Cuando san Pablo habla de los cristianos, suele llamarlos "los santos". Lo son no por méritos propios, ni siquiera por haber completado la carrera, sino porque han sido santificados y el Espíritu de Dios los ha ungido y sellado, consagrándolos para Dios, y reflejando el rostro de Cristo.
La misma Iglesia, por tanto, es una comunidad de los santos y vive de la Comunión de los santos, recibiendo la santidad de su Cabeza, Jesucristo, que se difunde a todos sus miembros. Estamos agraciados por la obra del Espíritu Santo que constituye a la Iglesia como santa. Ella es la comunidad de los santos.
"A la comunidad de los santos no pertenecen sólo las grandes figuras que nos han precedido y cuyos nombres conocemos. Todos nosotros somos la comunidad de los santos; nosotros, que vivimos el don de la carne y la sangre de Cristo, por medio del cual quiere transformarnos y hacernos semejantes a sí mismo" (Benedicto XVI, Hom. en la inauguración del ministerio petrino, 24-abril-2005).
Entendamos bien qué y quiénes son los santos; despojémoslos de cualquier resabio de pelagianismo, como si se hubiesen hechos santos a sí mismos, llenos de compromisos, rigorismo o ética voluntarista; miremos más bien en ellos las obras más dóciles a la gracia de Jesucristo.
Son "personas en las que se ha posado la potencia trascendente de Dios" (Benedicto XVI, Disc. en la fiesta de acogida de los jóvenes, Colonia-Alemania, 18-agosto-2005).
Las reliquias de los santos, que han de ser venerados con afecto y devoción, son un signo grande: nos recuerdan que esos hermanos nuestros no antepusieron nada al amor de Cristo y le sirvieron fielmente, y ahora interceden por nosotros, aguardando la resurrección de sus restos, la resurrección de la carne en el último día.
"Las reliquias de los santos son huellas de la presencia invisible pero real que ilumina las tinieblas del mundo, manifestando el Reino de los cielos que habita dentro de nosotros. Ellas proclaman, con nosotros y por nosotros: 'Marana thá', 'Ven Señor Jesús'" (ibíd.).
Es mucha la santidad contenida en la Iglesia, tanto los santos que ahora han sido ya glorificados con Cristo, como la santidad oculta, hoy, entre nosotros. Ella, la Iglesia, es en verdad una Iglesia santa, una verdadera y cierta comunidad de santos.
“… despojémoslos de cualquier resabio de pelagianismo…”
ResponderEliminarLa cuestión relativa a la conciliación de gracia y libre albedrío que, como sabemos, no es nueva debe situarse en el contexto de una sociedad en la que el hombre, “tumbado en el sofá”, se considera sujeto de todos los derechos, los reales y los inventados que, incluso, pretende que los actos de los hombres no tengan consecuencia alguna, en la que es nula o escasa la formación en la fe de jóvenes y no tan jóvenes, hecho observable cuando intentas profundizar sobre lo que éstos entienden al decir “soy cristiano”, “soy católico”.
En torno a la gracia, el Papa Benedicto XVI dijo que la concepción que se tiene de la fe es la que determina el modo de entender el cristianismo. Comprender lo que significan pelagianismo, gracia, libre albedrío, pecado original dependerá, en consecuencia, del modo de entender a Jesús de Nazaret.
El término pelagiano se suele unir por quien lo utiliza para referirse a aquello que doctrinal o pastoralmente considera, con razón o sin ella, como superado y sin capacidad significativa (no me refiero a la entrada). No se debe olvidar al aludir al pelagianismo por ejemplo el pelagianismo roussoniano, sonriente, buenista, que mantiene un optimismo a ultranza (sonriendo transformamos el mundo» (Anthony Morgan-Klaus); el pelagianismo de terapia de grandes dosis orientalistas (¡dónde estén san Benito, san Juan de la Cruz, san Ignacio de Loyola!); el pelagianismo sincretista de unión de diversidades en comunes celebraciones llenas de color y humano entusiasmo; el pelagianismo liberacionista en busca del paraíso en la tierra. Todos coinciden en no citar a Cristo o bien en tergiversar sus palabras, su vida y su muerte.
Santos porque Él nos dijo "sin mí no podéis hacer nada" y también "sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto".
Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti (Laudes) ¡Qué Dios les bendiga!
Julia María:
EliminarPerdone que no me extienda, pero los días son muy cortos para tantas cosas a la vez, y no llego a más (¡¡socorroooo!!!).
Gracias por exponer esos tipos de pelagianismo. Yo no habría sabido clasificarlos así, y más con sus incisivos comentarios. Pero se ha olvidado de meter a santa Teresa de Jesús... entre san Benito, san juan de la Cruz y san Ignacio.
Eso, eso no se lo perdono.......... jejeje
Como no sé dibujar chistes en el blog, lo cuento y así la imaginación se pone a trabajar. Escena: la cocina. El sujeto: madre.
EliminarEl sujeto en cuestión mueve el carrito de bebe con su pierna izquierda intentando mantenerse en equilibrio sobre la derecha mientras pita la tostadora que se ha puesto de acuerdo con el microondas. Ella no se arredra y con la mano derecha saca las tostas (uf queman!) y la taza de café mientras intenta calmar por el móvil al que narra desde el despacho la última urgencia del día anterior que quedó sin resolver. La adolescente de la casa pregunta desde su cuarto mamá ¿qué me pongo? mientras el mediano pide atención tirando de la chaqueta del sujeto, cuando el mayor pasa por la cocina para pedir dinero para el autobús, completando la sinfonía el paterfamilias que grita desde la habitación ¿dónde están los calcetines? Y acaba de empezar el día... Si, hay vocaciones que….¡¡¡Socorro!!! ¿No hay una isla desierta por ahí?
La Iglesia: Comunidad de Santos; porque es SANTO CRISTO, fuente de toda SANTIDAD. Tanta es SU SANTIDAD, que basta para que todos lo seamos. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
ResponderEliminarAntonio Sebastián:
EliminarSiempre me conmueve, y más cuando se canta, que en el Gloria afirmemos: "sólo Tú eres santo, sólo Tú, Señor, sólo Tú, altísimo Jesucristo".
¡Impresionante!
De su santidad vivimos, derramada en nosotros.