sábado, 17 de septiembre de 2011

Una visión (católica) de la Universidad (JMJ)

La catequesis de hoy debería servir, en primer lugar, a los jóvenes que están en ese fascinante período académico que es la Universidad así como al profesorado; pero también y por extensión a todos nosotros para valorar adecuadamente qué es la Universidad, situarnos ante lo que es su realidad, entender el momento histórico-cultural en que vivimos, subrayar el valor de la razón y su ejercicio iluminado por la fe.

Cuando titulamos una visión "católica" no significa tanto la visión propia de la Iglesia Católica, cuanto la visión más completa e integradora de la Universidad misma en su vocación originaria, aquello que le dio su impulso al nacer en la Edad Media, propiciada por la Iglesia, aquello que constituye su sustancia y su naturaleza y sin lo cual la Universidad se degrada a una mera institución u organismo expendedor de créditos y títulos para incorporarse al mercado laboral competitivo.

No cabe duda de que Ratzinger tuvo como maestro interior a Newman y comparte con él una manera de ver, analizar y considerar. Y Newman es un intelectual de categoría, fundador de la Universidad Católica de Irlanda, en Dublín. En una lección pública, Newman presentó la naturaleza y la vocación de la Universidad:

"Aquí, al mismo tiempo, me siento invitado a explayarme sobre la grandeza de una institución cuya amplitud de miras es suficiente como para permitir un debate sobre un tema como éste. Entre los objetivos del quehacer humano -estoy seguro, caballeros, de que puedo afirmarlo sin exageración- ninguno es más alto ni más noble que el que contempla la fundación de una Universidad.

Es menester confesar que poner en pie y mantener con vida y rigor una auténtica Universidad, lo que realmente se entiende por la palabra "Universidad", es una de las más grandes tareas, grande en su dificultad y en su importancia; una tarea en la que merecidamente se consumen los intelectos más preclaros y los legados más variados. Pues, en primer lugar, pretenden enseñar lo que haya que enseñar en cualquiera de las ramas del saber humano, y la amplitud de su actividad alcanza los temas más nobles y elevados del pensamiento humano y los campos más fértiles de la investigación. Nada hay demasiado extenso, nada demasiado sutil, nada demasiado distante, nada demasiado diminuto, nada demasiado discursivo, nada demasiado exacto, para captar su atención" (NEWMAN, J.H., Cristianismo y Ciencias de la Universidad, Eunsa, Pamplona 2011, pp. 38-39).

El saber humano y por tanto la búsqueda de la Verdad es lo que da sentido a la Universidad. Las distintas ramas del saber humano, sin competencia entre ellas, sino convergentes, buscan el saber, la Verdad y por tanto el ejercicio de la razón que unifica saberes sin disgregar, que no parcela sino que aúna, que no fragmenta sino que integra.

Una y otra ciencia, uno y otro saber, distintas especialidades humanas, científicas y técnicas, dialogan y se encuentran.  La perspectiva es el desarrollo de la investigación y la estimulación del pensamiento humano que intenta comprender de manera global. Ese era el deseo de Newman:

"Se podría afirmar, con cierta razón, que el reunir las escuelas de todas las ramas del saber bajo un mismo nombre y llamarlas una universidad es una mera generalización; y se podría alegar que el objetivo de que los estudios de todo tipo de saber llevados a sus últimos límites requiera la más amplia y extensa aplicación de nuestras capacidades intelectuales no es sino una obviedad.


