miércoles, 23 de marzo de 2011

Catequesis: "Padre nuestro" (IV)

1. La tercera petición es “Venga a nosotros tu reino”. Es una petición audaz y atrevida. La Iglesia mira al final de la historia, al tiempo último, y pide que Dios culmine ya la historia, que venga ya Cristo Jesús, Juez y Señor, que todo le sea ya sometido.

“Venga a nosotros tu reino”. Es la aclamación que en la Eucaristía hacemos normalmente tras la consagración: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”, rezando lo que profesamos cada domingo en el Credo: “y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin”. ¡Vendrá Cristo! ¡Se instaurará plenamente el reino de Dios! Suplicamos en el Padrenuestro que se abra ya, ahora mismo, el cielo, y venga Cristo en su segunda venida, estableciendo el reinado de Dios. Entonces Cristo aniquilará definitivamente la muerte poniéndola como estrado de sus pies (1Cor 15,25-26), y el pecado quede destrozado, y la creación se verá transformada y glorificada, y Cristo constituido plenamente como Señor y Cabeza de cielo y tierra. ¡¡Y todo será transformado!! Y cuando se manifieste, veremos la gloria de ser hijos de Dios, porque aún no sabemos lo que seremos, dice San Juan en su primera carta (3,2). “Venga a nosotros tu reino”. María, Virgen de la esperanza, alienta nuestro esperar el Reino; María, modelo de esperanza, nos enseña a colaborar activamente trabajando por la venida del Reino de su Hijo.

    2. Profesábamos al principio que Dios, “Padre nuestro”, está en los cielos: es Santo, nos trasciende, es el Absoluto; por eso, al que reconocemos que es Dios y que trasciende, pedimos que desde el cielo venga su reino, que el Señor entre en el mundo y en la historia con el poder de su gloria. Así, el “reino” que pedimos es presencia de Cristo en esta historia nuestra, en el tiempo y en el cosmos: es la meta escatológica, Dios será “todo en todos” (1Cor 15,28). Así es la escatología cristiana, los tiempos últimos, el fin de todo y su plenitud que Dios llevará a cabo. Será el Reino de la vida y la verdad, de justicia y de paz, de gracia, santidad y amor.

    Las realidades últimas ya han empezado con la Encarnación, la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Cristo mismo es el Reino de Dios: “Si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, es que el Reino de Dios está entre vosotros” (Lc 11,20). Por eso anuncia Jesús: “Convertíos porque está cerca el Reino de Dios” (Mc 1,15); para el Reino de Dios, el Evangelio nos educa, cambia nuestro corazón, nos “descomplica” y nos hace pequeños: “si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos...” (Mt 18,3).



    El Reino de Dios nace en el corazón del hombre. Y nace cuando un hombre descubre a Cristo en su vida como Señor, como Compañero de camino, como Esperanza y Sentido de la propia vida, como Aquél que responde con plenitud a todos los deseos del corazón, a todas las preguntas y expectativas del hombre, a toda la necesidad del hombre de ser feliz y de ser amado. Cuando Jesucristo se hace presente como don y gracia en la vida del hombre, es reconocido y acogido y amado en el corazón del hombre, el Reino de Dios avanza; el Reino, en este tiempo y en esta historia, crece cuando el hombre acoge a Jesucristo en su corazón, y va creciendo el Reino de Dios cuando el cristiano deja que su corazón, día a día, momento a momento, sea poseído por el amor de Jesucristo, y pertenezca sólo a Jesucristo. El Reino de Dios va creciendo en tu corazón cuando cada vez más tus criterios no son tuyos, sino de Jesucristo, y tus sentimientos son los mismos sentimientos de Jesucristo, y tus obras son de Cristo, y tu corazón se entrega –en fe, en esperanza, en amor- a Jesucristo, y dejas de pertenecerte a ti mismo y a tus pecados, para ser todo de Jesucristo, sin dejarte ni reservarte para ti  nada. La Virgen, desde el mismo momento de su Concepción, fue toda de Dios y toda su vida para Dios. Ella creyó en su Hijo, es el modelo de perfecta discípula cristiana; Ella fue colaboradora en la redención. Su corazón entero era para Dios y su obra. Cuando rezaba Ella “venga a nosotros tu reino”, sabía bien lo que decía, pues fue la Puerta santa por la que entró en el mundo Cristo, el verdadero Reino de Dios.

  
 El Reino de Dios crece en ti si tú respondes a la gracia y al amor de Jesucristo, si no le pones obstáculos a Dios para que obre en tu alma. Progresa día a día: no está el cristianismo ni hecho ni perfecto en nosotros: progresar en santidad cada día, quitar todo obstáculo, todo pecado, a la acción de Dios y de su gracia y de su amor en Cristo Jesús.
3. “Venga a nosotros tu reino”. Crezca en nuestra alma el Reino, crezca Cristo en nuestro corazón; vivamos ya en la novedad del Reino por la Pascua y la Venida del Espíritu.

