viernes, 7 de febrero de 2014

Lo ofrecido en la Comunión de los santos

Delicioso capítulo se abre ante nosotros, profundamente consolador y espiritual.

El Bautismo nos asoció a la Iglesia, incluyéndonos en la gran Comunión de los santos, donde los lazos invisibles son perdurables y santos. Cada uno de nosotros, cada uno de los bautizados, entra en la Comunión de los santos, ofreciendo y recibiendo. Recibimos de los demás invisiblemente, los santos nos acompañan, interceden, nos sostienen, rezan por nosotros. Pero nosotros, también, ofrecemos: entregamos todo al Señor para el bien de los demás.

Hay un fecundidad de lo ofrecido que fortalece la fe; llegamos más allá de lo que vemos, de lo concreto de nuestra pequeña realidad. Lo que ofrecemos llega a confines y personas desconocidos para nosotros, pero hermanos nuestros.

"Existen ciertos momentos en que un cristiano solitario, inmerso en un sufrimiento desconocido e incomprendido, cuya utilidad ofrece al Señor, se convierte en fuente de una nueva comunión... Soledad sin esperanza terrena, como tampoco la tenía ya el Crucificado; y que sin embargo hace surgir de las piedras, 'contra toda esperanza', hijos de Abraham" (VON BALTHASAR, H. U., Católico. Aspectos del misterio, Encuentro, Madrid 1988, p. 65).

Lo ofrecido repercute realmente, invisiblemente, en la Comunión de los santos. Entonces somos miembros vivos, y el corazón se ensancha para abrazar a todos en esta Comunión en la medida en que ofrecemos.

Ofrecemos nuestras obras, nuestros dolores, debilidades, trabajos, para incluirlo en bien de los hermanos, de la Comunión de los santos.

"Puesto que Jesús 'murió por todos', nadie debe vivir ni morir ya por sí solo (2Co 5,14s), sino que -con desinterés de amor- todo lo bueno que uno tiene, les pertenece a todos, con lo que surge un metabolismo infinito y una infinita circulación sanguínea entre todos los miembros del cuerpo eclesial de Cristo... No hay nada en la comunidad de los santos que sea privado, aunque todo es personal. Ahora bien, 'personas' en sentido cristiano son precisamente aquellas que, en seguimiento de la persona humano-divina de Jesús, 'no viven ya para sí' y tampoco mueren ya para sí" (VON BALTHASAR, H. U., Meditaciones sobre el credo apostólico, Sigueme, Salamanca 1991, p. 76).

2 comentarios:

  1. Me quedo con esta frase “No hay nada en la comunidad de los santos que sea privado, aunque todo es personal”. Comunión de los santos porque tenemos en común el amor de Cristo y el amor a Cristo o, al menos, querer amarlo. Cristo se encarnó, vivió y murió para que el corazón del hombre regrese a Dios Padre pues en esto consiste su gloria y el verdadero amor del Padre y de Cristo al hombre. Esta es nuestra razón de ser porque fue la suya, y nos dijo a sus discípulos de todos los tiempos: “Como mi Padre me ha amado, así yo os he amado”; “amaos como yo os he amado”. Ya nada es mío porque todo es de Cristo mi Señor y, en consecuencia, de mis hermanos aunque, a veces, pueda uno sentirse muy solo dentro de la Iglesia; Él también sufrió esa clase de soledad.

    La exageración de la dimensión horizontal, que hemos vivido y vivimos, es tan fuerte y produce resultados tan nefastos (no menores que su omisión) que creo imprescindible ‘seguir machacando’ sobre la íntima y jerárquica unión entre las dimensiones vertical y horizontal. La comunión de los santos y la fraternidad cristiana no tienen nada que ver con la filosofía sintetizada en el lema “Liberté, égalité, fraternité, ou la mort” de la Revolución francesa, sobre la que se han construido o desvirtuado tantos conceptos en la sociedad moderna y posmoderna.

    Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno. ¡Qué Dios les bendiga!



    ResponderEliminar
  2. Pues somos uno, lo ofrecido, redunda en todos. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

    ResponderEliminar