La razón por la que hablo de una Universidad en los términos que he utilizado es que no solo ocupa simplemente todo el territorio del saber, sino que es el territorio mismo; que pretende mucho más que acoger y alojar, como en una posada, todo arte y todo ciencia, toda historia y filosofía. Lo que en verdad pretende es asignar a cada campo de estudio que imparte su propio lugar y sus justos límites; definir los derechos, establecer las relaciones mutuas y facilitar la comunicación entre todos y cada uno de ellos; contener a las ambiciosos y a los invasores, y mantener y socorrer a aquellos que de vez en cuando sucumben bajo los que gozan de mayor popularidad o de circunstancias más afortunadas; salvaguardar la paz entre todos y encauzar sus diferencias y sus contrariedades hacia el bien común. por esta razón afirmo, caballeros, que erigir una Universidad es una empresa a la vez tan ardua y tan beneficiosa, a saber: proque promete admitir -sin temor, sin prejuicio, sin componendas- a todos los que llaman a su puerta, si vienen en nombre de la Verdad; promete ajustar puntos de vista, experiencias y hábitos mentales de lo más independiente y dispares, y permitir que se explayen el pensamiento y la erudición en sus formas más originales, en sus expresiones más intensas y en toda su amplitud. De esta forma, su especial función es unir muchas cosas distintas en una sola. Y la Universidad aprende a hacerlo, no por la aplicción de reglas escritas, sino por sagacidad, sabiduría y tolerancia; actuando con una profunda comprensión de la materia y contenido del saber y mediante la vigilante represión de cualquier agresión o fanatismo en cualquier sector" (Id., pp. 39-40).

Entrar en la Universidad es una decisión que debe estar orientada a lo más profundo de la persona: alcanzar la Verdad, crecer en el saber humano con una visión lo más amplia posible. Es siempre algo más que matricularse en una Facultad, escoger créditos y asignaturas y fotocopiar unos apuntes, agotando convocatorias de exámenes. Es situarse ante la Verdad y un deseo de saber y conocer cuanto más mejor.

Alumnos y docentes, movidos por la fe católica, ponen en juego la razón en esa búsqueda del saber que realmente los vuelve más humanos al responder a la exigencia de su razón que busca. En cierto modo, sería una vocación a la Universidad, no una etapa más en la que inscribirse para rellenar unos años y tener un título.

La perspectiva de Newman y cuanto decimos aquí, se ve expuesta por el discurso de Benedicto XVI  a los profesores universitarios católicos y, por extensión, a toda la comunidad educativa de la Universidad, por tanto, también a los jóvenes, y especialmente a los jóvenes católicos, que deben vivir apasionadamente su formación universitaria.

El deseo es vivir la unidad de saberes y adquirir una visión global:

"Esta “universitas” que entonces viví, de profesores y estudiantes que buscan juntos la verdad en todos los saberes, o como diría Alfonso X el Sabio, ese “ayuntamiento de maestros y escolares con voluntad y entendimiento de aprender los saberes” (Siete Partidas, partida II, tít. XXXI), clarifica el sentido y hasta la definición de la Universidad" (Benedicto XVI, Disc. a los profesores universitarios, El Escorial, 19-agosto-2011).

Sería una pobreza limitarse únicamente a la rama del saber elegida, a la propia área y al temario necesario para aprobar; el deseo de saber siempre busca más, profundizando en la propia materia lo más posible y complementando la visión conseguida con los otros saberes y disciplinas académicas: leer más, asistir a conferencias de otras disciplinas, etc.

"La genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano. En efecto, la Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Por ello, no es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria, pues la fe cristiana nos habla de Cristo como el Logos por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,3), y del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Esta buena noticia descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad" (ibíd).

Matricularse en la Universidad, o dar clases en la Universidad, es siempre un ejercicio que nos pone en relación con la Verdad y en situación de diálogo con el Logos. Busca la racionalidad de lo creado. Es profundamente humano.

Lo más verdadero que pueden transmitir los profesores universitarios es la búsqueda de la verdad y encaminar a los jóvenes a buscar siempre a la verdad para que estas generaciones, a su vez, encaminan a las siguientes:

"Personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad. La juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad. Como ya dijo Platón: “Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces, después se te escapará de entre las manos” (Parménides, 135d). Esta alta aspiración es la más valiosa que podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros estudiantes" (ibíd.).

