lunes, 1 de julio de 2013

La limosna (Exht. a un hijo espiritual - IX)

"Hazte siempre ajeno, hijo mío a este vicio [la avaricia] y acepta de buen grado la pobreza voluntaria.

No seas dejado ni perezoso, sino trabaja con tus manos para tener de dónde poder darle al indigente.

Dentro de tus posibilidades ofrece con moderación: que sólo se te exige lo que se te ha entregado; nadie te exige lo que no tienes. La limosna que se aporta inicuamente es una abominación a los ojos de Cristo: a Él le agrada lo honradamente aportado.

Hijo mío, la virtud de la misericordia no tiene estas mañas: que hay algunos que arrebatan lo ajeno y luego fingen dar limosna; y a unos los oprimen, mientras delante de otros fingen tener compasión. Pero Dios no se complace con sus actos, y esa falsedad de su corazón la maldice y la rechaza.

Y tú, hijo mío, aunque sea poco lo que ofrezcas fruto de tu trabajo, eso es grato y bien recibido a los ojos del Señor. No te jactes al ofrecer limosna al indigente y no te creas mejor que aquel a quien le haces un préstamo a usura, sino muéstrate humilde en todos tus actos a los ojos del Señor, porque a Dios no le agradará lo que se hace con soberbia; pero lo hecho con humildad sí es bien recibido por Él"

(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 9).

3 comentarios:

  1. ¡Qué reconfortante me parece este texto,Padre!. Una vez más muchas gracias por todo. DIOS le bendiga. Sigo rezando

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  2. La cortita entrada, tiene “mucha miga”. La limosna cristiana tiene ciertas notas distintivas: ser justa (sin confundirla con los deberes de justicia), por amor a Dios y al prójimo, desinteresada (no busca satisfacción humana, ni siquiera secreta pues sólo has hecho lo debido), prudente, útil y a su tiempo (entre verdaderos necesitados, a los que no les va a hacer más daño que bien, mejor es enseñar a pescar que dar pescado), con respeto a la dignidad, con alegría y sin confundirla con el deber de contribuir al sostén de la Iglesia.

    La avaricia, no sólo hace que te apoderes de los recursos que otros necesitan, además te lleva a poner tu confianza en esos recursos y no en Dios: “Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida” (Lc 12). Y murió esa misma noche; el hombre se aferra a la seguridad cuando el riesgo es parte consustancial a la condición humana.

    Una observación personal. La precariedad, “el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”, es un signo distintivo de Jesús, no la pobreza ¿Qué ventaja se esconde en la precariedad?: la dependencia absoluta de Dios y no de ídolos. Además, y esto es muy importante para el discípulo, es un grito de independencia ante los poderes de este mundo; Juan el Bautista, que vive en el desierto, se viste de pieles de animales y se alimenta de langostas y miel, es libre, sólo depende de Dios pues en el desierto no reina el mundo, los imperios de esta tierra retroceden ante el desierto. Vivir en la precariedad no significa escoger el fracaso sino poner toda la certeza y confianza en Dios.

    “… arrebatan lo ajeno y luego fingen dar limosna”. Y uno piensa en esa imagen de Robin Hood, el héroe que roba a los ricos para darlo a los pobres ¿No? Esos “muchi-muchi millonarios” que dan una donación de un millón de dólares y no sabes si reír o llorar pues la remuneración que perciben por su trabajo o capital es tan excesiva que pueden ser incluidos en los párrafos tercero y cuarto de la entrada.

    Pero hay para todos en esta corta entrada, san Basilio no deja ‘títere con cabeza’: “no seas dejado ni perezoso, sino trabaja”. La misma recomendación de san Pablo, tan poco comentada: “muy ocupados en no hacer nada… El que no trabaje que no coma”. La ausencia de una cultura del esfuerzo en nuestra sociedad (no hablo de las complejas causas de la crisis económica); “mira, perezoso, mira la hormiga y la abeja, aprende de ellas a trabajar, a ejercitar tus cualidades, desarrollando y perfeccionando la creación”.

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!

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  3. A veces la limosna puede darse en especie, es decir, trabajando para el bien de todos y ahorrando recursos para que los más necesitados dispongan de más. Hoy en día el tiempo es quizás más valioso que el dinero y nos cuesta más compartirlo con los demás que unas monedas. Que Dios le bendiga D. Javier :D

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