Surge
en la Iglesia romana, con el uso del fermentum: una partícula que el Papa
separaba en los días festivos y enviaba a los obispos suburbicarios y
sacerdotes titulares de la Urbe, que la depositaban en el cáliz como signo de
unión, según declara el papa Inocencio I. San Ireneo cita este uso en una carta
dirigida al papa Víctor; recuerda cómo en tiempos anteriores varios Papas,
desde san Aniceto hasta san Sixto, mantenían relaciones de comunión con otras
Iglesias con praxis distintas. Y conmemora el uso de la Iglesia de Roma de
enviar la sagrada Eucaristía a otras comunidades cristianas como señal de
caridad y unión.
Esta
costumbre la imitaron los obispos con sus sacerdotes en el uso latino. Duró
mucho en la Iglesia de Occidente. Pero cuando el fermentum ya no se enviaba, se
pasó al uso de la conmixtio: el sacerdote separaba un trozo de la hostia y la
depositaba en el cáliz con una oración.
Con
la conmixtio se quiso significar la unidad de las especies consagradas, no como
cosas muertas o separables, sino formando una sola cosa, el cuerpo vivo y
glorioso de Cristo, preludiando el misterio de la resurrección. Esta conmixtio
de origen teológico nació en Oriente y la comenta Teodoro de Mopsuestia sobre
el año 400.
Esta
conmixtio tuvo auge en las liturgias orientales y occidentales, y la realizó
también la liturgia papal, de modo que se suplió al antiguo fermentum (aunque
se realizaba en el mismo momento y consistía en lo mismo, dejar caer un trozo
del Pan consagrado dentro del cáliz).
Siendo
un rito inmediato a la PaxDomini, más la alusión del Agnus Dei “danos la paz”,
expresa también, como primitivamente, la comunión y unidad de las Iglesias
diseminadas en la única Iglesia de Cristo con una única Eucaristía.
El
rito de la conmixtio se explica en la IGMR: “El sacerdote parte el pan e introduce una parte de la Hostia en el
cáliz para significar la unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra
de la redención, a saber, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso” (IGMR
83), “En seguida el sacerdote toma la Hostia, la parte sobre la patena, y deja
caer una partícula en el cáliz, diciendo en secreto: El Cuerpo y la Sangre
de nuestro Señor Jesucristo unidos en este cáliz. Mientras tanto, se canta
o se dice por el coro el Cordero de Dios” (IGMR 155).
El rito va acompañado
por unas palabras en secreto: “El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor
Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna”.
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