Además la enseñanza es "una formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación" (ibíd.). Los jóvenes, por su parte, deberán siempre acrecentar esa sed de verdad y no apagarla, buscando, investigando, estudiando, logrando una síntesis. Tanto docentes como alumnos, se guiarán en ese ejercicio por la fe que busca conocer y por la razón, que necesita la fe para llegar más allá de sus propios límites:

"El camino hacia la verdad completa compromete también al ser humano por entero: es un camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe. No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad: pues “no existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor” (Caritas in veritate, n. 30). Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y amor. De esta unidad deriva la coherencia de vida y pensamiento, la ejemplaridad que se exige a todo buen educador" (ibíd.).

Pero hay peligros, o mejor, se incurre en errores muy frecuentes cuando, apartando el saber, el deseo de verdad, la búsqueda y la complementariedad de un saber universal -Universitas- se limita a la creación de títulos, expedientes, en busca de una competitividad laboral y de mercado. Es una visión utilitarista de la educación y la enseñanza.


Se apaga la sed de verdad cuando la Universidad se reduce a la transmisión de unos contenidos en unos temarios, sólo en función de exámenes y cada rama del saber se encierra en sí misma. En el fondo, hay un desprecio a la Verdad y se privilegia una razón técnica, fáctica, no exenta de "pensamiento débil".

"A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada preciso momento. También se dice que lo único que se debe privilegiar en la presente coyuntura es la mera capacitación técnica. Ciertamente, cunde en la actualidad esa visión utilitarista de la educación, también la universitaria, difundida especialmente desde ámbitos extrauniversitarios. Sin embargo, vosotros que habéis vivido como yo la Universidad, y que la vivís ahora como docentes, sentís sin duda el anhelo de algo más elevado que corresponda a todas las dimensiones que constituyen al hombre. Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano" (ibíd.).

Poniendo el dedo en la llaga, afirmaba lapidariamente el Santo Padre:

"La Universidad encarna, pues, un ideal que no debe desvirtuarse ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero consumidor" (ibíd.)

Estas palabras, en la JMJ, pueden ser un aliciente a los jóvenes para vivir de manera nueva y más profunda su etapa de formación académica que es algo más: es  una formación de toda su persona a la Verdad. Por tanto la fe católica debe y puede ayudar hoy a los jóvenes y a sus profesores a vivir esta etapa con auténtica vocación, sabiendo que es el momento de cimentar toda la personalidad en referencia y orientación a la Verdad. Podríamos decir que hay un "modo católico" de estar en la Universidad, un "modo católico" también de enseñar en la Universidad.

Pensarlo despacio ayudará a todos a replantearlo.

Tal vez podría ser un fruto más de esta JMJ para los jóvenes universitarios.


16 comentarios:

  1. Dios quiera que penetren estas palabras en los más íntimo del corazón de los jóvenes.
    Recuerdo mi Facultad y...¡qué cosas vi, Dios mío!

    Feliz día para todos.

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  2. La visión utilitarista de la formación universitaria es un cáncer difícil de extirpar. A la extensión de esta enfermedad han contribuido desde hace bastantes décadas tanto la sociedad y los padres como el profesorado (con laudables excepciones), y no sólo ni en primer lugar los jóvenes. No podía ser de otras manera si lo que se busca es el bienestar y no la Verdad. Y si descendemos a la realidad sin quedarnos en las declaraciones programáticas, por desgracia esta visión la encontramos en la universidad pública (mi experiencia) y en las católicas (la experiencia de mis hijos). Sólo Dios alentará en todos el deseo de búsqueda de la Verdad.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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  3. En mi diócesis, las ideas y modas más inmorales y antirreligiosas proceden de la universidad y los eventos que patrocina.

    Recuerdo cosas de mi epoca de estudiante de la diplomatura de magisterio, y de la licenciatura de Filosofía pura y de Ciencias de la Educación, que son las que yo realicé, con un desagrado tan profundo, por su inmoralidad, que se me quitaron para siempre las ganas de introducirme en la docencia universitaria.

    Voy a decirlo claramente: o la universidad es confesional, o no vale para nada y es mundana.

    O la universidad es testimoniante, martirial, o no vale para nada. Los saberes convergen en el Logos, y si no se confiesa el Logos, los saberes se ofuscan y se independizan de la teología (y por ello se desnaturalizan) y deshumanizan y se disgregan en la nada.

