sábado, 9 de noviembre de 2013

Teología, canto, redención

Hay una crítica de Nietzsche, el filósofo nihilista que lleva marcando el pensamiento contemporáneo casi dos siglos, que posee una grandísima parte de verdad y a todos nos obligaría a pensar y reflexionar.

"Mejores canciones tendrían que cantarme para que yo aprendiese a creer en un redentor: ¡más redimidos tendrían que parecerme los discípulos de éste!

Desnudos quisiera verlos: pues únicamente la belleza debiera predicar penitencia. ¡Mas a quien persuade esa tribulación embozada!

¡En verdad, sus mismos redentores no vinieron de la libertad y del séptimo cielo de la libertad! ¡En verdad ellos mismos no caminaron nunca sobre las alfombras del conocimiento!

¡De huecos se componían el espíritu de esos redentores; mas en cada hueco habían colocado su ilusión, su tapahuecos, al que ellos llamaban Dios!" (Nietzsche, Así habló Zaratustra, Parte II: De los sacerdotes).

¡Mejores canciones, más caras de redimidos!

¿Qué testimonio ofrecen hoy los católicos?

Realmente mejores canciones, más entusiasmo, más fervor, más convicción y más vida no nos vendrían nada mal. A veces, más que redimidos, parecemos un pueblo de condenados a la fe; un pueblo de castigados a vivir los Misterios. Pensemos en el mismo canto litúrgico y el tono espiritual de nuestras liturgias: cansinos, monótonos, apagados, como el que cumple un deber y desea acabar cuanto antes...


El lenguaje de la catequesis, de la predicación y de la teología, será un lenguaje pronunciado con entusiasmo, seguridad, viveza, si quien lo pronuncia es un "redimido" que canta canciones mejores y alegres al Señor; si en su lugar, el lenguaje es mediocre, tibio, monótono, de quien recita de memoria pero no llega a asimilar o a estar convencido, a nadie impactará ni nadie descubrirá un Redentor al que entusiasme seguir y entregar la vida.

El tono vital, la santidad de vida, sería la cara de redimidos ante el mundo, transparentando el rostro del Señor, dibujando la Felicidad interior de una vida en Dios. Pero en el momento en que hemos sacado a Dios de la vida y lo hemos confinado sólo al culto, nuestras caras reflejan la angustia y la búsqueda, o la alienación y la tristeza de los hombres vacíos que intentan ahogar su sed como sea.

Quien se acerque a nuestras iglesias, quien oiga nuestros cantos, quien comparta la vida con nosotros, ¿oirá buenas canciones, verá nuestras caras de redimidos, de hombres plenos?

Pasión, fervor, convicción: cualidades para los católicos hoy; sin ellas, seremos una luz tan mortecina, triste, extinguiéndose, que apenas iluminará nada.

3 comentarios:

  1. En relación a Nietzsche, he de decir que me parece fantástico eso de las erudiciones filosóficas del tal Nietzsche. Las florituras del pensamiento son una cosa buena, más, ¿acaso lee Nietzsche en el interior del alma humana por la cara del hombre o por como canta? Bien arrogante y pretencioso se nos vuelve aquel que cree ver lo que solo a DIOS es dado ver. Si, creo que el tal Nietzsche, es el del super hombre y esas cosas. Bien perplejo me quedo, cuando pienso en el superhombre después de, por ejemplo, que te duela una muela durante un par de días. ¿Dónde queda el superhombre entonces?. El tal Nietzsche puede haber sido decisivo en el pensamiento de occidente (que no es todo el mundo, sino una pequeña parte) durante décadas, pero ¿esas son sus credenciales, su carta de presentación, su validez o su trascendencia?. Pues bien huero es todo eso, y no creo que vaya más allá del "vanidad de vanidades" de nuestras Sagradas Escrituras. Eso del "DIOS ha muerto" del tal Nietzsche, es como la mayoría de las cosas, dar la espalda a lo obvio o esencia de estulticia. Si al tal Nietzsche le hubiese interesado la Redención, más le valiera haber acudido al REDENTOR y no a las caras y a los cantos de los redimidos. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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  2. Muy malo es “sacar a Dios de la vida y relegarlo al culto”, actitud que viene de siglos y ha producido terribles consecuencias, pero no es menos malo, y tiene el mismo origen, el reproche del filósofo: “no vinieron de la libertad”, “no caminaron… sobre las alfombras del conocimiento”, “su ilusión, su tapahuecos al que llamaban Dios”.

