domingo, 3 de marzo de 2013

Pensamientos de San Agustín (XVII)

Asumamos hoy pensamientos de san Agustín, frases cortas, máximas, de gran elegancia pero, al mismo tiempo, llenas de sabiduría que a nosotros, hoy, nos pueden iluminar. 

Te desagrade en ti lo que desagrada a Dios, y entonces ya te conformaste a la voluntad de Dios, y en ti mismo odiaste, no lo que El hizo, sino lo que odia (San Agustín, Comentario al Salmo 140,14).

Lo que viene de Dios y está en nosotros, es pura gracia, es bueno y digno de ser apreciado. Pero lo que desagrada a Dios es esa parte que nosotros añadimos, nuestro propio pecado. En algo habremos de coincidir con Dios: en odiar lo que Él odia, el pecado, que a nosotros nos desfigura y nos destruye.
La buena conciencia lleva consigo la esperanza. A modo que la mala conciencia se resuelve toda ella en desesperación, así la buena conciencia se traduce toda en esperanza (San Agustín, Comentario al Salmo 31,2,5).
¡Qué claro y qué simple! Con la conciencia tranquila, sin pecado, avanzando en el bien, aunque hayan tormentas exteriores brillará la esperanza en el alma; pero, la mala conciencia, el pecado en nuestro interior que no queremos desterrar, trae siempre la desesperación, la tristeza que conduce a la muerte.
Nuestro es el querer; pero la libertad es despertada para que surja, es sanada para que tenga fuerzas, es ampliada para que tenga capacidad y es llenada para que contenga (San Agustín, Tratado sobre la Bondad de la Viudedad 17,21).
La libertad, es decir, la capacidad operativa de nuestra voluntad, necesita ser sanada. Sin la gracia, la libertad no es libre (valga la expresión): necesita ser sanada, purificada, orientada. Sólo la gracia puede hacer esa obra en nuestra libertad, ampliando sus horizontes pues ya no está atada al pecado, y es llenada para que contenga bienes mayores. Sin la gracia, la libertad se pierde y se esclaviza pronto.
Por eso El no nos infunde sus bienes sin quitarnos nuestros males. Y tanto más crecen aquéllos cuanto disminuyen éstos; y sólo son perfectos aquéllos cuando desaparecen éstos (San Agustín Sermón 71,19).
La obra de Dios consiste en dar y en quitar. El quitar de Dios es la supresión de aquello que no es bueno ni santo pero donde nuestro corazón se ha detenido. La purificación es ardua, en ocasiones incluso dolorosa, pero siempre necesaria. Al quitar de Dios le sucede el dar: otorga sus bienes sólo cuando ya hay capacidad en el corazón (¡se dilata el corazón!) para recibir los bienes de su gracia.
¿De qué nos serviría conocer algún bien si no lo amásemos? Así como entendemos mediante la verdad, amamos mediante la caridad, para conocer más perfectamente y gozar felices de lo conocido (San Agustín. Sermón 71,18).
La verdad y el amor siempre están unidos. El Bien que conocemos nos conduce a amarlo, y al amarlo se desea para recibirlo. La Verdad se realiza en la Caridad. Esta caridad permite una fruición (gozo, disfrute) maravillosa y única de la Verdad, gozando feliz de lo que se conoce.
Esta vida es objeto de amor, cualquiera que sea; sea como sea, aunque esté llena de tribulaciones y miserias, los hombres tienen miedo a acabarla y se llenan de pavor (San Agustín Sermón 84,1).
¡Qué cierto! Estamos apegados a esta vida terrenal. La vida es un don de Dios... pero nos aferramos a ella como si fuera lo único y lo último por mucho que haya en ella tribulaciones y miserias. Hasta de esta vida terrena hemos de estar desprendidos: es una gracia que hemos de suplicar.

Por último, un término que san Agustín expresa muchas veces, "mendigo de Dios", para recordarnos cómo sólo ante Dios somos unos mendigos que extendemos las manos para recibir su gracia: sin ella nada somos ni podemos.
Tengas lo que tengas, tú que tanto tienes, ¿no eres mendigo de Dios? Cuando llegue la hora de la oración, te lo demostraré. Allí pides. ¿Cómo pides, si no eres pobre? (San Agustín. Sermón 123,5).

3 comentarios:

  1. Una vez más, muchas gracias, Padre. Abrazos en CRISTO. Sigo rezando

    ResponderEliminar
  2. Todo se nos ha dado, nada es nuestro, todo se nos da, todo se nos regala para devolverlo fructificado; lo recibimos para darlo, fructificado en la entrega.

    “Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno” ¡Qué Dios les bendiga!

    ResponderEliminar
  3. Estupenda colección de frases y breves reflexiones, D. Javier. Gracias :D

    ResponderEliminar