La dispersión jamás es buena: no se pueden atender puntos inconexos entre sí, alejados entre ellos. Lo bueno, siempre, es la unidad, o aquello que converge en unidad.
Actualmente vemos que se publica y se escribe muchísimo en el ámbito católico; no todo, por supuesto, es interesante o de igual valor, pero se exhibe sin pudor en los anaqueles de "Novedades" y se siguen las modas a la hora de comprar. Demasiado que leer, sí, tal vez, pero al mismo tiempo hay que reconocer que no todo es bueno, hondo, profundo, asumible.
En el campo estrictamente teológico, a veces también hoy se puede provocar una dispersión de temas, líneas teológicas que se centran en pequeñísimos detalles (con afán de aparecer "científicos"), o temas tan específicos que dentro del conjunto del dogma, de la liturgia, de la Tradición, resultan ya casi insignificantes. El saber se especializa tanto, incluido el saber teológico, que muchas veces se ha perdido de vista el conjunto de toda la teología; uno llega a saber muchísimo del tema de su especialización, pero no se le puede preguntar de otros temas o ramas de la teología...
La literatura teológica que se publica y el discurso mismo de la teología para los hombres de hoy tal vez debiera converger en un centro, en las grandes cuestiones y en los núcleos de la revelación para ofrecer palabras válidas a los hombres de esta generación, con sus inquietudes, búsquedas, lenguaje, o con su anestesia de alma.
En cierto modo, se podría llamar a esta indicación "teología kerygmática", la primera y más importante, convergiendo en lo central, en los temas centrales del Evangelio.
Olegario González de Cardedal ofrece una serie de estos temas, a los que llama "Concentración sobre los temas centrales del Evangelio" que nos pueden servir para ver hacia dónde debe apuntar la teología para no dispersarse. Los temas de este teólogo son sólo una sugerencia; a lo mejor habría que añadir algunos y suprimir otros, pero nos dejan bien claro hacia dónde centrarnos.
"Sin ignorar la historia de la Iglesia, la historia de la teología y la historia de la vivencia cristiana, habría que volver a preguntarse casi en absoluta novedad:
¿Quién es Cristo?
¿Cuál es su novedad radical en su contexto histórico y en la sucesión de los grandes hombres creadores de formas religiosas?
¿Cuál es su aportación específica a la comprehensión y a la superación del destino humano?
¿Qué y quién es Dios a la luz de Jesucristo?
¿Qué significa para el hombre la fe como compromiso y entrega total a Cristo, acogiendo las exigencias radicales de su vivir y morir?
¿Cómo es el hombre nuevo que surge del bautismo y de la fe?
¿Cuál ha de ser la vida de esa comunidad de creyentes que nace de la celebración de la eucaristía, de la audición del Evangelio, de la enseñanza de los apóstoles y de la común esperanza escatológica?
¿Cuál es la postura ante el mundo de esos hombres para quienes Cristo, su vida, su muerte y su presencia perenne, constituyen el núcleo de la historia para ser la autorrevelación y la autodonación insuperable de Dios a la humanidad" (La teología en España (1959-2009), Madrid 2010, p. 223).
Saquemos las consecuencias de esta convergencia en un centro para la vida pastoral de la Iglesia, su evangelización y para la tarea teológica misma.
Las nuevas tecnologías han hecho que, quien más quien menos, tenga acceso para que sus opiniones trasciendan hasta límites insospechados, lo que provoca eso que dice usted: “Demasiado que leer, sí, tal vez, pero al mismo tiempo hay que reconocer que no todo es bueno, hondo, profundo, asumible”.
ResponderEliminarDe todas formas, me parece que usted apunta muy alto al pedir converger hacia el centro… ¿ es que alguna vez estuvimos centrados?
La colmena:
EliminarMe alegro de que hayas vuelto a escribir con frecuencia. ¿Estuvimos alguna vez centrado? Umm, me temo que... no.
Pero si hablamos en serio, pienso en la teología tal como la elaboraban y vivían (ambos aspectos inseparables) los Padres de la Iglesia, antes de tanta especialización y academicismo. Ellos sí tenían un centro, y su teología era omnicomprensiva.
En el fondo, creo que nos hace falta un verdadero amor por la sabiduría más que el cientifismo incluso teológico; una sabiduría que viene de Dios y que es capaz de mirarlo todo, desear conocerlo todo, con una visión sobrenatural y una inteligencia que escruta y une sin dividir.
Espero haberme explicado y no haberlo enrevesado todo aún más.
Saludos.
La exhibición sin pudor en el “anaquel de Novedades”: una desgracia. La pérdida de vista de conjunto: una limitación. La especialización del saber rebaja la inteligencia al nivel de la destreza que es efectiva en relación con la técnica pero no en la comprensión de Dios, el hombre y el mundo.
ResponderEliminarEl ámbito universitario, intelectual (¿) y editorial sufre una serie de corruptelas propias de nuestra cultura presidida por las modas, lo que parece científico, lo que puede impactar-vender-satisfacer y el reconocimiento (¿) público.
Estoy de acuerdo con Cardedal en los cuatro últimos párrafos pero me parecen peligrosas sus frases relativas a la “novedad”. Cristo dejó muy claro que Él no empezaba la historia de la salvación, Él la culminaba, la llevaba a su cumplimiento obedeciendo a su Padre; cuando Jesús dice “se ha dicho, pero yo os digo”, pone a su gente ante la realidad interna del pecado, como venían advirtiendo los profetas, para que entiendan su verdadera necesidad: un nuevo nacimiento. El himno de las Primeras vísperas de hoy es altamente significativo.
Me preocupa la insistencia por lo nuevo, vista la experiencia ya que, por mucho que nos empeñemos, ninguno empezamos de cero y nuestras opiniones, que calificamos de “novedades”, pueden encontrarse fuertemente influidas por nuestra propia historia más que por la verdad. La verdad, la ley de Dios inscrita en el universo y por tanto también en el hombre, existe con independencia de nosotros, sólo la calificamos como nueva, en el mejor de los casos, en razón de nuestra ignorancia.
En oración ¡Qué Dios les bendiga!
Julia María:
ResponderEliminarSalvando la totalidad de su comentario, en el que estoy de acuerdo, paso a la discrepancia, si no le importa.
Yo distinguiría "novedades" y "afán de novedades", por la novedad que es Cristo. No en el sentido de que haga tabula rasa con todo lo anterior, sino en que renueva todas las cosas. Y ese punto para mí es, personalmente, fascinante.
Ya en el apocalipsis, 21,5, dice: "He aquí que hago nuevas todas las cosas".
Y san Ireneo afirma que él "trajo consigo toda novedad" (Adv. Haer. 4,34,1), "omnem novitatem attulit semetipsum afferens".
Creo que nos entendemos así, aunque tal vez sea rizar el rizo, el gusto por discrepar entre nosotros dos.
Que Él hace nuevos al hombre y al mundo, que en Él se hacen nuevos el hombre y el mundo, envejecidos por el pecado, totalmente de acuerdo. Esto es lo verdaderamente fascinante para mí.
EliminarCreo que reseñar la Historia de la Salvación es importante porque a muchos católicos el Antiguo Testamento les parece innecesario.
“… si no le importa” será broma ¿No?
Buenas noches.
El centro es simple y claro. Lo demás es marear la perdiz. Aunque esto último tal vez sea más cómodo y más complaciente. Salirse por las ramas es humano, porque soslaya el centro. Sigo rezando. Alabado sea DIOS. DIOS les bendiga.
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