    Siempre he rehusado participar en las distintas "soluciones prácticas" (que no voy a enumerar) que se han adoptado para responder a la pregunta que subyace en la entrada. Me quedo con “a todos nos obligaría a pensar y reflexionar”.

    Dos razones. La primera porque Jesús dijo “son más sagaces los hijos de las tinieblas que los hijos de la luz”; el estratega militar, el jugador de ajedrez, saben lo importante que es conocer lo que hay de valor, de verdad, en el enemigo. “Toda verdad, dígala quien la diga, proviene del Espíritu Santo” dijo santo Tomás.

    La segunda, según la antropología de santo Tomás somos imagen de Dios en razón de la inteligencia y voluntad (en san Agustín y santa Catalina: inteligencia, memoria y voluntad). Como Jesús nos dijo: “La lámpara del cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo esta sano, todo tu cuerpo esta iluminado, pero si tu ojo está enfermo, también tu cuerpo estará en tinieblas”, la inteligencia, don de Dios, es como “tu ojo”; no utilizar la inteligencia y la voluntad es como ir por una carretera a oscuras, ya que la inteligencia es la facultad que tiende a buscar lo que es verdad mientras que la voluntad (amor) tiende a lo que es bueno en si mismo y no lo a lo que es de mi gusto; los daños son ignorancia confusión y error. No son la inteligencia y la voluntad las que se oponen a la fe sino la soberbia, tantas veces disfrazada de humildad.

    La salvación del mundo, por decisión de Él que pide nuestra colaboración, está en nuestro entusiasmo no mundano, no sentimental, no mediocre, no de ojos vendados, en nuestro entusiasmo de quienes se saben redimidos y dan razón creíble de su esperanza. Cantad al Señor en la asamblea de los fieles (Laudes) ¡Que Dios les bendiga!


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  3. Pues si D. Javier. El lenguaje lo utilizamos de forma tan casina que parece que estamos siendo castigados a dar catequesis, celebrar la Liturgia o incluso a orar.

    Quizás por eso queremos cambiar el lenguaje, ya que creemos que cambiando las apariencias nuestro interior cambiará. Lo triste que tras cada ensusiasmo por el cambio de las apariencias, nos damos cuenta que nuestro interior sigue igual que antes. Cambiar de sombrero no nos hace más inteligentes.

    No nos damos cuenta que lo cambiar loexterno no da vida lo interno, sino que la conversión interna es lo que da vida a lo externo.

    En las celebraciones litúrgicas nos cantamos los cantos de los 60 y 70 con igual vacío que cuando se cantaban las canciones litúrgicas previas. Pero nos aferramos al recuerdo de cuanto esas canciones entusiasmaron aquellos corazones que hoy se preguntan ¿Qué nos pasa? Cantamos el aleluya como si estuviéramos en un funeral. Cantamos variaciones, algunas muy poco adecuadas, del Gloria y no se inflama el corazón de quienes cantamos. ¿Qué nos pasa?

    Creo que nos quedamos en las estéticas y olvidamos la belleza. Nos quedamos en las superficies y olvidamos las profundidades. En el fondo, dejamos la conversión para otro día. Comprometernos resulta muy caro en un sociedad acostumbrada a la cultura del zapping.

    Pero... no por ello deja de haber esperanza. Cristo no nos ha dejado, sino que sigue entre nosotros.

    Feliz Domingo D. Javier, que el Señor le bendiga :D

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