jueves, 24 de octubre de 2013

Ofrecer la centralidad del cristianismo

A veces la dispersión a la hora de predicar, catequizar o enseñar, logran que el cristianismo parezca una selva de normas, leyes y preceptos superpuestos, sin distinguir lo central de lo accesorio.


Tal vez, muchas veces empezamos la casa por el tejado y pretendemos una conversión únicamente en el plano moral, presentando los mandamientos y la ley moral que, sin sustentarse en el encuentro con Cristo, se vuelven una carga insoportable y difícil de entender. Más que ofrecer y facilitar el encuentro con la Persona del Señor, vamos hacia la periferia de lo que sería siempre una consecuencia del encuentro con Cristo.

Por otra parte, un riesgo diferente hay que superar: recortar el cristianismo, adaptar el lenguaje y el contenido, únicamente a aquello que los oídos están dispuestos a escuchar. A veces hemos desdibujado el cristianismo presentándolo como una oferta ética o un mensaje sentimental, apto para lo "políticamente correcto", aquello que no provocaría ni conversión ni adhesión ni rechazo. Es decir, hemos secularizado el cristianismo para moldearlo según los criterios secularistas del mundo. Y así, definitivamente, se traiciona al Señor.

""No he omitido por miedo nada de cuanto os pudiera aprovechar, predicando y enseñando" (v. 20). San Pablo, después de algunas frases, vuelve sobre este aspecto y afirma: "No tuve miedo de anunciaros enteramente el plan de Dios" (v. 27). Esto es importante: el Apóstol no predica un cristianismo "a la carta", según sus gustos; no predica un Evangelio según sus ideas teológicas preferidas; no se sustrae al compromiso de anunciar toda la voluntad de Dios, también la voluntad incómoda, incluidos los temas que personalmente no le agradan tanto. Nuestra misión es anunciar toda la voluntad de Dios, en su totalidad y sencillez última. Pero es importante el hecho de que debemos predicar y enseñar -como dice san Pablo-, y proponer realmente toda la voluntad de Dios. Y pienso que si el mundo de hoy tiene curiosidad de conocer todo, mucho más nosotros deberemos tener la curiosidad de conocer la voluntad de Dios: ¿qué podría ser más interesante, más importante, más esencial para nosotros que conocer lo que Dios quiere, conocer la voluntad de Dios, el rostro de Dios? Esta curiosidad interior debería ser también nuestra curiosidad por conocer mejor, de modo más completo, la voluntad de Dios. Debemos responder y despertar esta curiosidad en los demás, curiosidad por conocer verdaderamente toda la voluntad de Dios, y así conocer cómo podemos y cómo debemos vivir, cuál es el camino de nuestra vida. Así pues, deberíamos dar a conocer y comprender -en la medida de lo posible- el contenido del Credo de la Iglesia, desde la creación hasta la vuelta del Señor, hasta el mundo nuevo. La doctrina, la liturgia, la moral y la oración -las cuatro partes del Catecismo de la Iglesia católica- indican esta totalidad de la voluntad de Dios.

También es importante no perdernos en los detalles, no dar la idea de que el cristianismo es un paquete inmenso de cosas por aprender. En resumidas cuentas, es algo sencillo: Dios se ha revelado en Cristo. Pero entrar en esta sencillez -creo en Dios que se revela en Cristo y quiero ver y realizar su voluntad- tiene contenidos y, según las situaciones, entramos en detalles o no, pero es esencial hacer comprender por una parte la sencillez última de la fe. Creer en Dios como se ha revelado en Cristo es también la riqueza interior de esta fe, las respuestas que da a nuestras preguntas, también las respuestas que en un primer momento no nos gustan y que, sin embargo, son el camino de la vida, el verdadero camino; en cuanto afrontamos estas cosas, aunque no nos resulten tan agradables, podemos comprender, comenzamos a comprender lo que es realmente la verdad. Y la verdad es bella. La voluntad de Dios es buena, es la bondad misma" (Benedicto XVI, Lectio con el clero de Roma, 10-marzo-2011).

Las palabras del Papa ayudan a todos a centrarnos. Es, recordémoslo, situarnos en la perspectiva de sus encíclicas "Deus caritas est" y "Spe salvi", considerando lo central, yendo a lo principal.

15 comentarios:

  1. ¿Que puedo comentar D. Javier? Que estoy al 120% de acuerdo. En un mundo relativista, la centralidad se convierte en un abanico de opciones y posibilidades. Muchas veces la centralidad se desplaza hasta lo accesorio o incluso hacia el exterior del propio cristinismo. La teología de la liberación es un buen ejemplo.

    El problema con que nos encontramos con cristianismos sesgados y otras con cristianismos "ampliados", que dan la impresión de ser tantos, que la fe parece un bosque en donde cada centralidad puga por ser la predominante...

    Feliz jueves, Dios le bendiga, le de paciencia y fuerzas para llegar pletórico al final del día :D

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    1. Néstor Mora:

      Tengo la sensación de que en predicaciones, retiros, catequesis, cursillos, etc., ofrecemos un bosque donde no sabemos orientarnos. Lo esencial queda demasiado recubierto.

