miércoles, 4 de septiembre de 2019

Nueva evangelización (Misa - y VI)

Finalmente, la última oración de la Misa, otra pieza de la llamada "eucología menor". ¿Nos acostumbraremos a que la liturgia no son formularios que alguien recita, sino la oración de toda la Iglesia, que oímos, hacemos nuestra, respondemos "Amén" uniéndonos a ella y luego prolongamos en nuestra meditación personal?

Porque la liturgia, siempre maestra de vida espiritual, nos enseña mucho y bien.




5. Oración de postcomunión


            Con la oración de postcomunión, encontramos otra vez el calificativo “nuevo” y “novedad” que orientará la evangelización que llamamos “nueva” también.

            ¿Cómo será nueva la evangelización? ¿Habremos de buscar novedades porque sí? ¿Una simple modernización o hay algo más? ¿O es una contraposición frente a las oleadas evangelizadoras que durante dos milenios han sembrado el Evangelio y edificado la Iglesia, y que ahora se desdeñan como “antiguas”?

            La oración de postcomunión ofrece una herramienta de interpretación:

“Renovados con el alimento precioso
del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo,
te rogamos, Señor,
que transformes nuestro corazón
y nos concedas un espíritu nuevo,
para que caminemos fielmente en novedad de vida”.

           Lo que renueva a los evangelizadores es el alimento nuevo del Cuerpo y Sangre de Cristo, ofrecidos y luego recibidos en comunión sacramental, así como adorados tranquila y contemplativamente. La renovación es interna y es fruto de la acción divina, no meramente exterior con cursos y cursillos de renovación (que son medios y ayudas, cierto, pero insuficientes sin la renovación interior que provoca la Eucaristía del Señor y el Espíritu Santo).

            En todo esto ha sobrado psicopedagogía y dinámicas de grupos, y ha faltado hondura eucarística y vivencia creyente y contemplativa; han sobrado horas de talleres psicologizantes y han faltado horas de adoración al Santísimo. Se han fabricado agentes y dinamizadores de grupos, pero, en su interior, no se han forjado creyentes, hombres y mujeres renovados por la Eucaristía.

            La nueva evangelización requiere hombres y mujeres renovados internamente por la Eucaristía celebrada y adorada; serán creyentes maduros y forjados, aunque no sean “técnicos” de pastoral y evangelización.

            Prosigue la oración de postcomunión pidiendo el fruto de la comunión eucarística; si antes señalaba ya que habíamos sido “renovados”, el fruto que se implora es un corazón nuevo y un espíritu nuevo: “te rogamos que transformes nuestro corazón y nos concedas un espíritu nuevo”.

            Resuena así la profecía de Ezequiel (36,1ss): “y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu”. La Misa “por la nueva evangelización” ruega la actualización de ese don: que transforme el corazón y conceda un espíritu nuevo. Así serán evangelizadores nuevos para este tiempo de gracia, evangelizadores transformados en Cristo por el Espíritu que afrontarán y asumirán el reto de la nueva evangelización.

            Asimismo, esta súplica nos permite contemplar el Corazón de Jesús, el gran y auténtico evangelizador. Él es “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29), experimenta compasión por aquellos que ve como ovejas sin pastor (cf. Mt 9,36), capaz de mirar y amar (cf. Mc 10,21). Un verdadero evangelizador habrá entrado en la intimidad del Corazón de Cristo y será partícipe de sus sentimientos (cf. Flp 2,5); vivirá y palpitará con el Corazón de Cristo y amará con el amor de su Corazón. El evangelizador tendrá un corazón nuevo porque participará del Corazón de Cristo.

            “Caminemos fielmente en novedad de vida”. Lo hemos visto: la vida cristiana es ser un hombre nuevo que se ha despojado del hombre viejo. Vive ya una nueva existencia con Cristo y en Cristo. La novedad de su vida es Cristo y una vida según Cristo y con Él. Va caminando: siempre peregrinos, siempre progresando y avanzando, nunca detenidos ni cansados, ni sentados al borde del camino, derrotados. El Señor mismo envía a caminar predicando: “Id y proclamad” (Mt 10,7), “poneos en camino” (Lc 10,3); hemos de caminar mientras hay Luz, Él mismo, Luz del mundo (cf. Jn 12,35; 8,12). Hay que “seguirle por el camino” (cf. Mc 10,52).

            El evangelizador siempre camina, nunca se siente ya acabado, autosuficiente; siempre progresa, lucha, avanza en su vida cristiana, con humildad, con sencillez. La novedad de su vida se convierte en testimonio elocuente de Cristo y su predicación se ve así confirmada por lo que se ve en su vida nueva.


***

            Así el conjunto de antífonas y oraciones de la Misa “por la nueva evangelización”, ofrece el camino por el que debe transcurrir la nueva evangelización, atendiendo a su objeto, a su contenido, pero también, y sobre todo, a la persona de los evangelizadores; si ellos son hombres nuevos y transformados, entonces sí habrá nueva evangelización en esta hora de la historia.

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