Es
un rito litúrgico que reproduce el gesto mismo del Señor con el sordomudo y la
liturgia lo empleó gustosamente en los ritos catecumenales.
En
el RICA, el effetá se sitúa en la mañana del Sábado Santo junto con otros ritos
que preparan para los sacramentos en la Vigilia pascual (cf. RICA 26).
“Con
este rito en virtud del propio simbolismo, se inculca la necesidad de la
gracia, para que se pueda escuchar la palabra de Dios con provecho sobrenatural
para la salvación” (RICA 200).
Se
proclama el evangelio del effetá (Mc 7, 31-37), tras lo cual “el celebrante
toca con el pulgar los oídos derecho e izquierdo de cada uno de los elegidos, y
la boca, sobre los labios cerrados, mientras dice:
Effetá, que significa:
ábrete,
para que profeses la
fe, que has escuchado,
para alabanza y gloria
de Dios” (RICA 202).
Se
ha querido introducir también en el Bautismo de párvulos, como una praxis
nueva, para que no se perdiera este rito en la liturgia, pero es optativo (cf.
RBN 132).
Después
de la unción crismal y las entregas de la vestidura blanca y del cirio se
realizaría el effetá: “tocando con el dedo pulgar los oídos y la boca de cada
uno de los niños, dice:
El Señor Jesús, que
hizo oír a los sordos y hablar a los mudos
te conceda, a su
tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe,
para alabanza y gloria
de Dios Padre (RBN 132).
Este
rito litúrgico proviene de la Tradición.
Por
ejemplo, san Ambrosio lo explica:
“¿Qué hicimos, pues, el sábado [santo]? ¡Sin duda, la
apertura! Se celebraron los misterios de la apertura cuando el obispo te tocó
los oídos y la nariz. ¿Qué significa esto? En el evangelio, nuestro Señor
Jesucristo, cuando le fue presentado un sordomudo, le tocó las orejas y la
boca; las orejas porque era sordo, la boca porque era mudo, y dijo Effetá. Es ésta una palabra hebrea que
en latín significa “ábrete”. Por esto el obispo te tocó las orejas: para que
tus oídos se abriesen a la palabra y a la alocución del obispo.
Pero me preguntas: “¿por qué la nariz?” Allí, porque era
un modo, le tocó la boca, para que quien no podía hablar de los misterios
celestiales, recibiese de Cristo la voz. En aquella ocasión se trataba de un
varón. Aquí se bautizan también mujeres [por eso no era decoroso tocarles los
labios], y la pureza el siervo no es tanta como la del Señor, puesto que éste
perdona los pecados, mientras que al siervo le son perdonados. ¿Cómo podría
comparárselos? Así pues, por respeto al acto y a la función, ahora el obispo no
toca la boca, sino la nariz. ¿Por qué la nariz? Para que recibas el buen olor
de la piedad eterna y para que digas: Somos
el buen olor de Cristo para Dios, como dijo el santo Apóstol, y haya en ti
la fragancia plena de la fe y de la devoción” (S. Ambrosio, De sacr., I, 2-3).
“¡Abrid, pues, los oídos y aspirad el buen olor de la vida
eterna, difundido sobre vosotros por el don de los sacramentos! Es lo que
indicamos cuando dijimos, al celebrar el misterio de la apertura: ¡Effetá, es decir, ábrete, para que cada
uno de los que iba a venir a la gracia supiera lo que se le preguntaría y se
acordara de lo que debía responder.
Cristo celebró este misterio en el evangelio –como leemos-
cuando curó al sordomudo. Pero Él tocó la boca porque curaba a un mudo, y
también a un varón: por un lado porque quería abrirle la boca para el sonido de
la voz que en ella infundía, y por otro, porque este tacto era conveniente a un
varón, pero no lo habría sido para una mujer” (S. Ambrosio, De Myst., 3-4).
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