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    2. A veces, incluso hay neblina (cristianismo no formado) en el bosque y hay que ir a tientas. Gracias a Dios que siempre hay algún alma inspirada que nos señala el buen camino!!!

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    3. Néstor:

      Pocos sabrán como vd. lo que cuesta, de trabajo, de tiempo y de ilusión, llevar un blog adelante y mantenerlo, y ya hemos cumplido aquí 4 años.

      Lo hago sinceramente por conciencia sacerdotal: siguiendo la metáfora, para orientar en el bosque.

      Es, además, mi personalísima cátedra donde imparto lecciones de teología "aplicada", intentando ser yo el primero en vivirla y leerla.

      Un abrazo inmenso!!!!1

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  2. Parece, Padre, que andamos por ahí excéntricos y descentrados. Es decir, con el centro desubicado. Tener un centro de gravedad desequilibrado imposibilita la vida, imposibilita todo lo demás. Sigo rezando.
    DIOS les bendiga.

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    1. Antonio Sebastián:

      Hemos de ir siempre a lo central.

      Es llamativo en esto que Benedicto XVI se lo propusiera así y lo mostrara con sus encíclicas. ¿Lo esencial? ¡Dios!, la vida teologal (fe, esperanza, caridad).

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  3. “A veces la dispersión a la hora de predicar, catequizar o enseñar…”, me da pie para pedir, con todo respeto y afecto a los Pastores de la Iglesia, que nos enseñen a los fieles que Cristo no es este o aquel pasaje del Evangelio ni éste o aquél aspecto y, sobre todo, y no se me escandalicen ni lo tomen a mal por favor, que Cristo en los sacramentos y en la oración no es mi fantasía, no es un diálogo conmigo mismo. Esta reflexión es extensiva a todos los que pretenden enseñar en la Iglesia.

    ¿Por qué el párrafo anterior? Cuando se convive habitualmente con no creyentes o con los que hemos dado en llamar “alejados” te das cuenta que, a través de las palabras de los católicos, les damos a entender (o entienden y no los sacamos del error) a Cristo como “nuestra fantasía”, “algo que a ti te consuela”, “algo que a ti te sirve”… como a ellos les pueden servir otro tipo de vivencias, no como Alguien real.

    Soy consciente que trasmitir a Cristo Palabra en diez minutos de homilía es de sabios y héroes; soy consciente que la apatía, la ignorancia y la pereza de los fieles para conocer la Palabra es para desanimar a cualquiera. Y lo soy porque yo “predico en el desierto” en el mundo secular, tentada siempre de seguir el ejemplo de mi amigo Alfonso María de Ligorio. Soy consciente, pero “es lo que hay”.

    El sagrario de la foto resulta claramente significativo: Ahí está Cristo. Cristo, el Verbo, la Palabra de Dios. Signos y Palabra, sus palabras. Sacramentos y Sagradas Escrituras. No tenemos derecho a compartimentar la unicidad del Señor resaltando esto o aquello.

    Se repite constantemente el rechazo al “moralismo”. Vamos a ver. El encuentro con Cristo es encuentro en sus sacramentos y en su Palabra, en toda su Palabra porque ella, Él, es la Palabra definitiva de Dios, sin olvidar el mandato del Señor: “Escudriñar las Escrituras, ellas hablan de mí”. La Palabra no es ni el Talmud, con las numerosas interpretaciones rabínicas (Gemara) y codificación de las normas religiosas y legales (Mishna), ni la sharia, ni un código civil-penal, pero tampoco es una simple expresión verbal del pensamiento sino una energía transformadora que, Escuchada, produce lo que significa, ilumina, revela el sentido profundo de la realidad y de la existencia desde la mirada de Dios; Pronunciada por Él se convierte en maestra, en regla de vida práctica y norma certera de conducta, suscitando compromisos y actitudes prácticas.

    El poder y la fuerza de la palabra de Dios son el sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de la fe para sus hijos, alimento del alma, dice la Constitución Dei Verbum. Dios, mío habría tanto qué decir al respecto, pero entre el pago del alquiler del espacio en el blog y la compra de la mitad de la Biblioteca Nacional para regalarla a don Javier… no voy a levantar cabeza (Risas).

    ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. JUlia María:

      Apunta vd. diversas cosas. Intentaré responder o comentar algunas y lo que pueda.

      La foto no es casual. Evidentemente quería señalar un centro vital: el Sagrario, es decir, Jesucristo mismo a quien hemos de amar y conocer.

      Muchos tienen la impresión, como vd. afirma, de que Cristo es producto de la fantasía, una proyección a la medida de las necesidades de cada cual, no Alguien, un Alguien real, vivo y concretísimo. Si a eso añadimos la disparidad de discurso de tantos católicos, no hay quien se aclare.

      Marginalmente apuntaba vd. a la homilía (y a la predicación cristiana de cualquier bautizado por ser sacerdote, profeta y rey): una homilía es muy difícil hacerla: oración previa, contenido, retórica para poder transmitir con una forma adecuada... y ves las caras de los oyentes, y uno se muere de pena (o de asco). Últimamente, además, sólo se ve en Internet ""noticias"" que son críticas a las homilías, que si largas, que si aburridas, que si farragosas, que si no oramos los sacerdotes, que si no... ¡Uf! Ya está bien!!!!!!! Y porque no puedo hablar más claro.

