La postura de rodillas en la
liturgia es polivalente, tiene varios sentido según en qué momento se emplee y
en qué contexto de la celebración.
Penitencial y suplicante
El significado más antiguo es el
penitencial, pedir perdón e interceder. La liturgia lo incorporó pronto en
oraciones y letanías.
Ya en las Escrituras aparecen
ejemplos. Ante Jesús suplica de rodillas el padre de un hijo endemoniado (Mt
17,14) o el leproso: “Si quieres, puedes limpiarme” (Mc 1,40).
Por ser gesto penitencial, la
Iglesia prohibió que se emplease en el domingo y en los cincuenta días de
Pascua, ya que no son tiempos penitenciales, sino de fiesta y solemnidad. Así
lo mandaba el canon 20 del Concilio de Nicea: el domingo y los cincuenta días
de Pascua se reza de pie, no de rodillas. También, en el ámbito hispano, el II
Concilio de Braga (año 572), en el canon LVII:
“Del mismo modo y según la tradición
apostólica, contenida en un canon antiguo, se tuvo por bien que tanto todos los
domingos como todos los días de la Pascua hasta Pentecostés, hagamos nuestras
oraciones, no postrados ni humillados, sino con el rostro levantado hacia el
Señor, porque en estos días celebramos el gozo de la Resurrección del Señor”.
En los primeros siglos esta postura
únicamente expresaba penitencia y por eso se prohíbe. Hoy, que expresa más
cosas, como la adoración, y que es postura obligatoria en algunos momentos, no
pueden aducirse los cánones antiguos para quedarse de pie… ya que hay normas
más recientes para realidades nuevas que en aquel tiempo no se practicaban.