro yo, sino que Cristo sufre en mí', que él ha hecho de mí un órgano para su redención, que, por tanto, no llevamos nuestro sufrimiento, sino que 'llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús', para que también, no nuestra vida, sino 'la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal' (2Co 4,10s). Aun sentido como propio, este sufrimiento no es propiedad del cristiano, sino sólo un préstamo que, con su sí (femenino, eclesial), el cristiano ha de poseer siempre" (VON BALTHASAR, H. U., Teología de los tres días. El misterio pascual, Encuentro, Madrid 2000, p. 115).
Sea la gracia la que nos configure con Cristo; y sea su pasión y cruz la que nos obtenga esa forma Christi. Porque, en definitiva, hemos de desear que esa forma Christi -deseada- se plasme en nosotros.
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