lunes, 30 de septiembre de 2019

Sentencias y pensamientos (IX)



1. [A un sacerdote:] La alegría ante tu nuevo ministerio es un buen signo, estás ahí para entregarte sacerdotalmente, haciendo realidad las palabras de la consagración: “es mi Cuerpo entregado por vosotros”, donde tú también eres entregado junto con Cristo, repartiéndote, dejándote masticar en una ofrenda. Vive apasionadamente tu sacerdocio, siendo la cabeza visible, el mismo Cristo entre ellos, que está para enseñar (función de predicar, partir la Palabra, de todos los modos y maneras posibles), santificar (mediante los sacramentos, la oración litúrgica, el Sagrario, la adoración eucarística) y regir (fomentando un papel activo de los seglares, haciéndolos responsables de su casa parroquial, de su hogar de fe, siendo signo de comunión en una autoridad que es servicio).



2. Sé humilde y contempla la acción de Dios redentora en las almas, la tarea preciosa de la santificación.


3. La Liturgia de las Horas has de rezarla con suavidad y amor, empapándote de los himnos, salmos y cánticos, orando despacio las preces tanto de Laudes como de Vísperas, y oyendo en tu alma la voz de Cristo que en ti canta la Liturgia de las Horas. Por ella, tú intercedes y alabas al Padre por tu pueblo cristiano y es deber sacerdotal de santificación donde se dilata la Iglesia. Luego prolóngalo con buenos ratos de Sagrario.



4. Al pueblo cristiano le hace falta ver que sus sacerdotes aman el Sagrario porque es la presencia real de Cristo entre nosotros –puso su tienda entre nosotros-; que te vean rezar y nutrir tu espíritu en el Sagrario, ten detalles de amor para el Sagrario. El pueblo cristiano necesita ver en sus sacerdotes hombres de Dios con la experiencia eucarística que se amasa en el Sagrario y en la adoración eucarística, con el Señor en la custodia. Hombres de Dios, transidos de Espíritu, que se forjan y todo lo disciernen en el Sagrario. Ahí está Él.


5. A la soledad hay que “domesticarla” y llenarla con la Presencia de Cristo, tu mejor y más segura Compañía.


6. Al final, sólo el Redentor, después de tantas cosas y tantos afanes. Al menos, la esperanza de tenerle a Él, de poseerle a Él y que no nos deje.

1 comentario:

  1. Si. Consejos que también sirven a los que llevamos el sacerdocio común. Muchas gracias.

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