    Si echamos un vistazo, por ejemplo, a la ciencia enseñada por las universidades católicas en el medievo, comprobaremos cómo todo saber era relacionado con la teología: desde la biología, hasta la ingeniería de caminos.

    Si un botánico como Linneo escribe su obra para mayor gloria de Dios, o un biólogo estudia la presencia del mal en la morfología de las plantas tras el cataclismo del pecado original, como se hacía en el siglo XVIII, podemos afirmar que hay una fecundación teológica del saber, y que este saber va bien encaminado.

    Hoy día el mundo universitario es propiedad del mundo, no de Cristo, y las universidades católicas se han vuelto sosas, en su mayoría.

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  4. Amigos:

    No puedo negar la verdad de vuestras palabras, que nacen de vuestra experiencia y reflexión.

    Sólo me gustaría un ""tono más positivo"", es decir, la reflexión sobre el ser mismo de la Universidad y que hoy, aquí, nuestros jóvenes católicos y los docentes -que tal vez puedan leernos- enfoquen la vida universitaria de otro modo.

    un abrazo grande +

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  5. Comento lo anterior para confirmar que si la universidad católica no es confesional y testimoniante, y no recupera la centralidad de la teologia como ciencia que vivifica todo el saber con el dato revelado, entonces el futuro es bien negro.

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  6. Dice el Espíritu Santo en 1 Pe 1, 13 que pongamos "toda nuestra esperanza en la Gracia de la revelación de Jesucristo".

    Aquí, como en todo, está la clave positiva que usted bien dice.

    Si en la universidad católica se vuelve a construir y frecuentar oratorios, se confiesa, se da Misa, se para para orar... y se comenta la doctrina para fecundar todo saber, entonces el futuro será impregnado por la verdad, que unificará toda disciplina particular.

    Un abrazo

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  7. Perdone don Javier si ha resultado pesimista mi comentario. En positivo: algunos excelentes profesores (Maestros) en el colegio y en la universidad inculcaron en mí el deseo de conocer el Derecho en relación con el sentido de la vida. Mis hijos me han confesado sentir atracción hacia aquellas asignaturas impartidas por profesores que no se limitaban a trasmitir determinados conocimientos y técnicas. La universidad española necesita una llamada a la VOCACIÓN, al sentido del SABER y al esfuerzo, y la universidad católica, además, responder a esa llamada como católica.

    Suscribo el apunte de Alonso Gracián sobre la universidad en el medievo.

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  8. La universidad es hoy en día una estructura administrativa de certificación de capacidades y conocimientos. Está muy lejos de sus orígenes, en los que el saber y la Verdad eran su razón de ser. Pero esto no debería extrañarnos.

    El saber era antes un fin mientras que ahora es un instrumento. El estudiante era una persona con vocación de universalidad, hoy es una persona que busca la especialización que le permita trabajar en algo, aunque no le guste nada ese trabajo.

    Al alumno se le somete a un proceso de aprendizaje cada vez más estandarizado. Son realmente un producto que debe ser transformado y validado para ser contratado con garantías. La universidad se ha convertido en tierra de misión y una misión que es urgente en todos los sentidos.

    Alonso y yo compartimos Diócesis y también compartimos el diagnotico de nuestra universidad.

    Buscando un mensaje positivo, creo que son las inmensas posibilidades que nos ofrece una tierra de misión que ya ha olvidado a Dios completamente. Se puede hacer mucho, pero es necesario hacerlo en comunidad. No sirven los llaneros solitarios, ya que es muy fácil quemarlos y apartarlos de enmedio. Algún ejemplo conozco que ha terminado emigrando a una universidad católica, aburrido y muy enfadado. También tengo un par de anécdotas para llorar, que me guardo.

    Pero quejarnos no nos vale para nada. Hay que trabajar y actuar con inteligencia. Todo se andará con la ayuda del Señor.

