¡Casi nada!
Es la gran pregunta del escéptico, Pilato, aunque no exenta de búsqueda.
Es la pregunta del hombre de hoy al que se le ha inculcado que todo "depende", bebiendo del relativismo existente.
"Depende": depende lo útil porque si no sirve, para qué la verdad, "depende" de las ideologías y de las modas del momento; "depende" de la confianza que se tenga en la razón o de su negación... "¡Depende!"
El diálogo -¿o era monólogo?- de Pilato sintetiza las dudas y cuestiones del hombre postmoderno, tan pagado de sí mismo, anclado en el relativismo y desconfiando de la razón para proyectar el peso fuerte en el sentimiento (vitalismo, emotividad, afectividad desordenadísima, impulsos).
¿Y qué es la verdad?
"El dominio requiere un poder; más aún, lo define. Jesús, sin embargo, caracteriza la esencia de su reinado como el testimonio de la verdad. Pero la verdad, ¿es acaso una categoría política? O bien, ¿acaso el "reino" de Jesús nada tiene que ver con la política? Entonces, ¿a qué orden pertenece? Si Jesús basa su concepto de reinado y de reino en la verdad como categoría fundamental, resulta muy comprensible que el pragmático Pilato preguntara: "¿Qué es la verdad?" (18,38).
Es la cuestión que se plantea también en la doctrina moderna del Estado: ¿Puede asumir la política la verdad como categoría para su estructura? ¿O debe dejar la verdad, como dimensión inaccesible, a la subjetividad y tratar más bien de lograr establecer la paz y la justicia con los instrumentos disponibles en el ámbito del poder? Y la política, en vista de la imposibilidad de poder contar con un consenso sobre la verdad y apoyándose en esto, ¿no se convierte acaso en instrumento de ciertas tradiciones que, en realidad, son sólo formas de conservación del poder?
Pero, por otro lado, ¿qué ocurre si la verdad no cuenta nada? ¿Qué justicia será entonces posible? ¿No debe haber quizás criterios comunes que garanticen verdaderamente la justicia para todos, criterios fuera del alcance de las opiniones cambiantes y de las concentraciones de poder? ¿No es cierto que las grandes dictaduras han vivido a causa de la mentira ideológica y que sólo la verdad ha podido llevar a la liberación?
¿Qué es la verdad? La pregunta del pragmático, hecha superficialmente con cierto escepticismo, es una cuestión muy seria, en la cual se juega efectivamente el destino de la humanidad. Entonces, ¿qué es la verdad? ¿La podemos reconocer? ¿Puede entrar a formar parte como criterio en nuestro pensar y querer, tanto en la vida del individuo como en la de la comunidad?
La definición clásica de la filosofía escolástica dice que la verdad es "adaequatio intellectus et rei, adecuación entre el entendimiento y la realidad" (Tomás de Aquino, S. Theol. I, q. 21, 2 c). Si la razón de una persona refleja una cosa tal como es en sí misma, entonces esa persona ha encontrado la verdad. Pero sólo una pequeña parte de lo que realmente existe, no la verdad en toda su grandeza y plenitud.
Con otra afirmación de santo Tomás ya nos acercamos más a las intenciones de Jesús: "La verdad esté en el intelecto de Dios en sentido propio y verdadero, y en primer lugar (primo et proprie); en el intelecto humano, sin embargo, está en sentido propio y derivado (proprie quidem et secundario). Y se llega así finalmente a la fórmula lapidaria: Dios es "ipsa summa et prima veritas, la primera y suma verdad" (S. Theol. I, q. 16, a. 5 c).
Como esta fórmula estamos cerca de lo que Jesús quiere decir cuando habla de la verdad, para cuyo testimonio ha venido al mundo. Verdad y opinión errónea, verdad y mentira, están continuamente mezcladas en el mundo de manera casi inseparable. La verdad, en toda su grandeza y pureza, no aparece. El mundo es "verdadero" en la medida en que refleja a Dios, el sentido de la creación, la Razón eterna de la cual ha surgido. Y se hace tanto más verdadero cuanto más se acerca a Dios. El hombre se hace verdadero, se convierte en sí mismo, si llega a ser conforme a Dios. Entonces alcanza su verdadera naturaleza. Dios es la realidad que da el ser y el sentido" (J. Ratzinger, Jesús de Nazaret, vol. II, pp. 224-226).
Magistral, realmente magistral.
La cuestión por la Verdad incide en todo lo que somos, lo que vivimos, en la forma de organizarse la comunidad social y política.
La VERDAD es una cuestión de VIDA o MUERTE. Me da por pensar que su contemplación no es cosa de esta vida. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
ResponderEliminar“Verdaderamente magistral”. Como dice el Papa, es una pregunta muy seria en la que se juega el destino de la humanidad porque sin verdad el hombre no logra captar el sentido de su vida, quedando el campo libre a la mentira. Pilato es una víctima del formalismo jurídico, escribía Joseph Ratzinger en 1993, símbolo de la democracia relativista y escéptica, basada no sobre la verdad sino sobre los procedimientos; así Pilato nos sumerge de lleno en nuestra época.
ResponderEliminarEn la boca de Pilatos me suena más a exclamación que a pregunta; exclama como quien sabe que no existe la verdad o no es posible conocerla; no cree en nada, ni espera creer en nada. No es la pregunta anhelante que se hace a quien nos puede dar una respuesta.
La exclamación en labios de nuestros contemporáneos me suena a pereza, arrogancia y miedo. Pereza ante la ascesis necesaria para recorrer el camino hacia la verdad, dejando la falsa seguridad y el prejuicio; arrogancia del que se considera dueño de sí mismo; miedo a descubrir la verdad y el coste que supone vivir conforme a ella. Hallar la Verdad significa volcar la vida en ella, en Él como centro de toda verdad, y renunciar a “mis verdades” antes quizá visceralmente defendidas.
La indiferencia moral y religiosa y un modo de conocer superficial olvida los intereses más elevados del espíritu y fundamenta, de modo erróneo, la convivencia pacífica en el relativismo. Sin embargo, la mayor parte de nuestros antepasados, que se preguntaban sobre el sentido de la vida, tenían el relativismo como propio de la estrechez del espíritu o como impotencia acompañada de dolor y tristeza. Hoy es considerado como modelo obligatorio, aún no siendo cierto que nada podamos saber de lo eterno y absoluto ya que la dignidad del hombre radica en ser y sentirse capaz de alcanzar altas verdades (“A imagen de Dios ”).
¿A quién ( a dónde) iremos si sólo Tú tienes palabras de vida eterna?