      Termino: el alquiler del blog (del cual vos omitís que no firmamos ni contrato porque vd. no acudió a la cita...) ni la adquisición generosa de la Biblioteca Nacional para mí se han producido.

      Ruego subsane ya tales errores. (jejeje)

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  4. A mí me parece que para predicar a Jesucristo de forma eficaz, lo único necesario es ponerse mucho en oración y procurar vivir muy unido a su Sagrado Corazón. Poniéndose a la escucha de lo que Él nos hace ver en esos mismos ratos de oración. Creo que se hace entender bien, y a nosotros nos toca obedecerle en todo. Sólo así seremos eficaces en nuestro apostolado.
    Conozco un buen sacerdote que se pasa el dia sirviendo a sus hermanos en todo cuanto surge a lo largo del dia, más llegada la noche, pasa largos ratos ( por no decir horas ) en oración, ante el Santísimo Sacramento, escuchando al Maestro.
    Buscarle así con el único afán de que se cumpla su Santa Voluntad en nuestra vida, me parece una auténtica necesidad para el cristiano verdaderamente comprometido con el Amor del Señor.

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    1. Me da por pensar que esa es la clase de sacerdotes que necesitamos. Pero ¿acaso las exigencias que sirven para los sacerdotes no sirven para todos los demás? Y es que tanto los sacerdotes, como los no sacerdotes estamos llamados a lo mismo. Y tengo para mi, que la exigencia del creyente, no depende de ser o no ser sacerdote, sino del ser amados y creados por DIOS, de nuestra FE, y en esencia del AMOR. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    2. Lo siento, Felicitas, lo que quería hablar con vd se ha publicado como comentario independiente más abajo. Informáticamente hablando soy un desastre, seguro que no pinché bien en Responder.

      Un saludo

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  5. Estoy de acuerdo con vd en la importancia de la oración y de la unión con Cristo. En cuanto al sacerdote, pese a quien pese, aunque se ataque y se siga atacando al sacerdocio, la mayoría de los sacerdotes son como su comentario señala. Nunca les estaremos suficientemente agradecidos. La oración creo que es imprescindible pero no lo único necesario. Sin embargo, disiento de su comentario cuando dice " nos hace ver en esos mismos ratos de oración... se hace entender bien".

    La fe católica se diferencia de otras propuestas, entre muchas otras cosas, por la objetividad de la Palabra de Dios que nos saca de nuestra subjetividad. Los no creyentes honestos, intelectualmente formados, que no tienen ninguna intención de agredirnos sino de entendernos, nos ponen de relieve muchas veces las incongruencias en el interior de la Iglesia. Una de las que resaltan es el desconocimiento de las Sagradas Escrituras por parte de los católicos y otra, unida a la primera, la subjetividad y, en consecuencia, la falta de verdadero interés en confrontarse con la Palabra real.

    El amigo no creyente, con el que puedes dialogar en la objetividad de Cristo como Palabra, puede decirte al respecto de las opiniones vertidas por católicos, sinceramente preocupado: ¡Qué guirigay tenéis montado! Y lo dice preocupado porque, aunque no sea creyente, la Iglesia es el único bastión de coherencia que se ha mantenido durante siglos.

    Mi amigo fraile, siguiendo a san Pablo, dice que, como siempre corremos el riesgo de inventarnos un Dios en el diálogo que mantenemos ininterrumpidamente con nosotros mismos (fantasía), la puerta a la interioridad requiere de la predicación porque surge y es guiada en el contacto de la Palabra y en el contacto con los apóstoles. La vida interior, que surge de la asunción de la propia responsabilidad y del arrepentimiento, tiene una referencia objetiva de la que nunca puede desconectarse: la Revelación (Sagradas Escrituras) y la comunidad (la Iglesia), referencia anterior y posterior a mi.

    "Hágase tu voluntad como se hace en el cielo"; en el cielo: santa, diligentemente. No pedimos poco. Para no dificultar que se cumpla su voluntad, la nuestra debe unirse a Suya pues Él así lo quiso.

    Hoy el Cántico de Isaías en Laudes: ¿Quién anunció esto desde antiguo, quién lo predijo desde entonces? ¿No fui yo, el Señor?

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    1. Respondo a todos:

      Es que la oración es condición previa, requisito sine qua non. O uno vive con Cristo, en diálogo y escucha con Él, o no hay nada que hacer, que decir o que anunciar a los demás.

      Las grandes crisis de la Iglesia son crisis de santos, son falta de oración y vida interior. Cuando florece la vida interior, la Iglesia recibe un aliento nuevo, la evangelización se torna esperanzada y eficaz.

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  6. Buenos días don Javier. En las casillas de reacciones me falta la del 'Espárrago de Navarra' porque tiene entradas coj$%&nudas. Un abrazo.

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    1. xtobefree:

      ¡Ha tenido gracia su afirmación!

      Gracias. Gracias. Gracias.

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