martes, 22 de febrero de 2022

Apertura a la misión con Internet



“Si no hay lugar para Cristo, tampoco hay lugar para el hombre”[1]. Con frase lapidaria, Juan Pablo II señalaba entonces el gran reto para los católicos: ¡Cristo debe tener su lugar en el espacio digital! ¡Cristo debe estar presente también en Internet!, ya que, si no, tampoco hay lugar para el hombre, pues éste se comprende sólo a la luz del Verbo encarnado (cf. GS 22).



Por lo cual, también es pastoral escribir en un blog; es también apostolado escribir y participar en los blogs, en los foros, en las redes sociales, aunque sean formas y métodos nuevos, alejados en cierto modo de la pastoral tradicional tal como se concibe o se piensa muchas veces. 

 No es una pérdida de tiempo ni una afición para ratos perdidos: es un sacrificio de tiempo (que se roba al sueño, al descanso legítimo o al ocio necesario), de precisión, de contenidos claros; es apostolado y pastoral para un sacerdote, para un consagrado y para un fiel laico. 

Sólo quien desconozca por dónde va la cultura y el mundo hoy, puede menospreciar el trabajo apostólico en Internet o minusvalorarlo (la estrechez de miras de una “pastoral de campanario” o de una “pastoral secularizada” para lograr sólo un grupo de incondicionales-amigos); sólo quien sea incapaz de percibir el alcance de Internet puede mirar altaneramente este apostolado, valorándolo en categorías de entretenimiento, de superficialidad o de vanidad personal: su difusión increíble logra crear pensamiento y cultura, y las posibilidades de catequesis, formación y evangelización se multiplican hoy para quien sea capaz, con sacrificio, de aprovecharlas y lanzarse a este mundo digital, navegar por Internet y echar las redes duc in altum. Es más, para un sacerdote es un campo apremiante y necesario según escribía recientemente Benedicto XVI, y no un entretenimiento ni una pastoral innecesaria:


“Se pide a los presbíteros la capacidad de participar en el mundo digital en constante fidelidad al mensaje del Evangelio, para ejercer su papel de animadores de comunidades que se expresan cada vez más a través de las muchas «voces» surgidas en el mundo digital. Deben anunciar el Evangelio valiéndose no sólo de los medios tradicionales, sino también de los que aporta la nueva generación de medios audiovisuales (foto, vídeo, animaciones, blogs, sitios web), ocasiones inéditas de diálogo e instrumentos útiles para la evangelización y la catequesis.
El sacerdote podrá dar a conocer la vida de la Iglesia mediante estos modernos medios de comunicación, y ayudar a las personas de hoy a descubrir el rostro de Cristo. Para ello, ha de unir el uso oportuno y competente de tales medios –adquirido también en el período de formación– con una sólida preparación teológica y una honda espiritualidad sacerdotal, alimentada por su constante diálogo con el Señor. En el contacto con el mundo digital, el presbítero debe trasparentar, más que la mano de un simple usuario de los medios, su corazón de consagrado que da alma no sólo al compromiso pastoral que le es propio, sino al continuo flujo comunicativo de la «red»”[2].

            Todo lo que se pueda hacer es poco: queda por delante evangelizar todo este “continente digital” que es Internet, y quien pueda ha de lanzarse a él, por amor a Jesucristo y a la Iglesia, buscando el bien de los hombres y su salvación; por eso es pastoral que el sacerdote esté, trabaje y evangelice en Internet como en cualquier otro ámbito.



[1] JUAN PABLO II,  Mensaje para la XXXVI Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 12-mayo-2002, n. 3.
[2] BENEDICTO XVI, Mensaje para la XLIV Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 16-mayo-2010, hecho público el 24 de enero de 2010.

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