Los obispos, por el sacramento del Orden, forman un colegio, el de los sucesores de los apóstoles; la cabeza del colegio episcopal es el Papa, sucesor de Pedro.
En el tratado sobre "La unidad de la Iglesia", de S. Cipriano, los obispos junto con Pedro, cuidarán de la unidad de la Iglesia.
Los obispos tienen una función clara dentro
de la Iglesia
para Cipriano, desde una colegialidad.
"Esta unidad debemos mantenerla firmemente y defenderla sobre todos los obispos... El episcopado es uno solo, del cual uno participa solidariamente con los demás" (De Unit. Eccl. 5).
Los obispos son defensores por su naturaleza eclesial, y que fueron
constituidos pastores, jefes, por el mismo Señor "[éste] escogió a los
obispos y superiores" (Epist. 3,3). Partiendo del conocido texto "Tu
es Petrus" (Mt 16,18), Cipriano explica no sólo el primado de Pedro sino
la elección de los obispos basándose en la sucesión apostólica por la
imposición de manos.
"Nuestro Señor... regulando el honor debido a los obispos y el orden de su Iglesia, habla en el Evangelio y dice a Pedro: 'Yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella'. De ahí viene, a través de la serie de los tiempos y las sucesiones, la elección de los obispos y la organización de la Iglesia: la Iglesia descansa sobre los obispos, y toda la conducta de la Iglesia obedece a la dirección de esos mismos jefes" (Epist. 33,1).
Por esta sucesión apostólica, y porque ellos guardan la unidad de la Iglesia, no se puede permanecer en la Iglesia no estando en comunión con el obispo. "Debéis, pues, saber y entender que el obispo está dentro de la Iglesia, y la Iglesia en el obispo, y todo el que no está con el obispo, no está dentro de la Iglesia" (Epist. 66,8) porque "la Iglesia es católica y una, no está rota ni dividida, sino unida con el cemento de sus obispos" (Ibd.). Unidad que se fortalece en la comunión con el obispo y éste es el encargado nato de defenderla. "Esta unidad debemos mantenerla firmemente y defenderla sobre todos los obispos" (De Unit. Eccl. 5). Hasta tal punto es grave el pecado de discordia con el obispo -y, por tanto, con la Iglesia- que Cipriano afirma tajante:
"inexpiable y grave es el pecado de la discordia, hasta tal punto de que ni con el martirio se perdona. No puede ser mártir quien no está en la Iglesia" (De Unit. Eccl. 14).
Los
obispos están unidos por la colegialidad episcopal "así como no hay más
que una única Iglesia esparcida en diversos miembros por el mundo entero, de la
misma forma no hay más que un único episcopado, representado por una
multiplicidad de obispos unidos entre ellos" (Epist. 55,24), de tal forma
que son los obispos los que garantizan esta unidad de la Iglesia: "la Iglesia se universal es
una, no está escindida en partes, sino que forma un todo, cuyo vínculo es la
unión de los obispos" (Epist. 68,8); unidad de la Iglesia no sólo
garantizada, sino defendida incluso por esta colegialidad episcopal:
"esta unidad debemos mantenerla firmemente y defenderla sobre todos los obispos... a fin de probar que el episcopado mismo es también uno e indiviso" (De Unit. Eccl. 5).
Así concibe Cipriano el
ministerio episcopal: comunión y colegialidad episcopal, siendo cada uno
independiente para regir su Iglesia, rindiendo cuentas sólo a Dios. Por eso
todo cristiano, toda comunidad eclesial tiene que estar unida a su obispo
porque el que no está con el obispo, no está dentro de la Iglesia (V. Epist. 66,8).
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