lunes, 14 de marzo de 2011

Catequesis: "Padre nuestro" (II)

“Padre nuestro, que estás en el cielo...”

    Jesús nos revela a Dios como Padre, Padre providente, Padre misericordioso, Padre atento a las súplicas de sus hijos, Padre que admite a sus hijos en la intimidad de su corazón, Padre que tiene entrañas maternas, entrañas de misericordia. ¡Dios es nuestro Padre! ¡Dios es tu Padre, está cercano a ti, te lleva en su corazón!

    El Espíritu Santo hace que nuestro corazón pueda decir “Padre nuestro”. En esta oración que nos entregó el Señor, Jesús nos pone la figura de Dios como la del padre de familia, el que organiza la vida familiar y provee a cada uno de cuanto necesita (cf. Mt 13,52) y nos lleva a la Mesa de los hijos, el altar, y nos da el Pan de los hijos, que es la Eucaristía. El cristiano, por tanto, llamando a Dios Padre, se siente unido a Él con el vínculo de la misma situación familiar y, además, se siente amado y comprendido hasta el fondo. Dios es verdaderamente tu “Padre que ve en lo escondido” (Mt 6,6), Dios, Padre cercano.

    “Padre nuestro que estás en el cielo”, así comienza la oración cristiana por excelencia. Es una invocación esta primera frase, la palabra más dulce que el cristiano puede pronunciar. Y al Padre le decimos “que estás en el cielo”, señalando su trascendencia; Dios, siendo nuestro Padre, nos trasciende, nos sobrepasa, no podemos abarcarlo, ni comprenderlo en su totalidad porque si así fuera ya no sería Dios. “Deus semper maior”, Dios siempre es mayor que lo que podamos pensar de Él, Dios es el pensamiento mayor que un hombre puede tener.

    Al señalar “que estás en el cielo” le reconocemos como el Padre omnipotente, misericordioso; lo adoramos, adoramos a nuestro Dios y Padre. Se evita así cualquier banalización, cualquier falsa imagen de Dios porque siempre corre el riesgo de poner en Dios las categorías de la experiencia limitada, de la paternidad terrena. Dios es un Padre celestial, omnipotente, infinitamente mejor que cualquier padre terreno.

  
  “Padre nuestro que estás en el cielo...” ¡Cuántos santos sólo con decir despacio, saboreando esta invocación, no podían seguir adelante y contemplaban sólo esta palabra! Es la experiencia misma de Sta. Teresa que enseña en su doctrina espiritual:
“Está tan contenta [el alma] de sólo verse cabe la fuente, que aun sin bever está ya harta... dales pena el hablar; en decir “Padre nuestro” una vez, se les pasará una hora... Están en el palacio cabe su Rey y ven que las comienza ya a dar aquí su reino” (C 31,3). 
 Y la experiencia de Sta. Teresa de Lisieux:

“A veces, cuando mi espíritu está tan seco que me es imposible sacar un solo pensamiento para unirme a Dios, rezo muy despacio un “Padrenuestro” y luego la salutación angélica. Entonces, esas oraciones me encantan y alimentan mi alma mucho más que si las rezase precipitadamente un centenar de veces...” (MsC 25 rº). 

Palabras dulces que nos llevan a contemplación: Dios es Padre, Dios es mi Padre; no es Juez, no está pendiente de mí para castigarme y juzgarme; es mi Padre, me ama, me quiere, me trabaja interiormente, me habla por su Palabra, me corrige mediante los acontecimientos de mi vida; me permite tener familiaridad con Él.

    También nos enseña la Iglesia una consecuencia moral, para vivir cristianamente: 

“Ninguno de nosotros osaría pronunciar tal nombre en la oración, si no nos lo hubiera permitido él mismo. Hemos de acordarnos, por tanto, hermanos amadísimos, y saber que, cuando llamamos Padre a Dios, es consecuencia que obremos como hijos de Dios, con el fin de que, así como nosotros nos honramos de tenerle por Padre, él pueda honrarse de nosotros. Hemos de portarnos como templos de Dios, para que sea una prueba de que habita en nosotros el Señor y no desdigan nuestros actos del Espíritu recibido” (S. Cipriano, De dom. orat., 11).


7 comentarios:

  1. Es cierto don Javier, son palabras dulces que nos llevan a la contemplación. ´
    Hay algo que descubrí en esta petición, el lugar donde está el cielo:

    Con razón, estas palabras “Padre nuestro que estás en el Cielo” hay que entenderlas en relación al corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. Por eso también el que ora desea ver que reside en él Aquel a quien invoca» (San Agustín, De sermone Dominici in monte, 2, 5, 18).

    «El “cielo” bien podía ser también aquéllos que llevan la imagen del mundo celestial, y en los que Dios habita y se pasea» (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses mystagogicae, 5, 11).

    Maravilloso, tener el corazón lleno de Dios...

    ResponderEliminar
  2. Padre nuestro ..., Padre ..., llamar a Dios así, consuela el alma.

    ResponderEliminar
  3. Poder llamarle Padre es realmente un lujo para nosotros pecadores. Pero podemos hacerlo y lo hacemos unidos al Hijo que tan claramente nos habló de Él. Es una realidad que nos sobrepasa, aunque ya ahora podemos comenzar a gustarla en la vida diaria, en la oración confiada a tan gran Señor. El único que realmente señorea.
    El único digno de ser servido con todo el ser.
    Un saludo a todos.
    ;O)

    ResponderEliminar
  4. Hola don Javier. Aprendo con la entrada anterior, esta y seguramente con las siguientes el Padre que Jesús ha hecho nuestro, seguramente alcance a condensar en la sola palabra de Padre todo lo que vivo interiormente al nombrar a mi mamá, a mi papá y también a la Virgen, para vivir y realizar mejor mi examen de conciencia cada día.Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. No recuerdo bien si es Santa Teresa de Jesús o santa Teresita: pero recuerdo que a veces, una vez que el alma se ha recogido, se ha serenado, tiene conciencia de estar en presencia de Dios, empezar a balbucir "Padre nuestro" y no necesitar más para sumergirse en el Misterio de Dios.

    Aprendamos.

    También seamos conscientes de lo que decimos al rezarlo, especialmente en la Misa y en Laudes y Vísperas.

    ResponderEliminar
  6. Decir a Dios Padre conlleva saberse hijo. Lo cual nos une con El con un vínculo filial y nos hacer herederos de su Reino.

    Además no mi Padre, es Padre Nuestro, Padre de toda la Iglesia que ora cuando yo oro, y yo oro junto con toda la Iglesia.

    Desborda entrever el Misterio que se esconde detrás.

    Que Dios les bendiga :)

    ResponderEliminar
  7. Creo que ya está dicho todo.
    El Padre nuestro es la oración más maravillosa que existe y que se pueda rezar.

    Muchas gracias D. Javier.

    ResponderEliminar