La Eucaristía es un
verdadero Misterio, y, como tal, ante el Misterio eucarístico, como Moisés,
hemos de descalzarnos, con sumo
respeto, y evitando toda trivialización. Frente al falso concepto de “símbolo”,
de “fiesta”, de falso concepto de “participación”, que todo lo convierte en
pastoral y entretenimiento, de “banquete” o “fiesta”, la Eucaristía es el
verdadero y único Sacrificio de Cristo que se actualiza, que se hace presente
con idéntico poder salvador.
La Eucaristía es
SACRIFICIO, que nos sigue ofreciendo su
salvación y espera nuestra colaboración y la oblación de nuestros propios
sacrificios unidos al sacrificio pascual del Señor.
Enseña el papa Juan Pablo II en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia:
La
Iglesia
vive continuamente del sacrificio redentor, y accede a él no solamente a través
de un recuerdo lleno de fe, sino también de un contacto actual, puesto
que este sacrificio se hace presente, perpetuándose sacramentalmente en cada
comunidad que lo ofrece por manos del ministro consagrado. De este modo, la Eucaristía aplica a los
hombres de hoy la reconciliación obtenida por Cristo una vez por todas para la
humanidad de todos los tiempos. En efecto, el sacrificio de Cristo y el sacrificio
de la Eucaristía
son, pues, un único sacrificio...
La
Misa hace presente el sacrificio de la Cruz, no se le añade y no lo
multiplica. Lo que se repite es su celebración memorial, la “manifestación
memorial”, por la cual el único y definitivo sacrificio redentor de Cristo se
actualiza siempre en el tiempo.
La naturaleza sacrificial del Misterio
eucarístico no puede ser entendida, por tanto, como algo aparte, independiente
de la Cruz o con
una referencia solamente indirecta al sacrificio del Calvario (EE 12).
Existen siempre unos signos
litúrgicos expresivos que recuerdan estas verdades de fe con suma claridad,
lenguaje siempre elocuente:
·
Siempre preside un
crucifijo en el presbiterio al que se inciensa ("sobre el altar o cerca de él", IGMR 308)
· La Víctima
es sacrificada, por la separación del Cuerpo y de la Sangre llevando a plenitud
los sacrificios de la
Antigua Alianza
· Se parte visiblemente
en diversos trozos el Cordero inmolado durante la fracción del pan, acompañado
de un canto sacrificial: “Agnus Dei”.
· La comunión que
recibimos es comunión con la
Víctima inmolada, participando del Sacrificio –comiendo del
Sacrificio-.
·
Los mismos textos
eucológicos de toda plegaria eucarística nos recuerda la oblación, la ofrenda y
el sacrificio:
Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala,
como aceptaste los dones del justo Abel,
el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe,
y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec (Canon romano).
Te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación,
y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu
presencia (PE II).
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,
y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación
quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
Que él nos transforme en ofrenda permanente (PE III).
Mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos su Cuerpo y su Sangre,
Sacrificio agradable a ti y salvación para todo el mundo.
Dirige tu mirada sobre esta Víctima,
que tú mismo has preparado a tu Iglesia...
seamos en Cristo víctima viva para alabanza de tu gloria (PE
IV).
· La misma doxología
eucarística (“Por Cristo, con Él y en Él”) recuerda el carácter sacrificial de
la cruz de Cristo tal como es citado en Hb 10: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
La Eucaristía es el mismo e idéntico sacrificio de la cruz, actualizado
sacramentalmente, entregado a nosotros e igualmente salvífico AQUÍ Y AHORA. La Eucaristía –aunque es
un lenguaje duro- es un verdadero sacrificio, por más que algunos lo quieran
disimular. El lenguaje eucarístico es duro: “Tomad, comed, esto es mi cuerpo”,
“tomad, bebed es mi Sangre”, tal como lo entendieron del Pan de Vida (Jn 6) y
por eso se escandalizaron: Yo soy el pan
vivo bajado del cielo. El que come de este pan vivirá para siempre... el que
come [mastica] mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna (Jn 6, 51. 54).
Incluso como dice el Catecismo, la Eucaristía es llamada Santo Sacrificio de la Misa: [Se llama] Santo
Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de la Misa, “sacrificio de
alabanza”, sacrificio espiritual, sacrificio puro y santo, puesto que completa
y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza” (CAT 1330).
El Catecismo de la Iglesia Católica
desarrolla muy ampliamente el tema de la Eucaristía como Sacrificio (CAT
1365-1372) y lo que significa el mismo Sacrificio de Cristo (CAT 599-623).
Destacamos dos aspectos:
a)
El sacrificio de
Cristo, ya hoy incruento, en la
Misa:
El sacrificio de
Cristo y el sacrificio de la
Eucaristía, son, pues, un único sacrificio: Es una y
la misma víctima que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes que se
ofreció a sí misma entonces sobre la cruz. Sólo difiere la manera de ofrecer. Y
puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la Misa, se contiene e inmola
incruentamente el mismo Cristo que en el altar de la cruz se ofreció a sí mismo
una vez de modo cruento; este sacrificio es verdaderamente propiciatorio (CAT 1367).
b)
Por ser sacrificio de Cristo, la Iglesia se une y se ofrece Ella misma junto a su
Señor:
La Eucaristía es
igualmente el sacrificio de la
Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en
la ofrenda de su Cabeza. Con él, ella se ofrece totalmente. Se une a su
intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el
sacrificio de Cristo se hace también el sacrificio de los miembros de su
Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su
trabajo, se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un
valor nuevo. El sacrificio de Cristo presente sobre el altar da a todas las
generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda (CAT 1368).
Magnífica entrada, don Javier! y qué fotos, con Obispo y todas las 7 velas. Bellísimas. Abrazos fraternos.
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