    Un abrazo en Cristo. Seguimos unidos en oración. :)

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  9. De acuerdo por completo con el mensaje de Miserere, que además conoce el tema de primera mano.

    Creo que el Magisterio de la Iglesia nos informa muy bien de lo que debe ser el fundamento de la enseñanza universitaria católica. La filosofía y la teología al servicio de la fe, que ilumina todo saber, debe ser el sustento de todo saber, como ocurría en la Edad Media y se prolongó en parte, y de forma decreciente, hasta la Ilustración

    "Guiados por las aportaciones específicas de la filosofía y de la teología, los estudios universitarios se esforzarán constantemente en determinar el lugar correspondiente y el sentido de cada una de las diversas disciplinas en el marco de una visión de la persona humana y del mundo iluminada por el Evangelio y, consiguientemente, por la fe en Cristo-Logos, como centro de la creación y de la historia."

    (Juan Pablo II, en su Constitución apostólica sobre las universidades católicas.)

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  10. Sólo paso por aquí para desearos buenas noches. Mañana intento "contestar" los comentarios, en debate tan animado.

    con mi bendición +

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  11. Gracias por el trabajo de síntesis. De todos los discursos del Santo Padre en JMJ Madrid 2011, considero que este es uno de los fundamentales. Apunta a una de las piedras angulares donde se sustenta el arco formativo de los jóvenes. He vivido la experiencia de preparar a jóvenes pre-universitarios durante los tres años previos a su ingreso en este mundo tan fascinante. La mentalidad de padres y alumnos es francamente la de instrumentalizar los conocimientos, mentalidad que se traducía en preguntas como: "Profesor, ¿cuáles son las carreras con más salidas? ¿en cuales se gana más dinero?". Muchos, ante mi asombro, me declararon que sin duda hubiesen hecho la carrera de Filosofía (¡incluso uno estaba dispuesto a matricularse en Teología!)... si no fuese porque esas carreras, laboralmente, no llevan a ningún sitio (o eso piensan ellos). Las advertencias del Papa son de gran ayuda, también para docentes: no dejar que el demonio de la especialización haga de la universidad un cúmulo de focos aislados, de estudiosos con orejeras. Nada más contrario de la universidad. Al contrario: este importante paso, colocado en su justo lugar, hará que la posterior vida del titulado siga siendo una vida de estudio, de deseo por conocer la verdad que no se agota. Este sería un impulso de renovación social que ayudaría a enlazar de nuevo los vínculos tristemente cortados entre fe y razón.

    Un saludo.

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  12. Es verdad que las palabras del Papa sobre la universidad son de gran ayuda, y que fue un mensaje importante. Al hilo del comentario de Álvaro, decir que creo que esos vínculos entre fe y razón se cortan debido a la mundanización,

    a la penetración en la universidad y en la sociedad de los valores del mundo, que son contrarios a los de Cristo, y que devienen en la aconfesionalidad práctica de la universidad católica, tremenda contradicción.

    Cuando no se confiesa al Logos, se acaba perdiendo el logos.

    Los vínculos entre fe y razón se pierden cuando se renuncia a la primacía la gracia en la vida intelectual, pues es la gracia divina la única fuerza capaz de mantener unidos la razón natural, ofuscada en el hombre adámico, y la fe teologal.

    Un saludo y buenas noches a todos

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  13. Me ha gustado muchísimo el rico diálogo y las aportaciones. Este tipo de catequesis sobre la Universidad, el logos, etc., surgen primero por la necesidad de ver a jóvenes cuando se confiesan o se dirigen conmigo a los que hay que orientar para vivir su etapa de formación universitaria. Nadie les enseña estas cosas y la Iglesia también debe ayudar en el ejercicio de la razón y en la búsqueda de la Verdad en esta etapa universitaria.

