De todos los escritos atribuidos a Hipólito,
el que más interés ha suscitado es el de la Traditio Apostolica.
Si exceptuamos la Didajé,
es el más antiguo y el más importante de las Constituciones eclesiásticas de la
antigüedad, pues contiene un ritual rudimentario con reglas y formas fijas para
la ordenación y otras funciones de los distintos grados de la jerarquía, para
la celebración de la
Eucaristía y de la administración del Bautismo.
Un
breve recorrido por su estructura, claramente dividida en tres partes. La
primera parte se centra en la
Constitución de la
Iglesia (cc. 1-14) y contiene el prólogo, cánones para la
elección y consagración de un obispo, la liturgia eucarística que sigue a la
ordenación y las bendiciones del aceite, del queso y de las aceitunas. Siguen
luego las normas y oraciones para la ordenación de sacerdotes y diáconos;
finalmente, se habla de los confesores, lectores, viudas, vírgenes, subdiáconos
y los que tienen el don de curar.
La
intención de Hipólito era mencionar solamente las formas y los ritos que eran
ya tradicionales y las costumbres establecidas ya desde antiguo.
Si las
consigna por escrito es para protestar
contra las innovaciones y fijar un uso para el autor más primitivo y fiel a la Tradición y costumbres
apostólicas.
Por consiguiente, la liturgia descrita en esta constitución
pertenece a una época más antigua, y por eso mismo de gran valor.
La
segunda parte es la iniciación cristiana (cc. 15-21), y trata de las normas
para los seglares. Se legisla sobre los recién convertidos, sobre las artes y
profesiones prohibidas a los cristianos, los catecúmenos, el bautismo, la
confirmación y la participación en la Eucaristía en la noche santa.
La descripción del
Bautismo (c. 21) que encontramos aquí es de inestimable valor, porque contiene
el primer símbolo romano. Esta segunda parte es muy homogénea y pudo haber sido
una parte independiente, con una conclusión propia.
Los
usos de la comunidad (cc. 22-42) forman el tercer bloque de la Traditio.
Trata de
varias costumbres cristianas, existiendo una descripción de la Eucaristía dominical.
Se dan reglas para el ayuno, para el ágape y para el lucernario.
Se considera
la oración a lo largo del día y la comunión en casa.
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