sábado, 12 de septiembre de 2020

La Eucaristía en cuanto memorial

La Eucaristía es el memorial del Señor, de su sacrificio pascual. Pero memorial posee un sentido técnico muy específico: actualización, traer presente aquí y ahora con toda su virtud y fuerza redentora. Es algo más que "memoria" o mero "recuerdo".

Quien confunde "memoria" con "memorial", piensa que con eso se niega el valor de la Eucaristía como sacrificio o como culto de latría (adoración) a Dios. Pero memorial lo incluye todo.




Aquí radica un punto fundamental: las acciones de Cristo, por ser Hijo de Dios, son teándricas, divinas, y como tales, supratemporales, metahistóricas, y por tanto se pueden hacer presentes siempre con la misma eficacia salvadora.

Insistamos: hay que distinguir memorial de memoria, ya que ésta es un recuerdo subjetivo, personal, de algo que pasó, memoria psicológica, pero que no podemos modificar ni traer al presente, sólo recordar (con su carga positiva o negativa según sea el recuerdo). Tratar la Eucaristía sólo como memoria, es hacer de la Iglesia el sujeto principal, subjetivo, que recuerda, pero que no le sirve ese recuerdo psicológico de la pasión y resurrección para nada (sólo a nivel edificante o considerativo, como el Viacrucis, el Rosario o las devociones).

            El memorial es un TRAER PRESENTE, REALMENTE, lo realizado por Cristo, la PASCUA que se ACTUALIZA, SE OFRECE Y SE DA. Porque es memorial, la Eucaristía es el mismo sacrificio de Cristo de hoy de forma incruenta que sigue salvando. Así enseña la encíclica Ecclesia de Eucharistía:


            La Iglesia continuamente del sacrificio redentor y accede a él no solamente a través de un recuerdo lleno de fe [memoria psicológica], sino también en un contacto actual, puesto que este sacrificio se hace presente, perpetuándose sacramentalmente en cada comunidad que lo ofrece por manos del ministro consagrado... La Misa hace presente el sacrificio de la Cruz, no lo añade ni lo multiplica. Lo que se repite es su celebración memorial, la “manifestación memorial”,  por lo cual el único y definitivo sacrificio redentor de Cristo se actualiza siempre en el tiempo (EE 12).

            El hecho de que la Eucaristía sea memorial es lo que da sentido a nuestros ritos litúrgicos “que contienen lo que significan”. Para profundizar en el concepto memorial (CAT 1362-66), vemos el centro fundamental  del concepto MEMORIAL en el Catecismo:

            En el sentido empleado por la Sagrada Eucaristía, el memorial no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel entiende su liberación de Egipto: cada vez que es celebrada la Pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos acontecimientos (CAT 1363).

            El memorial recibe un sentido nuevo en el NT. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo, y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual: “Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención (LG 3)”” (CAT 1364).

            La Iglesia, humildemente, celebra el mandato que recibió del Señor:

            La Eucaristía que instituyó en este momento [Última Cena] será el “memorial” de su sacrificio. Jesús incluye a los Apóstoles en su propia ofrenda y les manda perpetuarla (CAT 611).

            La Iglesia explicita siempre en sus anáforas que la Eucaristía es memorial:

Por eso, Padre, nosotros tus siervos, y todo tu pueblo santo,
al celebrar este memorial de la muerte gloriosa
de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
de su santa resurrección del lugar de los muertos
y de su admirable ascensión a los cielos (PE I).

Así, pues, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la muerte y resurrección de tu Hijo (PE II).

Así pues, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa (PE III).


            Es decir, la Eucaristía es el mismo Cenáculo para nosotros, y estamos allí, o mejor, el Cenáculo se traslada –tal cual- a cada iglesia, a cada asamblea.

            Los puntos doctrinales deben quedar bien claros; para una mayor madurez espiritual y un mejor modo de comprender, vivir y celebrar la Eucaristía:

            El Hijo de Dios, encarnado en la naturaleza humana, redimió al hombre, lo transformó en nueva criatura, superando la muerte con su muerte y resurrección. Pues a sus hermanos convocados de entre todas las gentes, los constituyó místicamente como su cuerpo, comunicándoles su Espíritu. La vida de Cristo en este cuerpo se comunica a los creyentes, que se unen misteriosamente y realmente a Cristo que ha padecido y está glorificado por medio de los sacramentos (LG 7).

            Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que iba a ser entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre, co el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz ya  confiar así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual Cristo  es nuestra comida, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura (SC 47).

           
            Es importante –porque tiene luego consecuencias espirituales, litúrgicas, y pastorales- lo que es la misma Eucaristía:

            Por eso la Misa o Cena del Señor es a la vez inseparablemente:

-Sacrificio en el que se perpetúa el sacrificio de la cruz

-Memorial de la muerte y resurrección del Señor, que dijo: Haced esto en memoria mía.

-Banquete sagrado, en el que por la comunión con el Cuerpo y la Sangre del Señor el pueblo de Dios participa en los bienes del sacrificio pascual, renueva la nueva Alianza entre Dios y los hombres, sellada de una vez para siempre con la Sangre de Cristo y prefigura y anticipa en la fe y en la esperanza el banquete escatológico en el reino del Padre, anunciando la muerte del Señor hasta que vuelva (Eucharisticum Mysterium, 3a).

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