miércoles, 1 de febrero de 2017

Nadie reza solo (III)

Cada uno, por el Bautismo, lleva en cierto modo a toda la Iglesia en su alma, y se convertirá en "católico" cuando su corazón sea así, integrador, portando en sí a la Iglesia entera.

Ya Orígenes, en un texto clásico, maravilloso, recogido por De Lubac, señal su deseo de ser un "vir ecclesiasticus", es decir, un hombre de Iglesia, con sentido de Iglesia: "En cuanto a mí, mi deseo es el de ser verdaderamente eclesiástico" (In Lc., hom. 2).

Ahondemos más, porque así entenderemos mejor la oración cristiana en la comunión de los santos, cuanto mejor comprendamos la naturaleza eclesial.

De Lubac escribía:

"En nuestro lenguaje actual, este bello nombre["eclesiástico"] está desgastado por no decir que está degradado. Se ha convertido en el título con que se designa una profesión determinada en los registros de la administración civil, en una etiqueta que se pone en el anaquel de determinadas prendas. Y en la misma Iglesia apenas lo usamos sino en un sentido puramente exterior. ¿Quién le devolverá su amplitud y nobleza? ¿Quién nos enseñará a conocer los valores que evocaba antiguamente? En su primera acepción, sin distinción obligada entre clérigo y laico, el "eclesiástico", vir ecclesiasticus, significa hombre de Iglesia. Él es el hombre en la Iglesia. Mejor aún, es el hombre de la Iglesia, el hombre de la comunidad cristiana. Si la palabra en este sentido no puede ser arrancada del todo al pasado, que al menos perdura su realidad. ¡Que ella reviva en muchos de nosotros!

***

"En cuanto a mí, proclamaba Orígenes, mi deseo es el de ser verdaderamente eclesiástico". No hay otro medio, pensaba él con sobrada razón, para ser plenamente cristiano. El que formula semejante voto no se contenta con ser leal y sumiso en todo, exacto cumplidor de cuanto reclama su profesión de católico. Él ama la belleza de la Casa de Dios. La Iglesia ha arrebatado su corazón. Ella es su patria espiritual. Ella es "su madre y sus hermanos". Nada de cuanto la afecta le deja indiferente o desinteresado. Echa sus raíces en su suelo, se forma a su imagen, se solidariza con su experiencia. Se siente rico con sus riquezas. Tiene conciencia de que por medio de ella, y sólo por medio de ella, participa de la estabilidad de Dios. Aprende de ella a vivir y a morir. No la juzga, sino que se deja juzgar por ella. Acepta con alegría todos los sacrificios que exige su unidad" (De Lubac, Meditación sobre la Iglesia, cap. VII, pp. 192-193).

Siendo así el hombre de Iglesia, el vir ecclesiasticus, también su oración adquiere una forma eclesial, la de la comunión de los santos, incluso al orar solo, en privado, con la puerta cerrada del aposento.

Y toda la Iglesia está en cada uno de sus hijos cuando éstos oran en privado, ensanchando su alma a todos los confines de la Iglesia.


"El Padrenuestro pone en juego a una comunidad, de manera explícita e indiscutible. Se trata ahí de un "nosotros" delante del cual Dios es un "tú". La oración de Jesús incluye a los discípulos en su relación personal con el Padre; los incorpora a esta relación; y anticipa ya la existencia de lo que será más tarde descrito como "cuerpo de Cristo". La Iglesia que camina siguiendo a Cristo ora entonces en la primera persona del plural.Sobre este modo la relación filial de Jesús con el Padre se actualiza en la oración de la Iglesia; es por esta razón que la oración cristiana se realiza haciendo memoria de Jesús. Haciendo "anamnéticamente" presente el actuar salvífico de Dios, la oración de la Iglesia relee el presente que pasa al presente eterno de la salvación: así puede santificar el tiempo.

Esto podría hacer creer apresuradamente que la oración cristiana es exclusivamente eclesial y cultual. La oración personal entonces no tendría más sentido que integrándose visiblemente en el culto de la Iglesia -a menos que haya que considerar la oración personal como una forma deficiente de la oración cultual: modelo en el interior del que la oración "en su habitación" sólo podría parecer sospechosa, verse peligrosa... Ahora bien, una reducción de la oración al acto cultual comunitario, y que no garantice a la oración personal su espacio legítimo, no tiene fundamento ni bíblico, ni tradicional.

En su desamparo, el creyente se vuelve hacia el Señor para implorar salvación y curación: y esta oración de petición es profundamente personal e individual. En la aflicción, todo miembro del cuerpo de Cristo toca el corazón abierto del Traspasado (Jn 19,34), y por tanto quien ora como miembro del único cuerpo de Cristo que es la Iglesia, está seguro de ser escuchado.

La oración personal hunde sus raíces en la Biblia, y presupone siempre a la Iglesia presente en la oración de aquel que ora; el cristiano ora in persona Ecclesiae, es, cuando ora, Iglesia. Con la ayuda de un modelo teórico suponiendo la presencia del todo en sus partes, el Vaticano II ha descrito la relación de la Iglesia universal con las Iglesias particulares de manera análoga (cf. LG 23). Cada Iglesia local es Iglesia de Cristo en el sentido estricto del término, incluso si el concepto de unidad no implica que la totalidad de la vida de la Iglesia extendida a través del mundo pueda ser vivida en esta única Iglesia particular. Esta noción de una presencia participada del todo en sus partes depende fundamentalmente de un régimen sacramental de pensamiento.

La comunión de la Iglesia se nutre del sacramento de la unidad. Por él, ella puede adquirir formas múltiples. La Iglesia "extendida por toda la tierra", en virtud de su unidad sacramental, tiene entonces la posibilidad de celebrar en cualquier lugar, litúrgicamente / sacramentalmente, la plenitud de su unidad.

Este modelo eclesial y sacramental puede muy bien aplicarse a la relación que mantiene la oración comunitaria de la Iglesia con la oración personal de cada creyente. La oración de Cristo está destinada a la Iglesia entera, a todos aquellos que, dispersos como estaban, se encuentran reunidos en él en la unidad. Pero la Iglesia no está menos presente en todo discípulo considerado individualmente. El cristiano ora cristianamente por tanto cuando ora como miembro de la Iglesia y en su nombre. Y toda oración que no toma forma en Cristo no expresa más que el drama del individuo solo delante de Dios.

Sólo tomando el camino trazado por el Padre puede todo hombre llegar hasta el Padre. Esto significa entre otras cosas que, en la comunión de la Iglesia, el cristiano ora vinculado a una tradición. En su oración, se reúne con los santos que, en medio de nosotros, son aquellos que nos han precedido delante de Dios. Oración eclesial y oración personal incluida en ella se realizan siempre en la comunión de los santos, en la comunión con los santos. Aquel que ora añade su voz a la oración de la Iglesia. Y en Cristo, el cristiano ora en comunión con todos aquellos que están ya, escatológicamente, en el Reino de Dios"

(AMBAUM, J, Dimension communautaire et personelle, en: Communio, ed. francesa, X,4, juillet-août 1985, pp. 41-43).

2 comentarios:

  1. Y, porque también el cristiano sufre por la Iglesia y con la Iglesia, reza con y por Ella.

    Sirvamos con santidad al Señor, todos nuestros días(de las antífonas de Laudes).

    ResponderEliminar
  2. Padre, publique esto completo, hay mucha sensación de soledad injustificada, vivimos en Iglesia, con Cristo eucarístico nos acompaña toda la Iglesia siempre. Vivir en Gracia es comunión.Abrazo fraterno.

    ResponderEliminar