    El alma se va purificando a medida que cree en el Evangelio, que el Reino de Dios avanza en lo profundo del territorio del alma; va fortaleciéndose en las virtudes humanas y cristianas, en el amor fraterno y en el perdón a los enemigos, entregándose en las manos del Padre... entonces “ha sido hecho digno de decir: “Que venga tu Reino”, es decir, tu Espíritu Santo” (Máximo el Confesor, Interpretac. Padre Nuestro). El Reino de Dios que pedimos es también el Espíritu Santo que nos da la gracia y el Amor de Dios, nos infunde la fe y la esperanza, nos hace santos y progresar en la santidad. Por eso, en el Padrenuestro pedimos el Espíritu Santo, y recordamos las palabras de Cristo: “¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!” (Lc 11,13).

    El testimonio de María acredita nuestra petición. Ella, tras el acontecimiento grande de la Pascua, consolaba y animaba a los discípulos, confortando a la Iglesia naciente. En la sala del Cenáculo oraba con los apóstoles y algunas mujeres pidiendo la Venida del Espíritu Santo, rezando, cantando, la petición del Padrenuestro: “Venga a nosotros tu Reino”, invocando el Espíritu Santo que se daría en Pentecostés.

7 comentarios:

  1. Hola don Javier, leo "nace cuando un hombre descubre a Cristo en su vida como Señor", es la ciudadanía gozosa de la fidelidad y obediencia al buen Padre que nos envía el Espíritu.Un reino familiar ya en esta tierra.Un abrazo.

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  2. El Reino de Dios es donde Él reina. En donde su voluntad se hace presente y dónde nuestra libertad nos permite unirnos a Él. Dónde nuestro ser entra en sintonía y sincronía con Dios.

    "Venga a nosotros Tu Reino" ¿Qué más podemos pedir? Esta petición sintetiza la Esperanza de todo Cristiano.

    Que el Señor les de un día pleno. :)

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  3. ESa amorosa y gozosa dependencia del Señor a la que nos conduce progresivamente el Espíritu es señal de que su Reino va afianzándose en nuestros corazones.

    ES precisamente esa filial dependencia la que tanto repugna a los que andan por senderos de rebelión contra Dios. Son signos claros que podemos constatar a diario.

    Saber que uno depende de Dios por Derecho Divino y querer madurar hasta depender al modo de hijos amados, tal y como el Hijo nos enseña, es la Gran Motivación de nuestras vidas.
    Un saludo cordial a todos.
    ;O)

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  4. ¡Ay, D. Javie! pero en nuestras almas seguirá habiendo obstáculos, por ser imperfectos, que impidan que Dios habite plenamente en nosotros. Siempre nos acompañará el pecado por empeño que pongamos ofendiendo al Señor. Sí, es verdad, que si respondemos a su amor y a su gracia, lo ofenderemos menos y viviremos más cerca del Señor, pero lo seguiremos ofendiendo en menor escala porque no somos espíritus puros, desgraciadamente. Me abruma un poquitín el tema y falto a la humildad con solo pensarlo; luego ya estoy pecando. Gracias a Dios, todo se me pasa al rezar detenidamente el Padrenuestro. Es un canto de esperanza que acaricia mi alma inmediatamente. Es la oración más bella que existe.

    Muchas gracias.

    Feliz tarde, aunque tarde, para todos.

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  5. Paso a responder -como casi siempre- los comentarios, aunque realmente no es "responder", sino subrayar algo porque, de verdad, ¡qué nivelazo! Pero que esto no sea óbice para que intervenga nadie: cada cual se exprese, pregunte, comente, dé su experiencia, al modo que pueda, sin más preocupaciones. Somos diferentes en formación, sensibilidad espiritual y experiencia: que escribamos muchos nos enriquece a todos.


    NIP:

    Me ha impactado su afirmación: "la ciudadanía gozosa... Un reino familiar ya en esta tierra". ¡Qué maravilla la expresión: un reino familiar! Algo nuevo que nos ofrece Dios. De ahí la ciudadanía "gozosa", ni triste, ni forzada, ni amargada; gozosa: ni a duras penas, ni empujado desde fuera, ni protagonista... ¡GOZOSA!

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  6. Miserere:

    Así, el Padrenuestro es memorial y aliento de esperanza, la pequeña y discreta esperanza. Esperamos contra toda esperanza, pero con la oración, en cierto modo, adelantamos ya la venida plena del Reino de Dios (nunca entendiendo Reino de Dios en sentido subjetivo: es también objetivo, real, exterior, metahistórico).

    Doña Felicitas (como algunos le dicen en su blog):

    ¡dependencia filial!, alegra y confiada, al estar como niños pequeños en los brazos de su madre; y, al mismo tiempo, madurando como hijos para no ser rebeldes o caprichosos, sino hijos obedientes como el Hijo, hijos en el Hijo.

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  7. Capuchino de Silos:

    Claro que hay que contar con nuestro pecado que estropea el avance glorioso del Reino de Dios. Pero para eso sigue la oración dominical suplicando: "Perdona nuestras ofensas..." Si pedimos perdón es que reconocemos nuestro pecado a Aquel a quien todo está patente y nada oculto.

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