domingo, 20 de octubre de 2013

Raíces de nuestra cultura europea

Tal vez tendríamos que ir abordando en más catequesis el concepto de "sana laicidad" del papa Benedicto XVI, donde sitúa el diálogo fe-razón y el derecho (¡necesidad!) de buscar la Verdad y reconocerla.

En ese marco de sana laicidad, la objetividad en la mirada es importante. Europa nació cristiana, y la fe plasmó una civilización entera, un horizonte cultural desplegado en tantos ámbitos que sería imposible desgranarlos todos: arte, arquitectura, ciencia, educación, Universidad, trabajo, familia, literatura... ¡Cuántos y cuántos literatos o artistas o científicos lo fueron por ser católicos y movidos por su fe católica! Ahora la desmemoria histórica quiere oponerlo todo a la fe, como si el catolicismo se hubiera dedicado a frenar todas esas áreas en lugar de haberlas fomentado rectamente y haber entregado a sus hijos a esas nobles causas.

No. No olvidemos nuestras raíces. Los mejores logros y grandes avances (los verdaderos, no las revoluciones de la Modernidad que subyugan todo) los realizaron hombres movidos y transformados por su fe católica.

No. No olvidemos nuestras raíces. Desgajados de ellas, esta civilización hoy se rompe en mil pedazos, haciéndose añicos, en una crisis cultural, en un cambio de época y de civilización que no sabemos en qué desembocará, pero cuyos "éxitos" sonados ya padecemos (economía que lo supedita todo al interés y el beneficio, relaciones deshumanizadas, vitalismo, pobreza educativa, arte desfigurado en el feísmo, las lacras del aborto, de la eutanasia, del divorcio...).



No. No olvidemos nuestras raíces que fecundaron durante siglos una cultura, la europea, digna de tal nombre.

"La edificación de la casa común europea puede llegar a buen puerto sólo si este continente es consciente de sus propias raíces cristianas y si los valores del Evangelio además de la imagen cristiana del hombre son, también en el futuro, el fermento de la civilización europea. La fe vivida en Cristo y el amor activo por el prójimo, reflejando la palabra y la vida de Cristo y el ejemplo de los santos, deben pesar más en la cultura occidental cristiana... Estos santos, a través de distintos caminos de vida, se ofrecieron con la misma dedicación al servicio de Dios y de su mensaje de amor hacia el prójimo. Así nos dejan un ejemplo de guía en la fe y de su testimonio de comprensión entre los pueblos" (Benedicto XVI, Discurso ante al Embajador de Austria en la Santa Sede, 3-febrero-2011).
A esta breve catequesis, sugeriría la importancia de leer algunos libros de historia. Un pueblo sin memoria está condenado al fracaso. De entre ellos, uno me impactó a más no poder: Woods, Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental, en la editorial Criteria. Leedlo. Leedlo, por favor.

Seguro que algunos amigos nos señalarán más libros de interés para que estudiemos todos nuestras raíces.

12 comentarios:

  1. Si, Padre, tiene Usted razón. Se de el hecho curioso de que el padre de la Genética fue un monje católico agustino,Gregor Johann Mendel (20 de julio de 1822 – 6 de enero de 1884) por ejemplo. Y más curioso aún que cuando Darwin (12 de febrero de 1809 – 19 de abril de 1882), en 1859 publicó su obra fundamental, El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas preferidas en la lucha por la vida, no consideró en su teoría la genética. Y todavía más curioso, que entre el enorme listado de objeciones científicas que se pueden argumentar a esa teoría, la mayoría son cuestiones genéticas. Más curioso aún, lo que mayoritariamente se tiene por hecho probado científicamente, no es nada más que una teoría. Bien es cierto que hay indicios que llevan en esa dirección, pero los indicios no son pruebas científicas.
    También es cierto que los trabajos sobre genética de Mendel no se publicaron hasta 1866. Pero tiempo de sobra tuvo Darwin para leerse el trabajo e incluir aportaciones.


