Una inmensa cantidad de sufrimiento se está viviendo en estos tiempos con una crisis económica que ha golpeado brutalmente un sistema que ya estaba enfermo por dentro desde el momento en que se cortaron raíces éticas y morales, y sólo brilló el mercado, el dinero, el capital, como único valor.
Incluso si se arreglase de un día para otro la crisis económica, entrando en una etapa de florecimiento y bonanza, creación de empleo y desarrollo, seguiríamos mal porque el fondo -en definitiva, las estructuras pero también el corazón de las personas que fabricamos esas estructuras- seguiría igual, sin una purificación y conversión sinceras.
Continuemos leyendo la homilía de D. Mario Iceta, Obispo de Bilbao, en la solemnidad de la Asunción, pronunciada en la Basílica de Begoña y asumamos los criterios que nos expone.
Los subrayados y cursivas son propios de la homilía:
"4. El desempleo se
revela como una de las consecuencias más dramáticas de la situación
actual. Afecta gravemente a muchas familias, genera angustia y
frustración y, sobre todo, es causa directa de exclusión social.
Dos hechos se revelan como particularmente alarmantes: el número
creciente de familias en las que todos sus miembros están en paro y el
también creciente paro juvenil, que amenaza el futuro de las personas y
de la sociedad. Por ello, es imprescindible que todos, instituciones
organizaciones y particulares, cada uno según su capacidad y
responsabilidad social, nos impliquemos en la creación de empleo.
No se trata de crearlo a cualquier precio, sino de sentar las bases de
un empleo sostenible, adecuado al presente, con proyección futura, y
digno y justo en lo tocante a remuneración, garantías y descanso,
incluido el descanso dominical. Todos hemos de poner lo necesario de
nuestra parte para lograrlo. El camino no es fácil, pero la gravedad del
presente exige pasar de la confrontación a la cooperación
decidida y generosa entre instituciones, empresas, trabajadores y
agentes sociales, asumiendo los compromisos y sacrificios necesarios. El
principio del logro del bien común debe guiar este camino.
5. En estos tiempos duros, no se puede abandonar el objetivo de una protección social adecuada.
No es admisible que los miembros más vulnerables de la sociedad sufran
con mayor dureza las consecuencias de la crisis. Por ello, las
necesarias reformas no pueden comprometer la garantía pública de
servicios básicos para la cohesión y la justicia social, tales como
formación y educación, sanidad, pensiones, asistencia a la ancianidad y a
la discapacidad, y protección de los desempleados. Para su sostenimiento,
se hace imprescindible una fiscalidad justa, la persecución del fraude
fiscal, la gestión honesta y transparente de los recursos públicos, así
como el acceso y utilización responsable de estos
recursos por parte de todos, evitando toda tentación de abuso o de
fraude. Parece un principio razonable que la estructura, dimensión y
gasto de las administraciones se ajusten a las necesidades reales de la sociedad y a la prestación de servicios necesarios, administrados con rigor, responsabilidad y transparencia. Las medidas de contención del gasto deben estar bien justificadas y aplicarse de modo que no sean causa de desprotección
de los más desfavorecidos, ni afecten a los elementos fundamentales que
configuran el bien común. Al mismo tiempo, tales medidas deben ser
acompañadas por acciones enérgicas de estímulo económico que sirvan para crear nuevas oportunidades de trabajo y reorientar la economía hacia su viabilidad y sostenibilidad futura.
6. Los hogares en riesgo de desahucio
constituyen otra preocupación que precisa una solución urgente. Pocas
situaciones hay más dolorosas que perder el propio hogar, lugar que
custodia la comunidad más necesaria y vital de la sociedad, que es la
familia. Es necesario encontrar caminos justos para que
las familias que se asoman a un duro empobrecimiento no pierdan su
casa, evitando que se vean abocadas a la exclusión y a sufrir un hondo
sentimiento de desprotección. Son loables los esfuerzos de
administraciones e instituciones para evitar esta situación y encontrar
alternativas justas. Estos esfuerzos deberían extenderse y
profundizarse. Custodiemos y promovamos con decisión la familia como bien social de primer orden.
Promovamos incentivos económicos, de vivienda y laborales para que los
jóvenes puedan constituir nuevas familias. Procuremos la adecuada
conciliación de la vida familiar y laboral. La familia se revela en
estos tiempos como un recurso capital para sostener a las personas carentes de empleo.
7. Miremos también a los inmigrantes
como quienes realmente son, hermanos y hermanas nuestros. También
Jesús, con María y José fueron emigrantes en Egipto. Siempre es
necesario un esfuerzo recíproco y compartido de acogida e integración.
En estos momentos de crisis, son precisamente ellos uno de los
colectivos que acusan con mayor severidad la falta de empleo y el
empobrecimiento. Debe buscarse una solución justa a las situaciones de “ilegalidad”. La sensibilidad y humanidad que estos casos requieren debe conducirnos a prestar los servicios básicos
que necesitan y a poner en marcha medidas de integración que los
rescaten de situaciones injustas y los guíen en la senda de la
equiparación en todos los aspectos con los demás ciudadanos".
Por si acaso hay alguien escrupuloso, o con visión deforme: esto no es "meterse en política"; es exponer la doctrina social de la Iglesia.
Para "los escrupulosos o con visión deforme": existe una intencionada confusión entre separación Iglesia-Estado y una pretendida obligación de silencio por parte de la Iglesia y de cada católico en la vida pública. Confusión en la que incurren incluso católicos y que nace de una incorrecta interpretación de las Escrituras pues dar al cesar lo que es del cesar no equivale a que Dios sea expulsado de lo público ni que el católico sea el único hombre que no pueda vivir en el ámbito público sus creencias. Sería conveniente que los católicos recordásemos que todo lo que el cesar posee viene de Dios tal y como Jesús le dijo a Pilatos ("No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera sido dado de lo alto") , que justicia para el pueblo hebreo significaba ajustarse al plan de Dios y que Dios es el primer demócrata del mundo pues al respetar la libertad que concedió al hombre respeta también su responsabilidad, es decir las consecuencias que, conforme a las leyes divinas, produce el ejercicio de esa libertad.
ResponderEliminar¡Ay de mí si no evangelizara" dijo Pablo.
¡Qué Dios les bendiga!
¿Veremos alguna vez a los responsables políticos rezumando AMOR? Porque yo creo que no hay otra solución. Es la mejor forma de tener al BIEN COMÚN, como prioridad total. Es posible que sea la única solución. A fin de cuentas, la doctrina social de la Iglesia Católica consiste en eso.
ResponderEliminarUna vez más, muchas gracias Padre por su reflexión.