domingo, 10 de marzo de 2013

Danos hoy... (VI)

Múltiples sentidos, complementarios y enriquecedores, tiene la siguiente petición de la Oración dominical: "danos hoy nuestro pan de cada día". La Tradición se complacía en desglosar esta petición señalando la confianza en la Providencia para lo cotidiano, el pan material y también el pan espiritual, es decir, la Eucaristía. Tal cual suena: con esta petición suplicamos el Pan cotidiano, por eso la rezamos cerca de la comunión, en el rito de preparación, porque el Señor siempre nos da este Pan eucarístico como alimento de peregrinos (viático).


Dios, que es providente, cuida tanto del orden material de nuestra vida como del orden espiritual, sobrenatural. Nada nos va a faltar que sea realmente necesario. 

La oración dominical incluye todas y cada una de las necesidades del hombre en sus siete peticiones.

"n. 9. Nuestro pan de cada día dánosle hoy. Aquí aparece ya claro que oramos por nosotros. Es necesario explicar que oras por ti y no por Dios cuando dices: Santificado sea tu nombre. Es preciso exponerlo también cuando dices: Hágase tu voluntad, para que no pienses que deseas un bien a Dios y no que más bien oras por ti. También necesitas aclaración cuando pides: Venga tu reino, no vayas a pensar que deseas un bien a Dios, es decir, que reine.


A partir de esta petición, y hasta el final de la oración, aparece evidente que rogamos a Dios por nosotros. Cuando dices: Danos hoy nuestro pan de cada día, te proclamas mendigo de Dios. Pero no te ruborices; por rico que sea uno en la tierra, siempre es mendigo de Dios. Yace el mendigo en la puerta del rico; pero también este rico yace a la puerta del Gran Rico. Le piden a él y pide él. Si no sintiese necesidad, no llamaría mediante la oración a los oídos de Dios. ¿De qué tiene necesidad el rico? Me atrevo a decirlo: tiene necesidad hasta el pan cotidiano. ¿Por qué tiene abundancia de todo? ¿De dónde le viene sino de que Dios se lo otorgó? ¿Con qué se quedará si Dios retira su mano? Si, pues, no les falta nada, es misericordia de Dios, no poder suyo.

n. 10. Mas este pan, amadísimos, con que se llena el vientre y a diario se rehace nuestra carne; este pan, como veis, Dios lo da no sólo a quienes le alaban, sino también a quienes le blasfeman, él que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre los justos e injustos. 

Le alabas y te alimenta; le blasfemas y te alimenta igual. Para que hagas penitencia, te espera; pero si no te conviertes, te condenará. Considerando que este pan lo reciben los buenos y los malos, ¿no piensas que hay alguna otra clase de pan que piden los hijos, del cual decía el Señor en el Evangelio: No es bueno quitar el pan a los hijos y arrojarlo a los perros? Lo hay, ciertamente. ¿Qué clase de pan es éste? ¿Por qué se le llama cotidiano? También éste es necesario. De hecho, sin él no podemos vivir, sin pan no nos es posible.

Es una vergüenza pedir a Dios riquezas, pero no lo es pedir el pan de cada día. Una cosa es pedir algo para tener de qué ensobercecerse y otra pedir algo para tener con qué vivir. Sin embargo, puesto que este pan visible y tangible lo da Dios a buenos y malos, existe otro pan cotidiano: el que piden los hijos. Es la Palabra de Dios que se nos ofrece día a día. Nuestro pan es cotidiano: con él viven las mentes, no los vientres. Es necesario también para nosotros que trabajamos ahora en la viña; es alimento, no recompensa. Dos cosas debe al jornalero quien le arrienda para trabajar en la viña: el alimento para que no decaiga, y la recompensa de que se alegre. Nuestro alimento cotidiano en esta tierra es la palabra de Dios que se distribuye siempre a las Iglesias; nuestra recompensa, posterior al trabajo, se llama vida eterna.

Por lo demás, si veis significado en este pan lo que reciben los fieles [la Eucaristía], lo que vosotros vais a recibir una vez bautizados, justamente rogamos y decimos: Danos hoy nuestro pan de cada día, para que vivamos de tal modo que no nos separemos de aquel altar".

(S. Agustín, Serm. 56, 9-10).

2 comentarios:

  1. Un midrásh rabínico cuenta que un rey, al llegar la primera luna nueva del año, entregaba a su hijo la cantidad de víveres necesaria para todo el año. De este modo, el hijo se presentaba ante el padre una sola vez al año. El padre, deseoso de ver el rostro de su hijo, decidió dar al hijo sólo las provisiones que necesitaba para el día. El hijo, no entendiendo el proceder de su padre, le preguntó el motivo de tal cambio y el rey respondió: "Porque deseo ver diariamente tu rostro". El hijo, agradecido, reconoció: "Cierto, así también yo veré cada día tu rostro".

    La riqueza de significado del término griego “epiousios”, "diario", "super-sustancial", "del mundo futuro" “que da la vida” pone en evidencia hasta que punto es necesario huir de cualquier reduccionismo en la oración.

    No cogemos el pan, lo pedimos como hijos confiados en su providencia, libres de la angustia de los paganos y, por ser el pan de Dios, llega cada día de nuevo. Es el pan nuestro, pan propio y específico de los hijos de Dios, el de los discípulos de Cristo, pan que abarca la totalidad de la vida en su Reino.

    El hoy da urgencia a la súplica: danos, Padre, el pan de la vida ahora ya, aquí ya, hoy ¡Qué Dios les bendiga!



    ResponderEliminar
  2. Nos da hoy, SE nos da, como presente permanente. Una vez más, muchas gracias, Padre. Sigo rezando.

    ResponderEliminar