    Para más referencias remito al programa "Lágrimas en la lluvia" que hace tiempo trató la cuestión. Y en el que cuatro investigadores universitarios abordan la cuestión. Aparte de eso, también podemos acudir a alguna conferencia del Padre Carreira sobre la cuestión.

    Por favor, Padre, si me extralimitado, llámeme al orden. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. Antonio Sebastián:

      No se ha extralimitado, en absoluto.

      Saludos.

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  2. Vd. lo ha dicho: “movidos y transformados” por la fe católica ¡¡¡Tenían fe!!!

    Como una es “muy clásica” para las cosas importantes:

    Un clásico en cuanto a Historia: los dos tomos de la Historia de la Iglesia de Joseph Lortz (en Internet). Es necesario: tiempo, paciencia e interés.

    Y otro clásico: Europa y la fe de Hilaire Belloc, quien dijo "Europa es la Fe y la Fe es Europa. (en Criteria).

    Y porque España ha tenido un destacado puesto en esta Historia, más ligeritos: Lo que España debe a la fe y La construcción de la Cristiandad europea, ambos de Luis Suarez (en Criteria). Hechos de los apóstoles de América y Conquistadores y pobladores cristianos del padre Iraburu (en Gratis Date).

    Un libro delicioso, más si uno es español o hispanoamericano, aunque no se sitúe en la disciplina Historia: El caballero cristiano de Manuel García Morente, filosofo, converso y sacerdote. Otro que tampoco me perdería: Leyendas negras de la Iglesia, de Vittorio Messori. Ambos en internet.

    Otros. Dos libros de José Orlandis: La conversión de Europa al cristianismo y Europa y sus raíces cristianas.

    “Solamente dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; el otro, alas”, dijo el periodista Hodding Carter. Perfectamente aplicable a la fe.

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!


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    1. Julia María:

      Gracias por la recomendación bibliográfica. Admito generosas donaciones para mi biblioteca personal (jejejejeje).

      Lo que ha escrito, intachable. De acuerdo a más no poder.

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  3. Aunque el concepto de laicidad (aunque sea sana) me parece más que discutible, no quiero dejar de aceptar la invitación a apuntar algunos libros de interés.
    Me parecen magníficos todos los libros que recomienda Julia María.
    Creo que en España habría que añadir la Defensa de la Hispanidad de Ramiro de Maeztu.
    También creo recomendables La Iglesia ante el reto de la historia y El amanecer de los derechos del hombre, ambos de Jean Dumont.
    Y, por supuesto, la Historia de los heterodoxos españoles, de Menéndez Pelayo.
    Sobre el tema específico de la leyenda negra, además, La leyenda negra, de Julián Juderías, Árbol de odio, de Philip Powell y la Historia de la leyenda negra hispanoamericana, de Rómulo Carbia.
    Y para terminar,por no extenderme demasiado, la Guía políticamente incorrecta de la civilización occidental, de José Javier Esparza.

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    1. FIL:

      Como vd. debe saber, el concepto de laicidad sanísima no es mi cuño, sino de Benedicto XVI, una mente privilegiada sin lugar a dudas. En el sentido en que él lo emplea y con sus razones, yo lo adopto, lo tomo y lo explico como catequesis. Sin duda, de entrada, a mí tampoco me suena bien lo "laicidad"...

      En cuanto a los libros: algunos los tengo, pero otros muchos no. Admito generosas donaciones (como le sugería a Julia María) y quien desee hacerlas le facilito la dirección postal en correo privado... Ya sé que me detectaron una concupiscentia libri galopante, pero de eso no tengo ganas de curarme.

      Saludos.

