jueves, 23 de mayo de 2019

Jesús en sí y para mí (Catequesis cristológica - I)

Realmente, en cualquier catequesis, no hace falta ser un gran genio creativo, sino un transmisor. Por eso, ante palabras grandes, bien escritas y hondas, no es necesario más que ofrecerlas.

Es el caso de una homilía amplia, certera, profunda, de Pablo VI sobre Jesucristo, considerado claramente en su doble naturaleza, divina y humana, pero también en lo que ello significa para nosotros, para cada uno concretamente.


"Y vosotros, ¿qué decís de Jesús? ¿Cuál es su persona y su naturaleza? Inmediatamente recurrimos al catecismo y recordamos que “Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre”. Pero ¿sabemos bien lo que eso significa?

               Además, si Jesús es Dios hecho hombre, lo cual es la maravilla de las maravillas, ¿qué puede ser Él para mí? 
¿Qué relación hay entre Él y yo? 
¿Tengo que ocuparme realmente de Él? 
¿Me encuentro con Él en el camino de la vida? 
¿Está en relación con mi destino? No es suficiente. 

Si preguntase precisamente a los hombres de nuestro tiempo: ¿Qué os parece que es Jesús? ¿Cómo lo consideráis? Decidme: ¿quién es el Señor?
¿Quién es este Jesús que seguimos predicando después de tantos siglos, convencidos de que anunciarlo a las almas es aún más necesario que nuestra vida? 
¿Quién es Jesús?

                A esta pregunta algunos, muchos, no responden. No saben qué decir. La ignorancia, como una nube opaca y pesada, oprime a multitud de inteligencias. Se tiene un vago conocimiento de Cristo pero no se lo conoce bien. Se intenta incluso rechazarlo, hasta el punto de que cuando el Señor se propone a todos los hombres como su guía y su maestro, le responden que no lo necesitan y prefieren mantenerlo a distancia…

                Pero nosotros, que podemos repetirnos a nosotros mismos ese dulce nombre de Jesús por encima de todo nombre, los que somos fieles, los que creemos en Cristo, ¿sabemos bien quién es? ¿Sabríamos definirlo inmediatamente con un nombre exacto, llamarlo de verdad por su nombre, llamarlo Maestro y Pastor, invocarlo como luz del alma y repetirle sin cesar: “Tú eres nuestro Salvador”?
 
               En otros términos, ¿sentimos que Él es necesario, que no podemos hacer nada sin Él, que es nuestra riqueza, nuestra alegría y nuestra felicidad, nuestra promesa y nuestra esperanza, que es para nosotros el Camino, la Verdad y la Vida? 
¿Llegaríamos a decirlo bien y a la vez sin reservas?"


(PABLO VI, Homilía II domingo de Cuaresma, 14-marzo-1965).

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