jueves, 28 de mayo de 2015

Criterio de catolicidad

Serán muchos los criterios para discernir si algo es "católico" (universal, integrador) o no es católico más que en el nombre. Pero entre estos criterios, hay uno de ellos que merece ser destacado para luego confrontar actuaciones tanto personales como comunitarias.

Este criterio es verificar la apertura o la cerrazón del corazón a la totalidad de la Iglesia; confrontar si el camino que lleva toda la Iglesia, su enseñanza, su vida, los puntos que se resaltan para todos por parte del Magisterio de la Iglesia y del Papa, son asumidos gozosamente y marcan la ruta, o si por el contrario, mientras la Iglesia va caminando, alguien o una comunidad cristiana siguen encerrados en sí mismos, caminando al margen o en dirección contraria a toda la Iglesia -sin juzgar la buena voluntad-.
A veces nos quedamos anclados en un pasado reciente, con un lenguaje propio de otra época (piénsese, por ejemplo, en el lenguaje de los años setenta), con intereses pastorales que son de otro tiempo pero que ya no responden al presente... y la Iglesia, presidida por Pedro, atenta a la voz del Espíritu Santo, ha avanzado, progresado, revisado, señalado otros campos para evangelizar, templado excesos y animando en una renovación más en profundidad. 

Criterio de catolicidad seguro es ver si cada cual, si cada Iglesia particular, movimiento, parroquia, etc., caminan con la Iglesia o se han cerrado en sí mismos, hablando, actuando, como hace cincuenta años, recién acabado el Concilio Vaticano II, por señalar una fecha de referencia entre otras posibles.

La cerrazón, el quedar anclados, sitúa al margen de la Iglesia, y no puede atribuirse a un cierto profetismo provocado por el Espíritu Santo, porque precisamente el Espíritu es el Espíritu de la unidad, que lleva a los muchos a converger en Uno, la Iglesia, prolongación y presencia del mismo Cristo. El Espíritu Santo crea realidades nuevas, impulsos nuevos, para introducir en la gran Comunión eclesial, pero jamás genera un desafecto eclesial, o una espontaneidad anárquica, o un profetismo contestario a la Iglesia misma, porque entonces sería el espíritu de división, no el Espíritu de unidad.


Decía el papa Benedicto XVI:

"Se pone en marcha un proceso de reunificación entre las partes de la familia humana, divididas y dispersas; las personas, a menudo reducidas a individuos que compiten o entran en conflicto entre sí, alcanzadas por el Espíritu de Cristo, se abren a la experiencia de la comunión, que puede tocarlas hasta el punto de convertirlas en un nuevo organismo, un nuevo sujeto: la Iglesia. Este es el efecto de la obra de Dios: la unidad; por eso, la unidad es el signo de reconocimiento, la «tarjeta de visita» de la Iglesia a lo largo de su historia universal. Desde el principio, desde el día de Pentecostés, habla todas las lenguas. La Iglesia universal precede a las Iglesias particulares, y estas deben conformarse siempre a ella, según un criterio de unidad y de universalidad" (Hom. en Pentecostés, 23-mayo-2010).

Entonces una guía para el discernimiento es ver hasta qué punto hay una Comunión con toda la Iglesia, o voy obrando a mi aire, con mis propios planteamientos ideológicos, justificando mi propia actuación con un pretexto: la Iglesia qué sabe de esto, de esta parroquia, de esta realidad concreta. 

Para discernir, hay que contrastar la propia actuación personal y comunitaria con el camino y la enseñanza de la Iglesia toda, con una apertura al sentir de la Iglesia, a los pasos de la Iglesia, al camino de la Iglesia, modificando o ajustando lo que vivo y hago -lo que se vive y se hace en la comunidad cristiana- con el resto de la Iglesia:

"De esto, queridos hermanos, deriva un criterio práctico de discernimiento para la vida cristiana: cuando una persona, o una comunidad, se cierra en su modo de pensar y de actuar, es signo de que se ha alejado del Espíritu Santo. El camino de los cristianos y de las Iglesias particulares siempre debe confrontarse con el de la Iglesia una y católica, y armonizarse con él" (ibíd.).

La cerrazón en posturas pastorales o espirituales rígidas jamás será buena; tenemos ejemplos abundantes en la historia reciente de la Iglesia. El camino del Espíritu Santo es abrirnos a la Iglesia entera, vivir según la Iglesia, caminar al ritmo y por el camino de la misma Iglesia. Entonces sí se podrá verificar en nosotros la catolicidad.

2 comentarios:

  1. Ser católico es ser miembro de la Iglesia Católica. La palabra católico (kato-holon) significa general, universal, total. La palabra implica varias significados; se puede distinguir una catolicidad externa y otra interna.

    La catolicidad externa se refiere tanto al espacio como al tiempo. Respecto al espacio quiere decir que la Iglesia de Cristo está destinada a todo el mundo, a todos los pueblos y a todos los hombres de todos los tiempos. Por tanto, la catolicidad externa se puede llamar también personal (afecta a las personas que pertenecemos a la Iglesia). Por lo que se refiere a la catolicidad espacial, se opondría a ella una comunidad o movimiento religioso que sólo importara a un ámbito racista, cultural, político determinado o a otra delimitación cualquiera que sea ésta, es decir, que estuviera vinculada a fronteras nacionales o de otro tipo. La Iglesia de Cristo está sobre todo, trasciende todos los límites.

    El segundo elemento de la catolicidad externa de la Iglesia es su expansión a través de los tiempos. Tiene la capacidad de subsistir y llevar a todas las épocas la gloria de Dios para formarlas y configurarlas desde dentro como una levadura; sobrevive a todos los tiempos frente a la ley de la caducidad que lo domina todo.

    La interna (salvífico-ontológica) se refiere a la plenitud de la verdad y de los bienes de salvación.

    Alégrate, Jerusalén, porque en ti serán congregados todos los pueblos (antífonas de Laudes)

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  2. Ser católico proviene del griego que significa "universal", fundada por Jesús y destinada a todos los pueblos.

    Ser católico es mucho más que "tener fe o confianza en Dios",

    es creer en Jesucristo:

    Es amar, adherirse a Jesús , vivir conforme al Evangelio o aceptar la Revelación.

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