    Sabemos, y ahora con algunos comentarios vuestros lo sabemos mejor, cómo es la realidad de la Universidad. Haciendo una recopilación de vuestras descripciones:

    -"visión utilitarista de la formación universitaria"

    -"lo que se busca es el bienestar y no la Verdad"

    -"el mundo universitario es propiedad del mundo, no de Cristo, y las universidades católicas se han vuelto sosas, en su mayoría"

    La universidad es hoy en día una estructura administrativa de certificación de capacidades y conocimientos. Está muy lejos de sus orígenes, en los que el saber y la Verdad eran su razón de ser. Pero esto no debería extrañarnos.

    El saber era antes un fin mientras que ahora es un instrumento. El estudiante era una persona con vocación de universalidad, hoy es una persona que busca la especialización que le permita trabajar en algo, aunque no le guste nada ese trabajo.

    -"Al alumno se le somete a un proceso de aprendizaje cada vez más estandarizado"

    -"La universidad se ha convertido en tierra de misión"

    -"La mentalidad de padres y alumnos es francamente la de instrumentalizar los conocimientos"

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  14. Junto a la realidad, la iluminación sobre ella, en este caso la vocación original de la Universidad, truncada en esta época de relativismo, nihilismo y "pensamiento débil". Aquello que la Universidad debería ser para responder a su naturaleza.

    Se ofrece y se acompaña en la adquisición del saber, uniéndolo con otras ramas y ciencias, que engrandece el espíritu humano. La especialización desconectada del saber es una gran pobreza -pienso también en mi ámbito, el de la Teología-; ofrecer sólo certificados y créditos sin desarrollar en los jóvenes el deseo de la Verdad, es condenarlos a vagar errantes por la vida despreciando su razón.

    Pero es la fe, y la disciplina científica, con método propio, de la Teología, la que da cohesión y luz a todas las otras ciencias y estudios. Alonso Gracián ofrecía un apunte interesantísimo, aunque 'políticamente incorrecto'. No puedo menos que estar de acuerdo con él.

    Todo, absolutamente todo, se refiere a Cristo, por quien todo ha sido creado y para quien todo ha sido creado. La Teología, hoy arrinconada como saber, sería la clave de un ejercicio de la razón en diálogo y connivencia con el Logos.

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  15. Los ejemplos que ofrecía Alonso Gracián me recordaron un libro que a mí me marcó profundamente y que recomiendo a todos:

    T. Woods, Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental, Ciudadela 2007.

    ¿Qué respuestas ofrecer a esta realidad?

    En comunidad y no meramente como apostolado personal o privado, la pastoral en la Universidad debe acompañar, orientar, fortalecer, iluminar lo que se estudia despertando la sed por Cristo y la Verdad.

    Hemos de adquirir una conciencia clarísima, todos, de que la Universidad es terreno de misión y hay que misionar con empeño y dedicando grandísimas energías. Allí están los jóvenes y los docentes. Salgamos ya del estrecho círculo de una pastoral de campanario donde sólo se vea lo propio.

    Y en la Universidad, juntos, primero acompañar a los jóvenes católicos en la vocación universitaria, el ejercicio de la razón y el diálogo con Cristo-Verdad; y a todos ofrecer la posibilidad de plenificar su humanidad al descubrir a Cristo.

    No lo olvidemos:

    Cuando no se confiesa al Logos, se acaba perdiendo el logos.

    También, por último, nos toca a los jóvenes de nuestros grupos y parroquias orientarlos pra vivir la etapa universitaria de otro modo: santificándose en el estudio, sólida vida de piedad, ejercicio de discernimiento de la razón mediante la fe.

    Ya no es el momento de los 'valores' o de la 'emotividad' del grupo, sino del crecimiento de la razón en el Logos, de la fe acompañando firme la razón.

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  16. Este horizonte es el que podemos ofrecer todos, hoy y aquí, a los jóvenes católicos que forman parte de este blog, a los que vienen tal vez esporádicamente a leer, a los docentes...

    Tal vez no nos toque a nosotros elaborar una Ley de Educación que reforme la Universidad y la saque de sus propios límites impuestos por la ideología, pero sí nos toca como católicos saber situarnos y dar respuesta, generar en nosotros una virtud, un 'talante' (¡palabreja que se puso de moda!).

    Feliz domingo!

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