viernes, 26 de octubre de 2018

La gran plegaria eucarística

Abordamos un tema central, clave de toda la Misa: la plegaria eucarística.



            Para la participación verdadera en la liturgia, que nunca se identifica con “intervenir” y “que todos hagan algo”, se requiere un conocimiento de la misma liturgia que nos lleve a orar, responder, cantar, escuchar y ofrecernos. Así, para una auténtica participación según la mente de la Iglesia, la Constitución Sacrosanctum Concilium establecía:



            “La Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen…” (SC 48).

            ¿Tan importante es la liturgia? ¿No son sólo ceremonias, ritos? La liturgia no es un cúmulo de ceremonias, sino la oración misma de la Iglesia, el culto espiritual y santo. Sus textos litúrgicos, sus lecturas, sus cantos, etc., van impregnando el alma poco a poco si se sabe recibirlos y asimilarlos, de manera que la liturgia es la gran maestra y educadora de la fe: “es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano” (SC 14).

            Los obispos y sacerdotes, junto con los diáconos, y también los catequistas de niños, jóvenes y adultos, deberán introducir en el misterio de la liturgia mediante una educación paciente para que la sepan todos vivir:


“Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su edad, condición, género de vida y grado de cultura religiosa, cumpliendo así una de las funciones principales del fiel dispensador de los misterios de Dios y, en este punto, guíen a su rebaño no sólo de palabra, sino también con el ejemplo” (SC 19).

            La gran plegaria eucarística es el centro de la celebración de la Misa; pieza fundamental, bellamente elaborada, dirigida a Dios y no a los asistentes, donde los fieles intervienen en algunos momentos (diálogo inicial, el Sanctus, la aclamación tras la consagración y el solemne “Amén” final). Debe ser escuchada con silencio reverente cuando es pronunciada, conscientes todos de lo que el sacerdote está rezando a Dios. Por eso, la catequesis debe mostrar la importancia de la plegaria eucarística, iluminar a todos con la enseñanza:

“Los pastores guíen a los fieles con una catequesis apta a la plena inteligencia de este misterio de fe, la cual debe iniciarse por los misterios del año litúrgico y por los ritos y oraciones de la celebración, para esclarecerles el sentido de los mismos, sobre todo el de la gran oración eucarística, y conducirlos a la percepción íntima del misterio que tales ritos significan y realizan” (Instrucción “Eucharisticum mysterium”, n. 15).


            En la plegaria eucarística, con su estructura clara, sus afirmaciones, etc., se contiene la fe de la Iglesia y la actuación de Dios mismo. Merece ser leída en privado, en la oración personal y en el estudio, asimilarla, sacarle fruto. Son varios los formularios habituales: 

* la plegaria eucarística I o Canon romano, II y III;
* la plegaria eucarística IV forma un todo con su prefacio y por eso se usa menos;
* para las Misas por diversas necesidades (p.e. “por la Iglesia”, “por los enfermos”, “por la paz y la justicia”…) se puede emplear la plegaria eucarística V con sus cuatro variantes (V/a, V/b, V/c y V/d).
* En tiempo penitencial y en Cuaresma están dos plegarias eucarísticas que se deben usar con su prefacio propio: Plegaria eucarística sobre la Reconciliación I y II,
* así como tres plegarias eucarísticas para la Misa con niños.

            La mera recitación durante la Misa tal vez no permita descubrir todos los matices de sus frases, su contenido, sobre todo si se realiza apresuradamente o si los fieles se distraen pensando que esa larga plegaria es exclusiva del sacerdote, en vez de entender que es el sacerdote quien la pronuncia en nombre de todos, en nombre de la Iglesia.

            La participación en la liturgia requiere que asimilemos y conozcamos los textos litúrgicos, orantes, de la Iglesia y los empleemos para nuestra formación así como también para nuestra oración personal y meditación. Entonces nos iremos formando mejor en esta gran escuela de vida cristiana que es la liturgia y, asimismo, iremos participando cada vez mejor en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia.


Javier Sánchez Martínez, pbro.

 

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