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    2. D. Javier: Ya sé que el concepto de sana laicidad es de Benedicto XVI, y que es una mente privilegiada, y que yo no soy quién para corregirlo, y que... pero qué quiere que le diga... aliquando dormitat Homerus...
      En cuanto a los libros y las donaciones más o menos generosas, todo es negociable. De concupiscentia libri también adolezco yo, y en grado agudo. Pero creo que es enfermedad crónica e incurable, así que hay que aprender a vivir con ella.

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    3. Bueno, FIL, la concupiscentia libri dicen algunos que se curan con donaciones librescas. Yo, por su curación, admitiré los libros, pero no es por mí, es por vd...

      A mí, como en otros vicios, todavía me falta la voluntad de curarme de esa concupiscentia. ¡Qué le voy a hacer! Pero yo sí quiero que vd. se cure: despréndase...

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    4. ¡Eh! Necesitan urgentemente un abogado mediador y aquí hay una voluntaria porque, ya saben: si dos hermanos heredan una vaca y se ponen en pleitos, se queda la vaca el abogado.

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    5. Julia María:

      ¡Peor me lo pone! Vd. quiere quedarse con los libros de ambos... y además ignora la primera proposición expuesta con anterioridad, ut supra, dirigida a vd.: que también de vd., señora, admito generosas donaciones.

      Como buena abogada, ignora lo que no le interesa y busca ya quedarse con la vaca...

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  4. Agradecido por el ofrecimiento, Julia María. Yo pensaba en algún tipo de donación modal o algo así, de forma que mi generosidad inconmensurable tuviera alguna recompensa. Ya digo, todo es negociable (cfr. art. 1255, ¿no?).
    De todas formas, no sé si alguno de los libros que he citado se podría tachar por algunos de ultra.
    Y por cierto, después recordé otra obra interesante: El protestantismo comparado con el catolicismo, de Balmes. No sé si poco ecuménico para estos tiempos, pero muy bueno, de un auténtico español catalán.

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    1. Supongo que hablo con un compañero. ¡Vaya, me quedé sin vaca! Yo creía que tenía la exclusiva de engañar a don Javier con marrullerías de leguleyo ¡Qué desilusión! Y, además, me invoca las leyes, la moral y el orden público; lo dicho: ¡Me quedé sin vaca! Y ahora ¿de dónde obtengo la leche?

      No citemos muchos artículos no sea que don Javier nos alegue los méritos o servicios prestados por el donatario y tengamos que comprarle la Biblioteca Nacional entre los dos. Se otea nuestra ruina en el horizonte…

      Ahora en serio, que he entrado en el blog para el rezo de Laudes. No soy especialista en Civil pero es inevitable tocar todos “los palos”; llevo día y medio enfrascada en la acción directa del 1597 y la legislación de contratos del sector público, pre y post a la modificación practicada por la Ley de 2011, con el conflicto que subyace entre jurisprudencia civil y contenciosa. Mi “ofrecimiento” me ha pillado “con las manos en el Civil”

      En cuanto a los libros y su calificación ideológica. Creo que, para un católico, es necesario leer a aquellos autores que, por decirlo de modo coloquial, no son de su cuerda porque, si son honestos y conocen con rigor el tema que desarrollan, algo le pueden enseñar o bien suscitar en él otros desarrollos del asunto, excepción hecha, claro está, de que su lectura vaya a producir al lector un daño espiritual.

      Tengo que confesar que sólo cierro, sin leer más allá de unas páginas, aquellos libros en los que su autor, entre líneas o sin rubor alguno salvo el que siente el lector al leer, afirman que todo se ha hecho mal hasta que ellos llegaron, clamando a no se que cielo que nadie desde el principio del mundo haya pensado esa “genialidad” que se consideran obligados a exponer. Me indignan este tipo de autores si no son creyentes y, si son católicos, no pierdo mi tiempo con sus obras. No entiendo como hay personas que se siguen tragando esa falacia de “antes de mi la nada y después de mi, si no me hacen caso, el desastre”; luego criticarán a los fariseos.

      Un saludo

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