13.
Será el Señor el que construya la casa de nuestra santidad, y que si Él no lo
hace, en vano se cansan los albañiles de nuestra alma trabajando las potencias
y sentidos interiores...
14.
El orgullo es muy impaciente, muy precipitado, y lo quiere todo en el momento,
hasta la propia santidad.
15.Sabiendo
que Dios nos ama y nos ha elegido para crecer “a la medida de Cristo en su plenitud” hemos de caminar con una
profunda y sencilla humildad, que incluye nuestros fracasos, nuestras
infidelidades, nuestras resistencias a la Gracia, y que uno debe tener paciencia consigo
mismo, porque el alma herida por el pecado original, no hace el bien que quiere
y hace el mal que no quiere.
16.
Quien carece de esta paciencia, se enfada consigo mismo, pierde la paz y la
alegría: mejor será caminar, integrar los fallos y errores, desterrar poco a
poco ese orgullo y confiará en que el Señor dará el crecimiento.
17.
Las metas y el tiempo los traza el Señor, caminemos constantemente, con
paciencia frente a lo que vemos que sale de nuestro corazón y que no nos
agrada. Pero Dios da el crecimiento, normalmente durante la noche, cuando la
semilla va creciendo sin que el sembrador sepa cómo. Y está creciendo aunque no
lo veamos y nos experimentemos iguales y estancados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario